El informa anual de Reporteros Sin Fronteras no ha tenido el eco y el
escaparate que se merece. No es corporativismo. Los periodistas, al
ejercer nuestro oficio, antes que ejercer nuestro derecho a la libertad
de expresión, que lo tenemos como cualquier otro, somos depositarios,
intermediarios de un derecho que no nos pertenece, cual es el derecho de
todos los ciudadanos a recibir información veraz. Hoy hay 54
periodistas secuestrados (un 35% más que en 2014) más 3
periodistas-ciudadanos y 3 colaboradores de medios de comunicación en
idéntica situación, y 153 detenidos, y 8 desaparecidos.
Siria es el país de más riesgo. Allí 26 informadores se encuentran
secuestrados, son un objetivo fácil para el Daesh o el Frente Al-Nusra,
que utilizan a sus víctimas tanto para obtener rescates como para
ejercer el terror, generar el miedo en la profesión y presionar a la
comunidad internacional. Regiones enteras de Siria son hoy en día
agujeros negros de los que no tenemos información. Yemen, Irak y Libia
son los siguientes países en este ranking vergonzoso. Además, 67
periodistas, 6 colaboradores y 18 periodistas ciudadanos han sido
asesinados “debido a su profesión o mientras la ejercían”.
Curiosamente es Francia, tras el atentado de hace un año contra la
revista satírica Charlie Hebdo, en el que fueron asesinados doce
personas, el país de más riesgo para los periodistas. Junto a Francia,
naciones habituales en este ranking siniestro como Siria, Irak, Yemen o
Sudán del Sur.
Las zonas y los países que padecen conflictos bélicos o la actuación
de guerrillas violentas resultan lógicamente escenarios de mucho más
riesgo para los profesionales de la información. Pero es relevante que
otros países que pasan por ser potencias económicas o economías
emergentes donde las potencias invierten y hacen grandes negocios, se
hayan convertido en territorio hostil para los periodistas. En el primer
caso está China, el país del mundo donde hay más periodistas privados
de libertad en sus cárceles, y en el segundo India o Méjico, donde
ejercer este oficio con independencia es jugarse la vida. Y teocracias
con excelentes relaciones con los países del denominado primer mundo,
como Arabia Saudí, son territorio también de alto riesgo.
En las zonas que padecen conflictos bélicos en el mundo se produce
desde hace años una situación peculiar. Hay periodistas, sí, y hacen lo
que pueden para que los demás estemos mínimamente informados. Pero no
hay medios de comunicación. Los grandes grupos de comunicación, que
disponen de medios materiales y humanos, optan por lo general por no
enviar a sus periodistas para evitar problemas. Y todo depende entonces
de reporteros mayoritariamente free-lance, que hacen el trabajo por su
cuenta, por amor al oficio, o apoyados por pequeños medios que sí
apuestan por cumplir con sus obligaciones, pero con escasos recursos
económicos.
Nosotros vivimos en nuestra burbuja, pendientes de nuestras cosas, de
nuestros parlamentos, nuestros políticos, nuestras empresas, nuestros
pactos, acuerdos o desavenencias, mientras por el mundo hay millones y
millones de seres humanos que padecen horrores sin que, más que de vez
en cuando, al sobrepasarse los límites del espanto, les dediquemos algo
de espacio. O cuando se lía la de Dios es Cristo, y entonces los grandes
envían a algunos reporteros unos días, cubren sus portadas y abren sus
informativos, incluso algunos se hacen autorretratos sobre el terreno,
regresan a los tres o cuatro días y vuelven a olvidarse de los nadie, de
las víctimas y de los autorretratos de la vergüenza.
El periodismo es oficio peligroso, si se ejerce adecuadamente, en
cualquier sitio. Pero en las zonas en conflicto es directamente un
oficio de altísimo riesgo. Los suyos no les prestan atención, o
directamente les desprecian. Los contendientes les perciben como un arma
de guerra, peligrosa, y tratan de destruirla o de hacerse con ella para
la propaganda. Tratan de acallar las voces de los periodistas porque
solo así se produce el apagón informativo, y desde la opacidad se actúa
impunemente con comodidad.
Debiéramos reflexionar todos sobre ello. Lean el informa de
Reporteros sin Fronteras. Yo lo he hecho. Con Antonio Pampliega, José
Manuel López y Ángel Sastre en la memoria y en el corazón. Rezando y
actuando por ellos. Bien presentes. Cada hora de cada día.
(*) Periodista
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