Sí, ya sé que todos los focos estuvieron
ayer sobre el juicio en el que comparece Cristina de Borbón. Sí, ya sé
que está lleno de lecciones políticas y morales, desde "¡oh, cómo
funciona el poder judicial en una democracia!" hasta "ya veréis como a
esta no le pasa nada". Sí, ya sé que el asunto puede extenderse al
llamado Rey emérito y quizá a su hijo, Felipe V+I, a nada que se
descuiden. Sí, ya sé que este juicio es un palo a la Corona. Y Palinuro
hará algún comentario sobre los Borbones y la necesidad de echarlos a
todos y de implantar una República como un sistema político más acorde
con los tiempos y más compatible con la dignidad de las personas. Somos
ciudadanos y no somos ni queremos ser súbditos que tengan que aguantar
esta astracanada de un linaje de señoritos, vendepatrias, putañeros e
imbéciles.
Pero de momento, el asunto más importante sigue siendo Cataluña.
El domingo hubo una increible comparecencia de Mr. Sobresueldos a leer
(mal) un papel y negarse a reconocer su responsabilidad, que es toda,
en este desastre que deja detrás de sí. Al día, siguiente, lunes, era el
nuevo portavoz del PP, Pablo Casado, el que salía con amenazas más
específicas y contundentes: el famoso artículo 155
que ni dios sabe cómo pueda aplicarse. Suspender la autonomía catalana,
vamos, así, sin más ni más y sin que les "tiemble el pulso", como a
Franco cuando firmaba órdenes de asesinatos que llamaban "penas de
muerte".
Es
un privilegio del PP: ponen siempre de portavoces a los más tontos.
Este Casado acabará haciendo bueno a Floriano. Cabezas huecas o llenas
de serrín, que solo sirven para embestir, como decía Machado. Porque,
vamos a ver, ¿cómo piensan estos matones intervenir en Cataluña y
obligar a las autoridades al "cumplimiento de la ley"? ¿Con qué medios
cuentan? ¿Han pensado en que no solamente tienen que someter a
las autoridades autonómicas sino a todos los gobiernos, las
diputaciones, los ayuntamientos y las últimas pedanías, sin contar
consorcios, empresas públicas, instituciones, asociaciones y la gente en
general en apoyo a sus autoridades?
Ayer,
Oriol Junqueras vaticinaba, no muy crípticamente, que se acercaban
tiempos de mucho gandhismo en Cataluña. Para el resto de los mortales
está claro, y por si no lo está para los zotes del PP (cuyo conocimiento
de la política está por debajo de cero) debe avisárseles de que se
trata de una desobediencia civil masiva, algo de esperar de una sociedad
muy movilizada y con un alto grado de conciencia política, como la
catalana. ¿Cón qué fuerzas cuentan los gobernantes y sus mariachis en
los medios para mantener el orden público (que, por lo demás, nadie
amenaza) hasta el último rincón de Cataluña?
¿Se
les ha ocurrido siquiera a estos "demócratas" medir las consecuencias
de sus actos? Es evidente que no. ¿Puede España mantener una situación
como la de la India entre 1945 y 1948 o bien como la de Irlanda hasta la
independencia y el Ulster después? Está claro que no. Y está claro que
ni se les ha ocurrido, porque la derecha española, el PP, el gobierno,
no son democrátas ni saben lo que es la democracia ni les importa un
pimiento. Su comportamiento es autoritario, de ordeno y mando,
intrínsecamente fascista porque es lo que han aprendido en sus casas ya
que, con escasas excepciones, tod@s proceden de familias franquistas. Y,
por más que l@s franquistas se vistan con un redingote jacobino,
siempre serán franquistas. Cabezas vacías, que embisten, pero no
piensan.
Estos, lo han dicho muchas veces, están en política para forrarse,
básicamente lo que han hecho, a base de esquilmar y arruinar el país. A
los más tontos los han cogido y están en los tribunales. Pero no están
aun todos los que son porque quedan otros en el gobierno. Otros que, por
supuesto, tampoco piensan ni tienen el menor sentido de la
responsabilidad o de las reglas democráticas y cuando, por casualidad,
piensan algo es malo. Y no malo en el sentido material o mecánico, sino
moralmente malo. Como se ven ya amortizados y como Mr. Sobresueldos
empieza a entender que no será presidente del gobierno, son capaces de
hacer un disparate en Cataluña con la única intención de torpedear el
posible gobierno de Pedro Sánchez.
Y,
en efecto, vamos a Pedro Sánchez, que estuvo ayer en "El Intermedio",
en donde lo trataron como a un enchufeta de la casa, sin ponerle en
aprieto alguno. Por ejemplo, no le preguntaron hasta dónde piensa él
llevar el apoyo que ha brindado al Gobierno "para hacer cumplir la ley".
Si, aprovechando la confusión del momento, el hecho de que el
Sobresueldos tiene que irse a su casa (¡a ver si se va ya de una vez!) y
la conveniencia de que no se hable tanto del juicio a Cristina de
Borbón, el gobierno decreta un estado de excepción en Cataluña, ¿se
subirá Sánchez al primer carro de combate que entre en Barcelona por la Diagonal? ¿Qué va a hacer? Lo dejaron también irse de rositas con tres
vaguedades sobre unas alianzas de puro wishful thinking y una reforma constitucional que sabe de sobra que no podrá hacer.
Esto
nos lleva a una consideración sobre la evolución de la situación
catalana en los últimos tiempos que aquí solo bosquejaré pero que
desarrollaré en un próximo post con cierta confianza porque hace años
que vengo dándole vueltas y, en fin, sin falsa presunciòn, eso se nota.
Sintetizando hay hoy cuatro propuestas sobre la mesa para resolver lo de Cataluña. Las enumero de menos a más factibilidad:
1ª) Un referéndum en toda España sobre una reforma constitucional federal. Solución PSOE en la que no cree nadie. Ni el PSOE.
2ª)
Un referéndum en toda España sobre reforma constitucional federal que
incorpore el derecho de autodeterminación de las naciones del Estado.
Todavía menos. La proponía ayer Juan Ramón Capella. La proponía también
un servidor en un libro publicado en los años noventa del siglo pasado.
Muy nueva no es y tampoco factible. Al menos, ya no la propongo.
3ª)
Un referéndum vinculante solo en Cataluña. La propugna Podemos, o parte
de Podemos (ya veremos por cuánto tiempo) después de la castaña que se
pegaron en las elecciones catalanas del 27 de septiembre de 2015.
Coincide con la que defendía Palinuro también en los últimos años, sin
conseguir convencer de su conveniencia a los de Podemos hasta que no se
dieron la castaña. Tampoco la propongo ya; y no porque sea veleidoso,
sino porque el tiempo no pasa en balde y nos hace más y más escépticos.
Sí es posible que, al final, a pesar de todo, salga pero solo la veo ya
como una imposición de la Unión Europea cuando, habiéndose agravado la
cuestión catalana, como se agravará, gobierne el partido dinástico que
gobierne (pues en esto son como flechas y pelayos), nos obliguen a aceptarlo a cambio de su mediación.
4ª)
Un referéndum vinculante dentro de 18 meses sobre la nueva
Constitución de la República catalana. Este es el que me parece más
verosímil. Tiempo habrá de hablar sobre él cuando volvamos a tratar este
asunto pero voy adelantando por qué me parece el mejor: porque no
confía en ninguna ayuda, acuerdo o pacto con fuerzas ajenas, sino que es
un proyecto que se basa exclusivamente en las propias, lleva a término
un plan votado democráticamente y confía tan solo en la movilización de
su propio pueblo.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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