Genial, absolutamente genial el
resultado de ayer de la asamblea de la CUP. Las personas proponen pero
el cálculo de probabilidades dispone. El empate es tan inverosímil que
parece una burla del destino y ya está dando lugar a todo tipo de
maledicencias en las redes, en donde estas cosas se propagan como la
pólvora. Por mi parte doy por bueno el resultado salva prueba fehaciente
en contrario; pero prueba, no murmuración.
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Por cierto y dado que hoy es el día de los Inocentes, no sé si debe dar crédito a esta noticia del dBalears según
la cual, hubo 20 votos de la CUP de Baleares enviados por correo y que
no se contabilizaron: 12 a favor del sí a Mas y 8 por el no. El
resultado final sería en tal caso 1527 a favor de investir a Mas y 1523
en contra. Insisto, siempre que no sea una inocentada.
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¿Qué
reflexión merece esta votación? Muy simple. Como decía Hegel: lo que es
real es racional y a la inversa. Podía pasar y pasó. No es difícil de
entender. Ahora, lo interesante son las consecuencias y estas, como
siempre, van por barrios. Los unionistas, los nacionalistas españoles en
Cataluña o en el Estado utilizan términos gruesos como "agonía" y
"confusión". Muy preocupados por el bienestar de Cataluña, lamentan que
un puñado de zarrapastrosos la tenga en jaque. Consideran que Mas ha
sido humillado y ridiculizado y ha perdido la ocasión de ser el Moisés
de su pueblo. Piden acabar con el "ridículo", la "farsa", etc.,
convocando nuevas elecciones. Cualquiera diría que de verdad se
interesan por Cataluña cuando lo único que quieren es que deje de ser un
problema, aceptando sumisamente el papel que le asigne la oligarquía
española.
Los
independentistas catalanes, muchos de los cuales llevan tres meses
encalabrinados con la CUP, estallan en improperios, acusando a esta de
hacer el juego al Estado, de no querer la independencia y de arrastrar
el prestigio y las posibilidades de Cataluña por los suelos. No todos,
por supuesto. Los hay que mantienen la calma y hacen gala de ironía y
sentido del humor.
Keep cool and you'll overcome
Muchos
de la misma CUP andan algo avergonzados porque creen estar dando un
espectáculo. Nada de eso. La democracia es así y tiene estas cosas. Hay
que convivir con ellas y sacarles el mejor partido. Personalmente, como
partidario de investir a Mas, considero que el resultado tiene dos
elementos aprovechables: 1º) aunque los debates hayan sido a puerta
cerrada, los reportajes que traen los periódicos permiten hacerse una
idea de que, en la CUP el nivel de doctrinarismo es muy elevado. La
terminología, los conceptos que se manejan apuntan a un par de
cosmovisiones ideológicas muy características y por eso es tanto más de
celebrar ese empate a 1515/1515, 2º) porque demuestra que los criterios
de flexibilidad y pragmatismo van afianzándose frente a los puristas que
suelen llevar al fracaso, lo cual da esperanzas de que Mas acabe
investido.
Este
resultado retrasa unos días la decisión. Parece razonable pensar que
quienes han esperado tres meses a que se diera, bien pueden esperar
cinco días más. No es una tragedia. En el ínterin, como señala Baños,
que tiene un curioso sentido del humor, los de Junts pel Sí pueden hacer
otra propuesta y hasta designar una candidato que no sea Mas, lo que,
desde luego, facilitaría mucho todo. Pero no parece que tal cosa vaya a
darse. Ni merecería la pena que lo hiciera, a falta de cinco días.
Porque
esa es la cuestión. ¿Por qué tanta prisa? ¿Por qué no aprovechar estos
cinco días para que cada cual haga lo que crea preciso para inclinar la
balanza a su favor cuenta habida de que, contra los pronósticos más
extendidos, Mas tiene ahora tantas posibilidades de ser investido como
de no serlo?
A
su vez no debe olvidarse que este resultado incide también en el juego
político del cuasi extranjero español, en donde los defensores del
régimen cargan contra el "espectáculo" de la CUP, teniendo ellos otro
igual o peor en su casa, con un resultado de las últimas elecciones que
no permitirá formar gobierno así como así.
Las
circunstancias son tan peregrinas como en Cataluña. O más. Rajoy y el
PP están ya amortizados y casi parecen una pesadilla del pasado. Ahora
deben atender a sus asuntos procesales y quitarse del medio. El debate
en la esfera pública está muy enrevesado y quizá no puedan evitarse
nuevas elecciones, como en Cataluña pero, por lo menos, los
interlocutores son gente de otro tipo y no ese hatajo de corruptos,
embusteros, fascistas y estúpidos que ha estado cuatro años aguantando
el país, con el Sobresueldos a la cabeza.
Descartado
un gobierno de gran coalición, la pelota está en el tejado del PSOE.
Los barones han dado vía libre a Sánchez para intentar una coalición de
izquierda con Podemos con un límite (llamado "línea roja"): nada de
referéndum de autodeterminación en Cataluña. Palinuro, que lleva años
propugnándolo, cree que, con ese requisito, si se forma gobierno, la
cuestión catalana seguirá encendida y causará su caída y, según estén
las cosas, un gobierno de concentración unionista (ellos lo llamarán
"constitucionalista") que tampoco llevará a parte alguna.
Pero
hay lo que hay. El PSOE rechaza de plano el referéndum catalán. Ignoro
si también se niega a considerar que Cataluña sea una nación, aunque
imagino que sí, muy a tono con la sentencia del Tribunal
Constitucional de 2010 por la que este vació de contenido el Estatuto de
2006 y dio un acelerón al movimiento independentista. En estas
condiciones, en realidad, corresponde a Podemos aclarar su paso
siguiente, esto es, si está dispuesto a una coalición con el PSOE
renunciando al referéndum y la condición nacional de Cataluña o no.
Si
Podemos insiste en proponer el referéndum está claro que no
habrá coalición y sí nuevas elecciones en las que tanto PP como PSOE se
presentarán como partidos españoles que rechazan toda
idea independentista. Esto, probablemente, le restará votos en España,
pero se los dará en Cataluña. A la inversa, si Podemos renuncia a
postular el referéndum y la idea nacional para Cataluña y tiene un pacto
de izquierda con el PSOE en el gobierno, probablemente aumente sus
votos en España a costa de perder los de Cataluña.
En el fondo, esta situación muestra una vez más que no es posible servir a dos amos al mismo tiempo.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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