La composición de la mesa del Congreso (la del Senado no plantea
ningún problema, es automática, dominada por el PP) supone la primera
prueba efectiva para la legislatura que empezó con las elecciones del 20
de diciembre y que se materializó esta mañana con la composición de
las cámaras. Fue posible una pésima señal con retrasos, aplazamientos,
tensiones… que podían conducir fatalmente a unas nuevas elecciones. Pero
no ha ocurrido, los partidos dominantes han entendido que debían
negociar, pactar y avanzar.
El concurso de Ciudadanos para articular un acuerdo entre PP y PSOE,
imprescindible para una legislatura que merezca la pena, ha sido un
factor clave, una mediación oportuna y eficaz. El PP renuncia a la
presidencia del Congreso pero obtiene el cupo que les corresponde por su
número de diputados: tres asientos. Pudo intentar incluso lograr
cuatro, pero esa era una apuesta arriesgada con pésimas consecuencias de
aislamiento. El PSOE logra la presidencia, que era su objetivo en esta
negociación, y otro asiento en la mesa. Ciudadanos logra la prima de un
asiento adicional al proporcional a sus votos, superando el riesgo de
quedarse fuera si los otros grupos se lo hubieran propuesto. Y Podemos
obtiene lo que le corresponde: dos asientos (que les pudieron negar),
pero no lo que pretendía, el reconocimiento de tres grupos
parlamentarios adicionales con sesgo nacionalista.
El pacto no presupone nada para la futura composición de gobierno y
la previa investidura del Presidente, pero indica que el realismo
empieza a ocupar la mente de los responsables políticos. Al menos de
tres de los cuatro grupos de referencia. Podemos insiste en su petición
de varios grupos que no encaja con el actual reglamento, ni tampoco con
la proporcionalidad. A última hora la negociadora de Podemos proponía
renunciar a parte de los privilegios de disponer de varios grupos
(subvenciones y más tiempo en los debates) sin reparar que a falta de
esas ventajas ¿para qué fraccionar el grupo? Además lo que no permita el
reglamento no es posible en tanto no cambie el reglamento.
Las dos exigencias que Podemos ha puesto sobre la mesa hasta ahora:
el referéndum catalán y los cuatro grupos, no son aceptables para los
demás, de manera que Iglesias se queda, de momento, extramuros de la
agenda dominante. La reciente peripecia de la CUP y el efecto de la
venganza de Artur Mas con un pacto que lamina la soberanía de la
coalición, es un buen ejemplo de las complejidades y vericuetos del
realismo político.
Rajoy dejó claro ante la directiva del PP que hay que pactar con el
PSOE para seguir en el Gobierno, pero no emitió señal alguna de
renovación con una propuesta de portavoces para las cámaras que suponen
más de lo mismo. Pero es evidente que el PP ha entrado en el realismo.
No tanto en el caso de Sánchez y del PSOE que insiste en renovar la
Constitución sin el PP, lo cual no es posible.
Despejada la composición de la Mesa de Congreso empieza el trámite
mayor de la investidura para nombrar Presidente y componer un nuevo
Gobierno que ya tiene abierta en canal una agenda abrumadora y urgente.
(*) Periodista y politólogo
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