sábado, 16 de enero de 2016

La aporía de la unidad / Ramón Cotarelo *

Cuando, en la misma noche electoral del 20D, Palinuro advirtió de que pasaría lo que hoy trae en portada El País, se le echó encima la legión de trolls de Podemos con la habitual sarta de improperios de linchaflautas.

Esa misma noche, Iglesias daba la interpretación canónica y falsa del resultado electoral: Podemos = 69 diputados y tercera fuerza política. Algo había que decir para disimular la verdadera situación: 42 diputados (los otros 27 eran de las franquicias locales) y de sorpasso al PSOE, nada. Una derrota en toda línea en comparación con las expectativas. Desde entonces, las terminales mediáticas de la formación morada -Público, la Sexta- y los fieles creyentes siguieron con la patraña con fervor doctrinal: 69 diputados. Y quien dijera lo contrario era un fementido traidor, un envidioso, un facha, un... En fin.

La dura realidad se ha impuesto y, aunque lo intentaron, los de Podemos no consiguieron los cuatro grupos que necesitaban vitalmente para que el conflicto en su seno no estallara y se hiciera patente. (De todo esto ha dado cuenta Palinuro en posts anteriores). De ahí el exabrupto de Iglesias cuando finalmente le dijeron que no: era el fin de la patraña del 69. Una patraña típicamente española y no de vieja política sino antediluviana: el adalid de la España plurinacional es incapaz de reconocer esa plurinacionalidad en su propia casa. Como siempre: se venden recetas que no se tienen, pieles que no se han cazado, fantasías, castillos en el aire.

Aquí cabría una pequeña consideración aquilatando lo que realmente han traído de nuevo a la esfera pública española estos innovadores. Muy poco. Nada. Llaman comunicar a contar mentiras e invenciones; los análisis independientes no se escuchan y se pretende ahogarlos con manadas de trolls rabiosos; los discursos del mando están alimentados de pura propaganda y falsedad; la autocrítica no existe y la crítica es pura conveniencia táctica; solo cuenta el efecto mediático inmediato; autenticidad, sinceridad, verosimilitud: cero. 

Pero no merece la pena. Esta legislatura no ha hecho sino arrancar. Habrá más ocasiones de hablar. De hecho, ya vuelve la canción unitaria que acunó los primeros vagidos de estos guerreros de la nueva política en la vieja IU. En Oviedo, algunos cargos de Podemos, que sienten la querencia unitaria celebran una reunión  con los restos del pecio comunista y algunos de sus más gloriosos capitanes, como Anguita, Gerardo Iglesias y Manuel Monereo, todos ellos en busca del sempiterno Eldorado de IU, esto es, la formación de una alternativa unitaria (la unidad jamás desaparece de los discursos de estos escisionistas compulsivos) a la fementida socialdemocracia. 

Es de esperar, por el bien de Podemos, que esta reunión de comunistas y excomunistas se reduzca a amargar el fin de semana a Llamazares porque, como vaya más allá y crezca y se plantee una unidad real con tan recalcitrantes fracasados, los 42 diputados de Podemos de ahora pueden no llegar a la veintena  en las siguientes elecciones y la casta solo les habrá durado una legislatura.
 
Hablar el catalán
 
Las buenas formas y maneras comienzan a abrirse paso en estos páramos mesetarios. El primer paso lo han dado los plebeyos, Iglesias y Sánchez que, por fin, han llamado a Puigdemont, flamante 130º presidente de la Generalitat. Si también lo hará Rajoy, otro plebeyo y futbolero, es un imponderable. Dudo mucho de que lo haga Rivera, que tiene un problema psiquiátrico y edípico con su país, Cataluña. No sé por qué no lo ha hecho Urkullu. 
 
  Y supongo que al Borbón habrá que llevarlo a rastras al teléfono y obligarlo a marcar el número para que ceda. Ignoro por qué se resiste de este modo cuando tiene ejemplos más que sobrados de flexibilidad en su familia: Carlos IV y Fernando VII corrieron a entregar la corona de España y su inmenso imperio ultramarino al Emperador Napoleón I. Isabel II coronó su veraneo en San Sebastián exiliándose en París y a Alfonso XIII le bastaron unas elecciones municipales para coger las de Villadiego. Quizá piense, como sus antepasados, que estos catalanes acaban siempre tragando.

Puede llevarse una sorpresa. ERC anuncia que no acudirá a consultas con el Rey si este no recibe antes a Forcadell y a Puigdemont. Son ganas de fastidiar. ¿Qué más les dará, si ellos son republicanos? Pues por eso precisamente. Así, entre su republicanismo y la ya patente ineptitud de la Casa Real, no ha comenzado la legislatura y ya tenemos un conflicto de negra honrilla. Típicamente español.

Pero vayamos a lo positivo. Pablo Iglesias sí ha llamado y ha expuesto a Puigdemont su punto de vista sobre la cuestión catalana. El más avanzado de todos los del nacionalismo español: referéndum unilateral con Podemos defendiendo el no a la independencia. Palinuro aplaude porque es por lo que viene abogando hace años. Pero ya no está muy seguro de si surtirá efecto. Las cosas han cambiado bastante y, a base de cerrazón española, la gente también, de forma que no es seguro que tenga mucho apoyo ahora, aunque lo respalde Colau. Y eso sin contar con un dato definitivo: Podemos necesitará bastante más diputados que 42 para conseguir que el Parlamento español autorice un referéndum unilateral en Cataluña, al que hoy por hoy, se oponen 253 diputados de PP, PSOE y C's.

Pedro Sánchez también ha llamado a contar a Puigdemont a su vez los planes federales del PSOE que, con la actual aritmética parlamentaria, no son tan cuento de la lechera como los de Podemos, pero no se diferencian mucho. Son, quizá, númericamente más viables que los de Podemos, pero de contenido y substancia mucho más vagarosos e improbables. Es difícil enseñar federalismo a los catalanes que, desde Pi y Margall son los que mejor o peor han venido defendiendo la idea. Y es difícil que un partido tan jacobino como el PSOE (a pesar de su jerga federal) pueda hacer una propuesta atractiva a día de hoy y como están las cosas.

Pero, y lo han comentado muchos en la Villa y Corte: tanto Iglesias como Sánchez han quedado gratamente sorprendidos de haber encontrado en Puigdemont una persona flexible, dispuesta al diálogo, con ánimo de concordia.

¿Qué esperaban? ¿Que mordiera? O tienen muy mala conciencia o ven demasiada Intereconomía.
 
 
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED

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