martes, 29 de diciembre de 2015

Hacen falta herramientas geopolíticas para entender lo de Cataluña / Antonio Sánchez-Gijón *

Los focos de tensión nacionalista o separatista que se extienden intermitentemente por el norte, nordeste y este de España, desde Cabo Finisterre hasta comarcas meridionales de la Comunidad Valenciana, además de las Baleares, evidencian los condicionantes geopolíticos propios de una geografía poco dotada para facilitar la unidad orgánica de los pueblos que se asientan sobre sus fragmentados espacios. Mantenerlos unidos es muy difícil, como atestiguan numerosos acontecimientos remotos y actuales.

En Europa, hay otros es­pa­cios geo­po­lí­ticos poco fa­vo­ra­bles a la unidad de las so­cie­dades que sobre ellos se asien­tan. Por ejem­plo, Alemania. Y por muy dis­tintas que sean las ca­rac­te­rís­ticas fí­sicas de su cons­ti­tu­ción geo­grá­fica res­pecto de las de la Península, la geo­grafía ha de­ter­mi­nado con igual fuerza su des­tino his­tó­rico. En el caso de España, me re­fe­riré a su tem­prana unidad po­lí­tica (finales del siglo XV) y en el caso de Alemania a la con­se­cu­ción de esa unidad casi cuatro si­glos des­pués.

Antes de se­guir con el ar­gu­mento, vayan unas notas sobre los es­pa­cios geo­grá­ficos de una y otra na­ción. La Península Ibérica es un in­menso (en tér­minos eu­ro­peos) te­rri­torio cuyas re­giones se ha­llan se­pa­radas por ca­denas de mon­tañas, y largas fajas de te­rri­to­rios poco fa­vo­ra­bles al asen­ta­miento hu­mano, que la re­co­rren de este a oeste, y otras menos ex­tensas que son fe­races y fa­vo­ra­bles, pero pe­ri­fé­ri­cas.

Estas con­di­ciones de­ter­minan la apa­ri­ción de en­ti­dades po­lí­ticas se­pa­ra­das, si no enemi­gas, que son además re­la­ti­va­mente po­bres en re­cur­sos. En el te­rri­torio pe­nin­sular sólo hay un rio na­ve­ga­ble, en un corto tre­cho, el Guadalquivir, el cual sólo ju­gará un papel his­tó­rico im­por­tante a partir del XVI. Una ca­dena de mon­tañas se­para a España del con­ti­nente eu­ro­peo, los Pirineos, que sólo ofrecen dos pasos más o menos am­plios en sus ex­tremos este y oeste, que los pue­blos asen­tados sobre ellos quieren guardar para sí, con mucho celo.

Una ex­tensa costa pro­por­ciona a los te­rri­to­rios al­gunos puertos na­tu­rales que los abren a los trá­ficos hacia los cuatro puntos car­di­na­les. El ac­ceso a las di­fe­rentes fa­chadas ma­rinas es otro factor ad­verso a la uni­dad, pues cada una de ellas mira pre­fe­ren­te­mente a los reinos y seño­ríos que se si­túan en las ori­llas opues­tas, no entre ellas. Alemania se ha cons­truido sobre un es­pacio en­cua­drado por el Rin al este, la ver­tiente norte de los Alpes y los Montes Metálicos al sur, y a lo largo de va­ria­bles lí­mites a lo ancho de vastas lla­nuras que se ex­tienden desde el mar del Norte a los con­fines de Polonia, y que hasta la pri­mera mitad del s. XX to­caban los de Rusia en el en­clave de Prusia Oriental. Posee además ríos na­ve­ga­bles y puertos sobre las rutas co­mer­ciales más im­por­tantes de Europa.

Mientras España sólo fue ocu­pada total o casi to­tal­mente por ro­ma­nos, vi­si­godos y ára­bes, y sólo ha su­frido una in­va­sión tran­si­toria mo­derna de al­guna im­por­tan­cia, la de Napoleón, Alemania ha sido in­va­dida por mul­titud de pue­blos: ro­ma­nos, francos hu­nos, po­la­cos, li­tua­nos, sue­cos, ru­sos, aus­tria­cos, etc,, y ha sido ocu­pada in­nu­me­ra­bles veces por ejér­citos ex­tran­je­ros. Sus pla­ni­cies del norte son un co­rredor ideal para cual­quier ejér­cito in­va­sor. Los vec­tores geo­po­lí­ticos de Alemania le lle­vaban a gue­rras con Francia por el Rin, con Rusia y Polonia por las lla­nuras orien­ta­les, con Suecia y Dinamarca por el Báltico, y con Austria por la he­ge­monía sobre toda Alemania.

Roma y Francia en las his­to­rias de España y Alemania
¿Qué fac­tores geo­po­lí­ticos de­ter­mi­naron que la unidad po­lí­tica de España se pro­du­jera a fi­nales del siglo XV, y la de Alemania casi cuatro si­glos des­pués? Estas son las di­fe­ren­cias que lo ex­pli­can. Respecto de España, Roma (que, no se ol­vide, tenía la po­testad de in­vestir los reyes como so­be­ranos le­gí­ti­mos) operó en sen­tido ge­ne­ral­mente fa­vo­rable a la unidad de los reinos es­paño­les, en razón del pro­pó­sito común de la lucha contra el Islam, lucha ex­ten­dida por todo el frente me­di­te­rrá­neo, del que de­pendía la se­gu­ridad y pros­pe­ridad de los es­tados pon­ti­fi­cios.
En cuanto a Alemania, el in­terés de Roma fue, desde la di­vi­sión del im­perio ca­ro­lin­gio, la de­bi­li­ta­ción de los em­pe­ra­dores ale­manes por su pre­ten­sión de ex­tender sus do­mi­nios a Italia. Clave de la po­lí­tica pon­ti­ficia era el flan­quea­miento de Alemania por cuenta de un gran reino, el de los fran­cos, que am­bi­cio­naba el do­minio de las dos ori­llas del Rin.

Francia y sus Reyes cris­tia­ní­simos son, ade­más, clave en el desa­rrollo geo­po­lí­tico de los reinos es­paño­les. De modo casi cons­tante, la Corona de Aragón cho­caría con los reyes fran­ceses por razón de las disputas por el do­minio sobre la Provenza y la Saboya oc­ci­den­tal, más tarde cir­cuns­critas al Rosellón, París tenía un fuerte in­terés po­lí­tico en apoyar a Castilla frente a la Casa de Aragón y su brazo na­val, el con­dado de Barcelona. Cuando éste se dis­puso a ex­tender su do­minio sobre los reinos ita­lianos (Sicilia, Cerdeña, Nápoles), la enemiga de Francia fue inexo­ra­ble, y ten­dría su punto de choque ar­mado en el Rosellón y Nápoles.

Pero re­to­memos el ar­gu­mento que trata de ex­plicar la pronta unidad po­lí­tica de los reinos es­pañoles y la tardía unión ale­mana. La España cris­tiana está for­mada por reinos re­la­ti­va­mente po­bres, y además son mu­chos. La unidad tiene que bus­carse de­li­be­ra­da­mente, porque la com­pe­tencia por el botín árabe, por sí sola, lleva a gue­rras in­ternas en la Cristiandad pe­nin­su­lar. Hay vo­luntad cons­tante en el reino de Castilla por con­sumar la Reconquista.

Desde prin­ci­pios del s. XIII, sus reyes fijan sus am­bi­ciones en Andalucía, que está ahí, al sur de Sierra Morena. A estas al­turas del tiempo, Francia lleva dos si­glos in­flu­yendo sobre Castilla: la orden de Cluny in­tro­duce en el reino el rito ro­mano y el arte gó­tico, el ré­gimen seño­rial francés ins­pira al cas­te­llano, la po­lí­tica ma­tri­mo­nial de los dos reinos afianza in­tereses co­mu­nes, etc.

Castilla man­tiene su de­signio de re­con­quista a través de la vo­luntad de tres re­yes: Alfonso VIII, Fernando III e Isabel I, cada uno ins­pi­rador de un de­signio de­ci­sivo: con­quistar la cuenca del Guadiana, la del Guadalquivir y el Reino de Granada, res­pec­ti­va­mente. El ma­tri­monio de Isabel con Fernando de Aragón es el fruto de un pro­yecto cas­te­llano a largo plazo: co­locar en el reino de Aragón un rey de la casa cas­te­llana de Trastámara. El Compromiso de Caspe es un acon­te­ci­miento que los na­cio­na­listas ca­ta­lanes de­ploran con toda su alma. El tras­tá­mara Rey Católico no es pre­ci­sa­mente el héroe de la his­to­rio­grafía na­cio­na­lista ca­ta­lana.

Designio y vo­lun­tad, en su co­rres­pon­diente marco geo­po­lí­ti­co
He atri­buido un ‘designio’ a los reyes de Castilla y Aragón. Esa pa­labra in­dica un pro­pó­sito de la vo­luntad y un cálculo de la razón sobre lo que es po­sible o ne­ce­sario hacer para con­se­guir un ob­je­tivo geo­po­lí­tico de má­xima im­por­tan­cia. En los casos de las co­ronas de Castilla y Aragón, ya están in­di­cados más arriba: la re­cu­pe­ra­ción para la Cristiandad de los ricos te­rri­to­rios ára­bes.

A fi­nales del XV se pro­dujo además algo muy im­por­tante: un re­di­seño de la po­lí­tica in­ter­na­cional de los reinos es­paño­les, que su­puso un ver­da­dero ‘renversement’ de las alianzas de Castilla, con­se­cuencia de su unión con Aragón, pues ése era el cálculo que guiaba al prín­cipe ara­gonés Fernando con su ma­tri­monio con Isabel. Castilla, o si se pre­fiere decir ahora España, pondrá parte de su te­soro y de sus hom­bres a de­fender el im­perio ita­liano con­quis­tado por Aragón, lo que abrirá dos si­glos de enemiga y gue­rras entre los reyes es­pañoles y los fran­ce­ses, y que sólo se ce­rrará en 1700, cuando el duque de Anjou sea ele­vado por el Habsburgo Carlos II al trono de España. Hecho que, si hemos de creer a los na­cio­na­lis­tas, re­sultó ca­tas­tró­fico para Cataluña.

Estos acon­te­ci­mientos pro­yec­tan, de la forma que ve­remos en otro mo­mento, su som­bra, o si se pre­fiere su in­fluen­cia, sobre los acon­te­ci­mientos ac­tua­les, y ex­plican en gran parte el origen del con­flicto plan­teado por el se­ce­sio­nismo ca­ta­lán. Me re­fe­riré en otro ar­tículo a esta co­ne­xión. Es la parte más in­tere­sante de esta his­to­ria. Pero vol­vamos a Alemania: allí tam­bién está pre­sente el de­signio de la uni­dad, como con­se­cuencia im­pre­vista de las gue­rras na­po­leó­ni­cas. Pero hacía falta rea­li­zarla. Y se rea­liza, como en el caso de la unidad es­pañola, por la vo­luntad y el de­signio de un per­so­naje po­de­roso y ex­cep­cio­nal, el can­ci­ller Otto von Bismarck, y tam­bién como en España, re­sul­tado de una serie de gue­rras ‘geopolíticas’ (contra Austria y contra Dinamarca), hasta que Bismarck gal­va­niza la vo­luntad de los ale­manes en favor de la unidad me­diante la vic­toria sobre el em­pe­rador fran­cés, Napoleón III, en 1870, y la re­cu­pe­ra­ción de te­rri­to­rios del Rin per­didos ante Francia. Con la pro­cla­ma­ción del II Reich Bismarck logra una cumbre his­tó­rica de Alemania.

Así pues, la geo­grafía y la vo­lun­tad, tanto de in­di­vi­duos como de pue­blos, “hacen” la his­toria que nos toca vi­vir. Los orí­genes de lo que nos pasa en re­la­ción con Cataluña viene ex­pli­cado ad­mi­ra­ble­mente en un libro re­ciente: “Cataluña y el ab­so­lu­tismo bor­bó­ni­co”, de Roberto Fernández, Premio Nacional de Historia 2015. Lo co­men­taré cuando lo acabe de leer, y les trans­mi­tiré al­gunas de sus claves para ex­plicar el origen del con­flicto.

(*) Periodista

No hay comentarios: