viernes, 1 de enero de 2016

Rajoy y el futuro del PP / Melchor Miralles *

Mariano Rajoy debió irse cuando quedó en evidencia como protector y amparador de quienes orquestaron la financiación ilegal de su Partido Popular. No lo hizo. Mariano Rajoy debió irse el domingo 20 por la noche después de perder en cuatro años una mayoría absolutísima que le dio el control del Congreso y el Senado, además de la mayoría de los Parlamentos Autonómicos y buena parte de los más importantes Ayuntamientos de España, muy por encima de lo que jamás alcanzaron José María Aznar y Felipe González. 

ualquier líder de cualquier partido de cualquier país con tradición democrática lo habría hecho (Ed Miliband dimitió en mayo como cabeza del laborismo británico tras perder manteniendo el 31% del electorado). Ahora no les queda casi nada. No hay precedentes de un fracaso tan estrepitoso. Como no los hay de que el responsable mire para otro lado y siga su camino. Pese a los cinco avisos previos que como única respuesta del líder supusieron el nombramiento de cuatro vicesecretarios y el mantenimiento en la cúpula de toda la vieja guardia.

Pero Rajoy sigue, y ya ha anunciado que va a seguir. Ahora dice que se está afanando en poder alcanzar un acuerdo para su investidura. De momento ha mandado a sus huestes provinciales que permanezcan callados, en posición de firmes, huyendo de la más mínima polémica no autorizada previamente con nadie, en especial con el PSOE y Ciudadanos. La orden es clara: poca presencia y las que haya que hacer siempre en tono comedido, moderado, juicioso y prudente. Nada de grescas, nada de descalificaciones. Hay que presentar a un PP dialogante, abierto, moderado, dispuesto a ceder, regenerador, reformista, moderno. Esas son las instrucciones.

Pero en Génova y en las sedes provinciales del PP las aguas bajan revueltas. El cabreo con Rajoy es sordo. Pero mientras mande, nadie lo va a evidenciar en público. Pero no deja de hablarse de la propuesta de Aznar en el Comité Ejecutivo posterior a la penúltima derrota: un Congreso abierto para elegir a la dirección del partido, lo cual quiere decir un Congreso democrático en el que quienes quieran aspirar lo hagan en igualdad de condiciones, y en el que cada militante tenga un voto. 

Y no gustó la respuesta de Rajoy. Ya saben, eso de que habrá Congreso “abierto como siempre”, lo cual significa un Congreso de representantes cooptados, sin competencia, con candidato único. (Sí, manda huevos que Aznar de lecciones de congresos abiertos tras designar a dedo a Rajoy, es verdad, como los manda su silencio sobre la caterva de corruptos que anidaron en el PP a su abrigo).

En cualquier caso el PP ha de afrontar, quiera o no Rajoy, por las buenas o ya veremos si por las malas, una renovación en un ambiente de profunda inestabilidad general de la política española, en puertas quizá de tener que afrontar otras elecciones, en el mejor de los supuestos gobernando con extrema debilidad. Y de este modo no es sencillo poner en marcha la renovación necesaria para no irse a pique.

Los más fieles a Rajoy, cada vez menos, insisten en que los Estatutos del partido no contemplan las primarias. Es verdad. Como lo es que esos mismos estatutos obligaban a haber hecho en Congreso hace seis meses, y aún no hay noticas de que haya intención de hacerlo. Un veterano militante, Guillermo Gortázar, ex responsable de formación de los cuadros del partido, viene escribiéndolo desde hace tiempo con tino y paciencia: “Efectivamente, las primarias no están previstas en el PP, pero en los Estatutos no se prohíben y, en derecho, lo que no está prohibido está permitido. El Comité Ejecutivo puede abrir un proceso de consulta abierto con varios candidatos no necesariamente miembros del Comité Ejecutivo –con muy pocos avales- para que se pronuncien los militantes. En dos vueltas y en dos semanas es posible hacerlo. Después, una convocatoria de Congreso tendría la tarea de elaborar nuevos Estatutos, una nueva dirección sometida a órganos de control y un nuevo proyecto político”. 

Y hasta hay quien sostiene, y Gortázar lo recuerda, que “la refundación quizá hasta deba incluir un cambio de nombre del partido”.

(*) Periodista

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