‘La Terminal’ es un drama romántico con toques de comedia. Dirigido
por Steven Spielberg, narra la peripecia de un singular personaje,
Viktor Navorski (Tom Hanks), atrapado durante más de un año en el
interior del aeropuerto John F. Kennedy. A su llegada a EE UU, el
protagonista descubre que se ha consumado un golpe de Estado en su país,
una ficticia nación llamada Krakozhia que deja de ser reconocida por
Estados Unidos como nación soberana. Navorski ni puede entrar en Nueva
York ni volver a su tierra natal.
Viendo al presidente regional Pedro Antonio Sánchez volver de
Madrid sin garantías de que pueda cerrarse San Javier, para facilitar la
apertura de Corvera, me vino a la memoria la película aeroportuaria de
Spielberg. La de Corvera no es una drama romántico, sino de corte
clásico y con ribetes de comedia berlanguiana. Pero de alguna forma, PAS
parecía esta semana un alter ego de Navorski, sin posibilidad de escape
a corto plazo del lío del aeropuerto construido y cerrado desde hace
cuatro años, atenazado por las dudas jurídicas de un Gobierno en
funciones en Madrid y condenado durante no se sabe cuánto tiempo a vagar
por tierra de nadie, pasando la vergüenza de tener que coger el AVE en
Albacete. Reivindicativo ante los mandamases de la capital del Estado,
pero a la postre impotente frente a nuestro leviatán aeroportuario. Como
Navorski ante las autoridades aduaneras del JFK. O como Valcárcel,
cuando cinco días antes de las elecciones de 2011 selló con el Gobierno
de Zapatero un protocolo para cerrar San Javier, que a la postre quedó
en papel mojado.
Que Aena acceda a clausurar San Javier para facilitar la
apertura de Corvera siempre fue, y será, un objetivo complicado. La
empresa estatal hizo su gran apuesta financiera y estratégica con la
faraónica ampliación de El Altet y solo por una orden política de
Fomento tomaría una decisión que debilitaría al aeródromo alicantino. Y
ahora es más difícil que nunca, con un Gobierno en el aire, con capital
privado en su accionariado y con algunos directivos de Aena deseando
pasar a mejor vida en la empresa privada, tras haber hecho la salida más
exitosa de 2015 en la Bolsa y no haber visto un euro en bonus.
En la
película de Corvera hay muchas horas de metraje inédito o poco conocido.
Un episodio esclarecedor fue la reunión que, a finales de 2012, se
produjo en La Moncloa entre Rajoy, Ana Pastor, Valcárcel y el presidente
de Aena, donde éste esgrimió un informe interno sobre la inviabilidad
de Corvera. Pero José Manuel Vargas recibió un encargo político y se
puso a colaborar para desbloquear la apertura del aeropuerto. En
primavera había una hoja de ruta pactada para abrir a finales de 2013,
con Aena como más que probable gestor si se daban ciertas condiciones.
Aún así los nervios estaban a flor de piel. El viernes 24 de mayo ‘La
Verdad’ publicó el informe de Aena y el inquilino de San Esteban llamó a
Ana Pastor, quien a su vez pidió explicaciones a la cúpula de la
empresa estatal por la filtración. Allí no daban crédito. Primero porque
Aena no era la fuente de la información. Y segundo, y sobre todo, por
el hecho de que se hubiera interrumpido un Consejo de Ministros por
semejante asunto.
No había duda de que Corvera debía abrirse cuanto antes. Era
(es) un proyecto con mayoritario respaldo político y social frente a las
limitaciones conocidas de San Javier, aunque eso no eximía a este
periódico de su obligación de aportar información veraz y de interés
público sobre el proyecto, más aún cuando su gestión por el Gobierno
regional estaba siendo errática y controvertida. Eran los tiempos del
mantra oficial ‘Corvera no va a costar un euro a los murcianos’ y
aquella información causó escozor en San Esteban, donde empezaban a
perderse los papeles con el tema del aeropuerto.
Y así acabó
produciéndose meses después una cascada de disparates. Siguiendo la hoja
de ruta marcada se retiró la concesión a Aeromur con un contundente
dictamen del Consejo Jurídico. Había numerosos y sólidos fundamentos
porque los incumplimientos del consorcio liderado por Sacyr eran
clamorosos. Lo inaudito no fue la ruptura, sino la marcha atrás que se
produjo en cuestión de días y que se concretó en un intento de
renegociación con Sacyr, enviando a dos consejeros a parlamentar a
Albacete con representantes de la constructora.
El embrollo jurídico que
todavía colea eran tan monumental como la tormenta política que se
llevó por delante al consejero Juan Bernal, cuando revelamos que se
había desmarcado de la decisión de los demás miembros del Gobierno de no
reclamar a Sacyr el pago de lo que debía. Con el Gobierno regional
asumiendo el pago del aval de 200 millones, se llevó a cabo un intento
postrero, con el consejero Campos a la cabeza, de reabrir el aeropuerto
con Sacyr. Aquello acabó con la explosiva dimisión del exconsejero en el
mismo despacho de la ministra al ver que Garre y Pastor zanjaban esa
posibilidad.
La comisión de investigación que comenzará el próximo mes en la
Asamblea no va a acelerar la apertura de esta infraestructura
fundamental para la Región, lo que lamentablemente va para largo.
Servirá para que quienes tuvieron las mayores responsabilidades rindan
cuentas y expliquen por qué se tomaron ciertas decisiones, como la
concesión de un aval renunciando al beneficio de excusión o el órdago
político con marcha atrás de aquel verano de 2013.
Nada de eso evitará
el pago diario de 22.000 euros a causa de la deuda asumida por la
Comunidad por un proyecto concebido en otros tiempos bien distintos,
cuando todo parecía posible con la burbuja inmobiliaria y la generosidad
de todos los actores del mundo de la obra pública, partidos políticos y
constructoras, era bien diferente. Pero eso es otra historia de
Mediocristán, esa Murcia política que socializa el coste de sus fracasos
personales.
(*) Periodista y director de La Verdad
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