lunes, 21 de diciembre de 2015

El patio de mi casa / Ángel Montiel

El bipartidismo resiste. Diezmado y zarandeado, pero resiste. Eso, en España. La Región de Murcia es cosa aparte, porque hasta las últimas autonómicas no existía tal cosa, sino algo aún más extremo: el unipartidismo. 

Llegábamos a estas elecciones con un tanteo desde 2011 cifrado en 8 a 2, el equivalente a la goleada de ayer del Madrid al Rayo. El 20N ha contribuido a bajar al PP de la estratosfera y a ponerlo en la dimensión en que todos comparten el aire que se respira. Pero no ha sido el PSOE el que ha tirado del hilo para atraer la cometa, sino que han debido ayudarle las dos nuevas fuerzas, Ciudadanos y Podemos. Los socialistas murcianos han interpretado el papel de Don Tancredo, sin sumar ni restar respecto a 2011, y el trabajo de limar al PP se lo han hecho otros. Es más, ha sido Ciudadanos el que ha contenido a Podemos, que hurgaba en los dominios del PSOE. 

El partido liderado por González Tovar es desde ayer la cuarta fuerza política en el municipio de Murcia y la tercera en Cartagena, que se dice pronto. El chorreo en la pérdida de votos, elección tras elección, es inenarrable. En las autonómicas consiguió más diputados perdiendo miles de sufragios, y en estas generales ha mantenido sus dos escuetos escaños del 2011 gracias también al fraccionamiento porcentual del espectro político. En realidad, podría decirse que el que más se beneficia de la aparición de C's y Podemos es el PSOE, pues con menos votos consigue mantener su representación anterior. 

En consecuencia, la Región presenta una variante específica respecto a la estamentación de los cuatro partidos: Ciudadanos es la tercera fuerza cuando en el conjunto nacional ha resultado la cuarta. Dado que esta es la única variante respecto al hit parade general, y que en las elecciones autonómicas el partido de Rivera fue superado por Podemos, sobre el que ahora se ha impuesto, cabe deducir que el electorado ha premiado en Murcia la política de oposición frente al PP que ejerce Ciudadanos mientras la del PSOE les debe parecer que ni fu ni fa. 

El PP ha perdido tres diputados respecto a 2011, pero ha obtenido los cinco que se había propuesto para este combate, por lo que cabe deducir que su misión electoral ha concluido con éxito. En realidad, a efectos de escaños, el resultado en Murcia de las generales es la réplica de la distribución de diputados en las autonómicas, es decir, mitad y mitad: el color azul cubre medio pastel mientras el otro medio es para el arcoiris, sin que haya alguna franja predominante. La resistencia de los populares en Murcia constituye un fenómeno de estudio, y como es imposible atribuirla a sus méritos, pues el binomio ineficacia-corrupción es más que notable, habrá que volver la vista hacia la oposición incapaz, incluso en su reconstrucción en diversos escuadrones de impugnar esa latente potencia. 

El resultado electoral en la Región se corresponde con exactitud milimétrica, en cuanto al reparto de escaños, a la auscultación del CIS previa al inicio de la función, una encuesta que también trazó la tendencia general, con ligeras variantes, del escrutinio estatal. Esto puede llevarnos a considerar sobre el papel que el influjo de la campaña electoral ha sido irrelevante, pues en nada ha trastocado el marcador previsto. 

Los feudos tradicionales, indestructibles y en constante ascenso del PP desde el aznarato -Madrid, Valencia y Murcia- han sido han sido duramente tocados, pero la particularidad de la resistencia máxima corresponde a Murcia (Entonemos la entrañable canción: «El patio de mi casa es particular...»). Hasta esta Comunidad llega el fragor del cambio, pero a la hora de la verdad queda apagado, bien por la fortaleza del PP, bien por la precariedad de la oposición. Nada que objetar a Ciudadanos y a Podemos, que vienen de la nada y han cumplido sus objetivos, pero el PSOE debiera hacérselo mirar, pues si se sintiera complacido con el mantenimiento del patito significaría que, además de conformidad en la derrota, mantienen voluntad de consunción.

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