domingo, 10 de enero de 2016

La Brunete mediática, Mas, la CUP y España / Ramón Cotarelo *

La Brunete. Si la prensa "moderada" se pone así, no quiero pensar cómo estarán los herederos del Alcázar, la División Azul y ¿Dónde vas Alfonso XII? Echando las muelas, supongo. Un titular torticero, un editorial lleno de falsedades, mentiras como noticias y llamadas histéricas al gobierno de concentración. Eso es El País de hoy, un buen ejemplar de la caverna. Cualquier coincidencia entre estas "noticias" y lo que pasó ayer en Barcelona es pura casualidad. 
 
Si por este diario fuera, Mas estaría ya en la cárcel y Cataluña, intervenida. Y tienen la desfachatez de llamar periodismo a esto. Su desesperación es comprensible: los políticos españoles son un manojo de ineptos. Los del gobierno, además, unos mangantes; y los de la oposición, unas pobres gentes tan inútiles como aquellos a los que se oponen y a los que, en realidad, no se oponen. A unos y otros Cataluña les suena al País de la Cucaña, gracias a la "ñ" y, para cuando hayan aprendido a pronunciar el nombre del nou president, Carles Puigdemont i Casamajó, las catalanas llevarán quinquenios de independencia.

Mas. El País no puede contar lo que pasó ayer en Barcelona porque el miedo le ciega. Sigue empecinado en que la movilización social catalana es una manía de Mas, al que considera el motor de la independencia. Ahora resulta que la retirada del motor acelera esa independencia. Esto es mejor, si cabe, que lo del núcleo irradiador, pues implica una patada a la lógica aristotélica según la cual una cosa no puede ser ella misma y su contraria al mismo tiempo. El País no vio lo que pasó ayer y, por tanto, no lo entendió, así que, si quiere enterarse, lea un Palinuro también de ayer, Gobierno en Cataluña y perdóneseme la inmodestia de citarme. Lo hago por no aburrir a l@s lector@s habituales con una repetición para que los de El País entiendan una realidad sobre la que informan y de la que saben tanto como de los indios mescaleros. 
 
Ayer, Mas triunfó en toda la línea, convirtió una derrota en una victoria, eliminó la posibilidad de unas elecciones nuevas (en las que Colau y Podemos tenían puestas sus ambiguas esperanzas), y no solo "avivó" la secesión, sino que devolvió la esperanza y la ilusión a cientos de miles de catalanes y demostró ser un político de una talla insólita en España, políglota, de nuestro tiempo, capaz de articular ideas, con personalidad, a años luz de estos mediocres del páramo hispánico, encabezados por ese semianalfabeto hincha de fútbol que lleva cuatro años destruyendo el país que desgobierna. Como Mas los lleva mejorando el suyo y poniéndolo a punto para la independencia. Además, convirtió el lamentable veto de la CUP en su consagración como próximo presidente de la República catalana. Y de la CUP ya veremos lo que queda.

CUP.¡Qué desastre! ¡Qué decepción! ¡Qué modo tan vergonzante de pasar de la fraseología revolucionaria, la consistencia, la coherencia asamblearia, etc., a un pacto vergonzoso de subalternidad que convierte su grupo parlamentario en una mezcla de rehenes y comparsas de Junts pel Sí. ¡Cómo se nota que esta gente inflexible y doctrinaria puede vetar y hacer daño, pero carece de malicia y experiencia parlamentaria para resistirse a lo que le ha pasado! A cambio de investir a una "candidato alternativo a Mas" (que es un hombre de confianza de Mas, nombrado por Mas, quien se queda dando instrucciones y controlando el proceso en estos decisivos 18 meses y en función de competencias que él mismo determina), ha quedado atado de pies y manos como una especie de sidecar de la moto de Junts pel Sí
 
Para tratar de edulcorar este amargo trago, la CUP publicó una nota en la que, mediante retórica y disimulo, daba a entender que su derrota era una victoria. Para desengañarse, basta comparar la nota de la CUP con el acuerdo real (también a la derecha) con Junts pel Sí. Los simpatizantes de la CUP que pedimos la investidura de Mas sufrimos una frustración con su veto. La incapacidad de la organización de rectificar sin entregarse al vencedor para que este la lleve humillada como las legiones romanas a Vercingétorix es ya la decepción final. Parafraseando a Francisco de Borja ("¡nunca más servir a señor que se pueda morir!") diremos "¡nunca más simpatizar con quien no sepa estar a la altura que los tiempos requieren!
 
Porque hace falta ser verdaderamente inútil para vetar a Mas como presidente con plenos poderes y responsabilidades para investirlo como presidente en la sombra con los poderes pero sin las responsabilidades. Y es que, si Mas da sopas con honda a todos los políticos españoles juntos o separados, a estos infelices de la CUP los deja sin saber lo que hacen y, desde luego, sin poder justificarlo después. Por cierto, este acuerdo, que es una entrega completa de la CUP a JxS ¿no ha de someterse a asamblea alguna?

España. En España cunde el desconcierto, situación habitual de una oligarquía que jamás se ha tomado el trabajo de entender el país que lleva siglos esquilmando. Ni la oligarquía ni su aparente oposición que comparte con aquella la ignorancia del país, los prejuicios sobre los nacionalismos periféricos y su injustificada valoración de la nación española, aunque con unos toques de leve progresismo. Desde el principio del año 2015 Palinuro vino avisando de que las elecciones y, en general, toda la política española estarían condicionadas por la evolución en Cataluña porque el independentismo llevaba la iniciativa y los españoles no tenían nada a que echar mano. 
 
Bien se ve ahora. Nadie ha preparado nada, nadie tiene una alternativa, nadie se tomó en serio la impresionante movilización social catalana en pro de un Estado nuevo. Al contrario, Rubalcaba sacó del baúl de la abuela un traje con olor a naftalina llamado federalismo y en el cual no creía; Rajoy, sin duda el presidente más tonto que ha aguantado este país desde los tiempos del general Narváez, calificó la manifestación multitudinaria de la Diada de 2012 de algarabía y este buen hombre, Sánchez, hechura de Rubalcaba agita el espantajo federal mediante una reforma constitucional que tampoco podrá llevar a cabo. 

No estoy seguro de si el PSOE podrá resistir la presión para que, dadas las circunstancias, se forme una gran coalición de PP, PSOE y C's. Si lo hace solo le quedará la vía de un gobierno de izquierda para el que necesitará el apoyo de Podemos y ERC más Democracia i Llibertad, lo cual es imposible porque todos ellos pedirán el referéndum de autodeterminación al que Pedro Sánchez,  español y mucho español, se niega. Así las cosas parece imposible evitar nuevas elecciones que se harán, cómo no, con la vista puesta en Cataluña. Si el PSOE no resiste la presión y forma gobierno con el PP, no solamente se hundirá él, como le vaticinan todos los analistas sino también el PP y, mira por dónde, si Podemos y Ciudadanos no terminaron con el bipartidismo dinástico (al que pretenden sustituir) esa tarea puede estar reservada a la República catalana.
 
Menuda lección
 
Menuda lección de política de altos vuelos ha dado Mas a todo el mundo. Ya quisiéramos tener en España alguien de esta categoría, alguien capaz de diseñar una salida de este calibre al lío catalán, encauzarlo y poner de nuevo la máquina en movimiento con la elegancia de quitarse de enmedio. Alguien capaz de explicar el asunto en catalán, español, inglés y francés, a diferencia del pobre hombre de La Moncloa, que no sabe ni expresarse en su lengua. Y alguien capaz de recuperar el movimiento, a toda velocidad y con garantías de estabilidad para llevar a cabo su programa porque, además, ha aniquilado a la CUP.

Un paso al lado es un paso al frente. Un presidente en funciones es un presidente permanente. Un expresidente es un presidente que se hace a sí mismo.

De él se dirá que puso el proceso en marcha, lo sostuvo contra los ataques, fue procesado por él y lo salvó cuando lo necesitaba sabiendo que hacer renuncia a lo formal salvaguardaba lo material y esencial. Se dirá que, llegado el momento de hacer realidad lo que se dice, hay quien lo hace y quién no. Que la prioridad retórica se convierta en realidad.

Se dirá que fue él quien supo poner el país por delante de su partido y de su persona, entendiendo por el país, la gente que lo habita. Toda la gente.

Y sobre todo se dirá que saber convertir una retirada y una derrota fáctica a corto plazo en una victoria política y moral a largo plazo no está al alcance de cualquiera, sino solo de los grandes.

Con su decisión de ayer, Artur Mas ha dejado de ser el presidente en funciones de la Autonomía catalana para pasar a ser el presidente in péctore de la próxima República catalana, su fundador.

Eso en cuanto a los aspectos morales de la decisión de ayer. Pero esta dimensión moral vino encajada en un marco pragmático que asegura que tanta inteligencia y tanto sacrificio, tanto tesón y tanta paciencia no vayan a perderse después en las contingencias caprichosas de la política práctica. Ese marco pragmático consta de los siguientes elementos:

El presidente, Carles Puigdemont, propuesto por el propio Mas, goza de su confianza antes de solicitar la del Parlamento.

Dos diputad@s de la CUP pasan a integrarse en el grupo parlamentario de Junts pel Sí y, actuando al modo de los antiguos rehenes en las guerras del pasado, garantizan la estabilidad del gobierno de la Generalitat para los próximos 18 meses.

En asunción de sus errores, dos diputad@s de la CUP causarán baja y serán substituid@s por otr@s dos como garantía suplementaria de la dicha estabilidad de gobierno.

El grupo parlamentario de la CUP se compromete a apoyar siempre al gobierno de JxS y a no votar nunca en ningún caso con los grupos contrarios al derecho a decidir. Los tres meses de negociaciones hasta la fecha han mostrado qué disfuncionales pueden ser las sorpresas y altibajos en la realización de un proyecto colectivo de todo el país, que no puede estar a merced de lo que decidan grupos movidos por lealtades parciales.

El gobierno llevará adelante la hoja de ruta en los 18 meses hasta preparar el nuevo escenario que, elecciones mediante, pueda alumbrar el camino a la República catalana.

Obviamente, esta decisión –de una complejidad, sutileza e inteligencia notables- aleja el peligro de elecciones nuevas que, como dijo Mas, solo podrían traer caos a Cataluña. Igualmente tranquiliza a la població, especialmente los votantes independentistas, que ven compensadas sus tribulaciones últimas con un acuerdo que, sobre su altura moral, añade una seguridad pragmática que garantiza el cumplimiento del programa previsto.

En ningún momento se ha mencionado que este acuerdo se hace en un contexto de especial debilidad del Estado que carece de gobierno; el que tiene en funciones está absolutamente desprestigiado en el interior y el exterior y no parece que vaya a resolver este desconcierto en el corto plazo por la evidente incompentencia de los políticos españoles que, sumados todos ellos, no dan un Mas. Porque en todo conflicto –y el de Cataluña/España lo es- no basta con que las propias fuerzas estén preparadas y tengan un mando esclarecido. Si, además, el adversario carece de preparación y de mando, la tarea se facilita.

Todo lo anterior se refiere al pasado y sobre todo al presente. Pero la comparecencia de Mas, añadió a su dimensión de político la de estadista que indudablemente tiene y perfiló también el futuro. Habló de los costes y los beneficios de la decisión, tanto personales como institucionales que, por supuesto, están mezclados. Y ese parlamento fue más importante aun que el propio acuerdo que glosaba porque acabó siendo la verdadera garantía del proceso, la que todo el mundo entendió aunque no se formulara: él se va, pero se queda.

Mas no abandona la política, queda como expresidente y, por si alguien duda del alcance de sus palabras, aclaró que las competencias del expresidente las decidiría él mismo. El modelo del dualismo Putin/Medveded quedaba esbozado. El expresidente tutelará el rumbo a la República con todas las consecuencias, incluidas, claro es, las amenazas judiciales españolas.

Además dedicará los 18 meses en cuestión a refundar CDC, muy probablemente a lo largo de la línea de un movimiento con cierto eco gaullista y, al final, deja abierta la puerta a la posibilidad de presentarse a las próximas elecciones como legítimo aspirante a ser el primer presidente de la República catalana de la que ya lo es in péctore desde ayer.
 
 
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED

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