domingo, 3 de enero de 2016

El desgobierno y la crisis de los partidos / Pablo Sebastián *

Decíamos al final de 2015 que España ha cambiado, y que las recetas de la vieja política bipartidista y partitocrática no sirven para alcanzar la nueva frontera que se vislumbra tras los resultados electorales del 20-D. De los que se desprende un Parlamento multipolar donde los pactos de Gobierno se antojan imposibles tras los primeros sondeos entre los líderes políticos donde no aparece un claro vencedor y que lo primero que han hecho, empezando por el PSOE, ha sido dibujar sus respectivas líneas rojas antes de comenzar a dialogar y de escuchar a los demás.

Subrayemos que ninguno de los dirigentes que han obtenido unos malos resultados está dispuesto a dimitir o a retroceder. Ni Rajoy, Sánchez, Mas o Garzón, se han movido de sus casillas de partida en este infernal tablero de ajedrez en el que se ha convertido el mapa político español.

Y todos ellos tienen además sus respectivos problemas internos que son la lógica consecuencia del resultado electoral. Incluso en el ámbito emergente de Ciudadanos y de Podemos. Los de Albert Rivera porque todavía no se explican el resultado electoral que ellos esperaban mejor para conseguir la llave de la gobernabilidad. Y los de Pablo Iglesias porque los barones regionales de Podemos empiezan a tirar cada uno por su lado y Ada Colau ya exige que los diputados catalanes bloqueen todo acuerdo con el PSOE.

Al final, el fuego abrasador del referéndum de autodeterminación que pregona Iglesias -a sabiendas que es imposible por inconstitucional- acabará dañando su liderazgo y dejando en evidencia que Podemos no tiene para España un proyecto nacional. Sino un modelo variopinto e ingobernable semejante al de los medievales reyezuelos de los Taifas tras la desaparición del califato de Córdoba. Y buena prueba de lo que le espera al líder de Podemos la tiene ya en Cataluña porque Colau se ha crecido con el resultado electoral del 20-D, a pesar de que entre los votos recibidos están los de la CUP que no concurrió a estos comicios generales.

Cuídese pues Pablo Iglesias de repetir, como hace, que Sánchez no es quien manda en el PSOE por causa de la influencia de Susana Díaz no vaya a ser que se ponga de moda recordarle a él que Colau es la que tiene en Podemos la sartén por el mango catalán. De hecho le obligó a introducir en el programa electoral de Podemos el discutido derecho de autodeterminación que Iglesias y su equipo directivo había olvidado de manera intencionada hasta que Ada Colau los pilló.

Los problemas en Izquierda Unida y su fallida Unidad Popular son de carácter terminal. Su lamentable intento de pactar con Bildu un grupo parlamentario en el Congreso de los Diputados da idea de su deterioro y penoso final. Y si se celebraran nueva elecciones anticipadas esta vez IU no podría competir y sus votantes se irían a Podemos o al PSOE. El ansia de protagonismo de Alberto Garzón los confundió.

De la crisis del PSOE es fácil hablar a la vista del espectáculo que están dando todos ellos enfrentados entre sí. Sánchez no dimite, Susana Díaz amenaza, no tienen con quién pactar porque se han construido ellos mismos un corralito con sus propias líneas rojas, y discutiendo están si habrá un Congreso del partido en febrero como lo quiere Susana o en primavera tal y como lo pretende Sánchez para intentar atrincherarse en el poder.

Y lo que es peor no dicen una sola verdad, como cuando aseguran que hay que esperar a ver si Rajoy puede formar un gobierno que ellos vetaron, o cuando añaden que Sánchez debe intentar formar gobierno pero sin negociar con Podemos ni con el PP, lo que es sencillamente imposible.

¿A qué juegan en el PSOE? Ni ellos mismos lo saben. Ahora bien en el PP no le van a la zaga a los socialistas, aunque la crisis interna y del liderazgo de Rajoy esté soterrada y de momento encapsulada porque nadie en ese partido se atreve a levantar la voz. Aznar osó solicitar un Congreso -que ya viene con seis meses de retraso- y Rajoy le dijo que no. Y no solo eso, Rajoy es otro que no dice la verdad porque insiste en formar gobierno cuando sabe que no tiene con quien, porque la llave de la gobernabilidad no es de Ciudadanos sino del PSOE que, por tres veces, ya le ha dicho que no pactarán ni con él ni con el PP.

Entonces ¿a qué espera Rajoy? Pues como todos, en la Moncloa están haciendo cábala y cálculos de lo que pasaría en el caso de elecciones anticipadas. Y los más optimistas dicen que eso beneficiaría al PP ante el desgobierno general del país. Máxime si Artur Mas es investido por la CUP presidente de la Generalitat y si Podemos sube en los sondeos por encima del PSOE, mientras Ciudadanos se estanca o comienza a bajar.

A Rajoy estos cuentos de la lechera electoral le saben a gloria y por eso asegura que en caso de elecciones se volverá a presentar. Y por ello no quiere dar un paso atrás. Además Rajoy tiene una apuesta personal con Sánchez y Mas a ver quién de los tres resiste más tiempo y quién es el que cae primero desde sus respectivos balcones del poder.

He aquí el escenario de la vieja política donde no hay visos de solución y donde todo está bloqueado y empantanado. Y ¿no hay otras salidas posibles de semejante laberinto de desgobierno nacional? Ahora no, habrá que esperar unas semanas a ver si aparece algo nuevo en este confuso horizonte español donde parece llegada la hora de estadistas que pongan en marcha una segunda transición. Nosotros hemos dado los nombres de Borrell y Piqué como posibles ‘hombres buenos’ para dinamizar esta situación.

(*) Periodista

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