domingo, 17 de enero de 2016

La Terminal / Alberto Aguirre de Cárcer *

La Terminal’ es un drama romántico con toques de comedia. Dirigido por Steven Spielberg, narra la peripecia de un singular personaje, Viktor Navorski (Tom Hanks), atrapado durante más de un año en el interior del aeropuerto John F. Kennedy. A su llegada a EE UU, el protagonista descubre que se ha consumado un golpe de Estado en su país, una ficticia nación llamada Krakozhia que deja de ser reconocida por Estados Unidos como nación soberana. Navorski ni puede entrar en Nueva York ni volver a su tierra natal. 

Viendo al presidente regional Pedro Antonio Sánchez volver de Madrid sin garantías de que pueda cerrarse San Javier, para facilitar la apertura de Corvera, me vino a la memoria la película aeroportuaria de Spielberg. La de Corvera no es una drama romántico, sino de corte clásico y con ribetes de comedia berlanguiana. Pero de alguna forma, PAS parecía esta semana un alter ego de Navorski, sin posibilidad de escape a corto plazo del lío del aeropuerto construido y cerrado desde hace cuatro años, atenazado por las dudas jurídicas de un Gobierno en funciones en Madrid y condenado durante no se sabe cuánto tiempo a vagar por tierra de nadie, pasando la vergüenza de tener que coger el AVE en Albacete. Reivindicativo ante los mandamases de la capital del Estado, pero a la postre impotente frente a nuestro leviatán aeroportuario. Como Navorski ante las autoridades aduaneras del JFK. O como Valcárcel, cuando cinco días antes de las elecciones de 2011 selló con el Gobierno de Zapatero un protocolo para cerrar San Javier, que a la postre quedó en papel mojado.

Que Aena acceda a clausurar San Javier para facilitar la apertura de Corvera siempre fue, y será, un objetivo complicado. La empresa estatal hizo su gran apuesta financiera y estratégica con la faraónica ampliación de El Altet y solo por una orden política de Fomento tomaría una decisión que debilitaría al aeródromo alicantino. Y ahora es más difícil que nunca, con un Gobierno en el aire, con capital privado en su accionariado y con algunos directivos de Aena deseando pasar a mejor vida en la empresa privada, tras haber hecho la salida más exitosa de 2015 en la Bolsa y no haber visto un euro en bonus. 

En la película de Corvera hay muchas horas de metraje inédito o poco conocido. Un episodio esclarecedor fue la reunión que, a finales de 2012, se produjo en La Moncloa entre Rajoy, Ana Pastor, Valcárcel y el presidente de Aena, donde éste esgrimió un informe interno sobre la inviabilidad de Corvera. Pero José Manuel Vargas recibió un encargo político y se puso a colaborar para desbloquear la apertura del aeropuerto. En primavera había una hoja de ruta pactada para abrir a finales de 2013, con Aena como más que probable gestor si se daban ciertas condiciones. Aún así los nervios estaban a flor de piel. El viernes 24 de mayo ‘La Verdad’ publicó el informe de Aena y el inquilino de San Esteban llamó a Ana Pastor, quien a su vez pidió explicaciones a la cúpula de la empresa estatal por la filtración. Allí no daban crédito. Primero porque Aena no era la fuente de la información. Y segundo, y sobre todo, por el hecho de que se hubiera interrumpido un Consejo de Ministros por semejante asunto.
 
No había duda de que Corvera debía abrirse cuanto antes. Era (es) un proyecto con mayoritario respaldo político y social frente a las limitaciones conocidas de San Javier, aunque eso no eximía a este periódico de su obligación de aportar información veraz y de interés público sobre el proyecto, más aún cuando su gestión por el Gobierno regional estaba siendo errática y controvertida. Eran los tiempos del mantra oficial ‘Corvera no va a costar un euro a los murcianos’ y aquella información causó escozor en San Esteban, donde empezaban a perderse los papeles con el tema del aeropuerto. 

Y así acabó produciéndose meses después una cascada de disparates. Siguiendo la hoja de ruta marcada se retiró la concesión a Aeromur con un contundente dictamen del Consejo Jurídico. Había numerosos y sólidos fundamentos porque los incumplimientos del consorcio liderado por Sacyr eran clamorosos. Lo inaudito no fue la ruptura, sino la marcha atrás que se produjo en cuestión de días y que se concretó en un intento de renegociación con Sacyr, enviando a dos consejeros a parlamentar a Albacete con representantes de la constructora. 

El embrollo jurídico que todavía colea eran tan monumental como la tormenta política que se llevó por delante al consejero Juan Bernal, cuando revelamos que se había desmarcado de la decisión de los demás miembros del Gobierno de no reclamar a Sacyr el pago de lo que debía. Con el Gobierno regional asumiendo el pago del aval de 200 millones, se llevó a cabo un intento postrero, con el consejero Campos a la cabeza, de reabrir el aeropuerto con Sacyr. Aquello acabó con la explosiva dimisión del exconsejero en el mismo despacho de la ministra al ver que Garre y Pastor zanjaban esa posibilidad.

La comisión de investigación que comenzará el próximo mes en la Asamblea no va a acelerar la apertura de esta infraestructura fundamental para la Región, lo que lamentablemente va para largo. Servirá para que quienes tuvieron las mayores responsabilidades rindan cuentas y expliquen por qué se tomaron ciertas decisiones, como la concesión de un aval renunciando al beneficio de excusión o el órdago político con marcha atrás de aquel verano de 2013. 

Nada de eso evitará el pago diario de 22.000 euros a causa de la deuda asumida por la Comunidad por un proyecto concebido en otros tiempos bien distintos, cuando todo parecía posible con la burbuja inmobiliaria y la generosidad de todos los actores del mundo de la obra pública, partidos políticos y constructoras, era bien diferente. Pero eso es otra historia de Mediocristán, esa Murcia política que socializa el coste de sus fracasos personales.

(*) Periodista y director de La Verdad

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