domingo, 31 de enero de 2016

Sudoku / Alberto Aguirre de Cárcer *

Los Gobiernos, por regla general, exhiben sus fortalezas y ocultan sus debilidades. Pero el Ejecutivo de Pedro Antonio Sánchez se ha habituado a amplificar con idéntica intensidad tanto sus logros de gestión como sus derrotas parlamentarias. La aprobación de las enmiendas a los Presupuestos es paradigmática. En el plano político es natural que el PP no desaproveche ocasión de aventar el eslogan del ‘tripartito’ cuando PSOE, Podemos y C’s votan en bloque. 

O que ponga en evidencia la posible pérdida de fondos europeos al tocarse partidas finalistas o de ayudas comprometidas a determinados sectores a causa de enmiendas de la oposición. Lo que no se acierta a entender es el afán en mostrar la supuesta falta de rigor de la oposición y su voluntad de erosionar al Ejecutivo del PP a costa de evidenciar al mismo tiempo que está a merced de otros en cuestiones clave para la gobernabilidad de la Región. 

Sánchez va salvando escollos porque en última instancia encuentra un salvavidas de Ciudadanos, que paralelamente le sacude con su discurso de la regeneración y le hace rotos de campeonato, como ha ocurrido con algunas de sus enmiendas. Ya no solo por el montante económico de la retribución del mes de agosto de los interinos, el pago en 2016 del resto de la extra de 2012 o la reactivación de la carrera profesional en la sanidad pública, sino también por la carga política que encierran. Todas ellas eran promesas del PP que el Gobierno tenía encauzadas, en un caso a través de un acuerdo con los sindicatos en la mesa de la función pública, pero que habían quedado postergadas para 2017. En otro caso haciendo incluso frente a la primera huelga de la sanidad pública. Ese paro fracasó por su escaso seguimiento, pero el Sindicato Médico, uno de los convocantes, no lo olvida. 

En un artículo que publicamos en páginas de Opinión, su presidente, Francisco Miralles, señala que «lo más coherente sería que gobernase otro o que dimita ante una presentación de enmiendas que ha tenido un alcance nunca antes vivido en la Región». Así bajan las aguas en la gran bolsa de votantes compartida por PP y Ciudadanos. 

De ahí también el toma y daca a cuenta de la concertada. Petrificados con el asunto de los imputados, los populares han hecho presa en el recorte de tres millones a la concertada respecto a lo asignado, que pasa de 8 a 5 millones. Puede que esta cantidad sea suficiente, como alega C’s en base a previsiones de la Consejería de Educación, pero lo cierto es que igual que 22 diputados son menos que 23, matemáticamente 5 millones son menos que 8. 

Y eso no es baladí en estos momentos porque empieza a instalarse en el clima político regional la percepción de que estamos en la antesala de una nueva convocatoria electoral. Gobierno y oposición no hablan ni de cuestiones técnicas presupuestarias y a la Asamblea deben llegar desde San Esteban leyes relevantes que pueden sufrir otros vuelcos, como la del estatuto del cargo público o las leyes de servicios sociales y de igualdad contra la violencia de genero. Todos miran de reojo a los pactos que puedan fraguarse en Madrid o a una eventual nueva llamada a las urnas. Y nadie quiere verse pillado a contrapié en la Región, donde también pueden suceder hechos políticos relevantes en el corto plazo.

El trasfondo de esta polémica es por tanto más político que presupuestario. En los últimos años, las cuentas que salían de la Asamblea nunca se cumplieron. La prueba es el déficit público acumulado año tras año y que no solo es producto de la infrafinanciación, sino también de previsiones de ingresos erróneas, del peso rampante de proyectos fallidos en la deuda pública y de sucesos imprevistos, como el terremoto de Lorca. 

Esta vez, el consejero de Hacienda lo tendrá mucho más complicado porque en algunas consejerías uno de cada cinco euros ha cambiado de destino. Y además se establecen retribuciones de obligado cumplimiento que no están reflejados en el Presupuesto con crédito asignado y hay descuadres de fondos europeos que deberán reasignarse. En definitiva, se ha parido un sudoku presupuestario que no convence a nadie y que nadie sabe aún cómo quedará, ni siquiera de inicio. 

(*) Periodista y director de La Verdad

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