domingo, 13 de diciembre de 2015

La vergüenza, el pudor y la campaña / Melchor Miralles *

Lo que tienen las campañas es que al instalarse en el escaparate permanente los candidatos, sus acólitos y los que se resisten a abandonar y, aunque no están, se hacen notar, es que la poca vergüenza que suelen acreditar algunos se pierde ya por completo. Viene al caso estos días de tanto debate por Felipe González y Pablo Iglesias, que andan a la greña.

El expresidente de Gobierno socialista, Felipe González, decidió sacar la estaca y atizarle duro a Pablo Iglesias, después que el líder de Podemos sacara en los dos debates el paso de FG por el consejo de administración de Gas Natural, que abandonó en febrero de este año “porque me aburría mucho”, pero sin decir la pasta que le pagaban.

González, en su primer mitin de apoyo a Pedro Sánchez, en Madrid, advirtió a sus fieles: “No os fiéis de nadie que cobre por asesorar a un Gobierno como el de Venezuela. Los que hablan aquí de las puertas giratorias se han olvidado de Venezuela y lo que cobraban por asesorar a ese Gobierno… ¡Nos quieren dar lecciones de principios los dirigentes de nuevos partidos que han asesorado a Gobiernos como el de Venezuela que han llevado a su país al desastre!”.

Cuando lo leí no daba crédito. Vaya por delante que no le falta razón en el fondo, pero FG carece de autoridad moral para dar lecciones de ética ni a Pablo Iglesias. Porque Felipe González presidió un Gobierno que practicó el terrorismo de Estado, y jamás asumió responsabilidad alguna, dejando que fueran condenados y encarcelados todos los responsables de su Ministerio del Interior. Y en lo referente a Venezuela, sus relaciones con Carlos Andrés Pérez, acreditado corrupto responsable de muchos de los males que llevaron a Chávez al poder, fueron mejor que excelentes y mucho más que turbias. Y hablando de corrupción, dirigentes de su partido saquearon los Fondos Reservados, o sea, se llevaron en beneficio propio el dinero de la lucha antiterrorista en los años de plomo en los que ETA asesinaba cada año a un centenar de personas. Y Filesa, el primer gran escándalo acreditado de financiación ilegal de un partido. 

Y su relación de estrepitoso amiguismo con Polanco y Prisa durante años. Y “esa sinceridad conmovedora con la que siempre ha mentido”, por citar al gran Paco Umbral. Y tantas otras cosas por las que pagó con su derrota postrera en las urnas, pero por las que nunca asumió responsabilidad política alguna, con una cobardía insuperable dejando a sus subordinados a los pies de los caballos de los ropones, y montándoselo después de asesor personal, entre otros, de Carlos Slim, multimillonario de México, ese país tan demócrata en el que la corrupción alcanza al tuétano del Estado y en el que no es sencillo hacerse rico sin rozar los tentáculos de los cárteles asesinos, aunque quizá Slim sea la excepción que confirma la regla.

Con este currículo político, todo lo que hizo bien queda en segundo plano. No le cuestiono a FG su derecho a viajar, a ser libre, a expresarse como crea conveniente, a ganarse la vida, pero sería de agradecer que no se presente como el salvador de una Venezuela en la que pasó tantas horas caribeñas de solaz mientras el país se iba a la mierda, y que no nos diera a los demás, ni a Pablo Iglesias, lecciones de moralidad. Ya tuvimos suficiente con soportarle, y padecer su persecución incluso vulnerando la legalidad para que siga repartiendo carnets de demócrata después de una trayectoria tan salpicada de lo peor de la política.

Y Pablo Iglesias, que, tiene razón González, debiera dejar ya la mandanga de las puertas giratorias, no vaya a golpearle una de ella reventándole la campaña. Porque es verdad su vinculación y la de Podemos con el chavismo más duro a cambio de pingües beneficios económicos. Como es verdad que la rutilante estrella de su campaña, la jueza Victoria Rosell, extitular del Juzgado de Instrucción 8 de Las Palmas de Gran Canaria, está salpicada por un escándalo. La Fiscalía ha abierto unas diligencias para aclarar su comportamiento durante la instrucción de una causa que llevaba contra el presidente del equipo de fútbol local, Miguel Ángel Ramírez. La sospecha que pende sobre ella es la de que su pareja, el periodista Carlos Sosa, negoció la venta de una licencia de radio a Ramírez en plena instrucción de la causa, algo que debiera haber llevado a la juez Rosell a abstenerse inmediatamente y dejar el caso. La propia Fiscalía llegó a denunciar un extraño retraso en la instrucción que estaba realizando la juez, y aún no se ha aclarado si ese retraso tuvo que ver con el negocio que estaban cerrando el investigado y la pareja de su señoría.

La reacción de la señora Rosell y de Pablo Iglesias y Podemos ha sido la misma de la casta de siempre, la misma que tantas veces hemos visto en el PSOE, el PP, el PNV y Convergencia cuando se han visto afectados por casos de corrupción. Denuncian una campaña mundial contra ellos, niegan la mayor, cargan contra los medios que lo denuncian, en este caso el primero El Mundo, y, dicen que por supuesto no va a moverse y no piensa renunciar hasta que se aclare el turbio asunto. Y para más inri, la señora Rosell y Pablo Iglesias han tenido la jeta de decirnos que ella dejó el Juzgado para saltar a Podemos tres días antes de que el empresario investigado le apoquinara los 300.000 euracos a su chico. Como si fuéramos gilipollas y no supiéramos que una operación de ese calado no se cierra en cuarenta y ocho horas.

Pues eso, que pierden la vergüenza y el pudor, si es que disponen de ambas, y en campaña es el no va más. Y lo peor son los hooligans que les jalean a unos y a otros, con eficaz anonimato en las redes sociales. Pero esto es lo que hay. Mucha jeta en algunas. Y yo me pregunto, ¿qué necesidad tiene Pedro Sánchez de verse salpicado por los vaciles de FG? Algún día me lo explicará, quizá pronto si las encuestas tienen razón y el tsunami andaluz acaba con el en caso de que el 20 D se confirme la debacle que le vaticinan. Aunque ya se sabe que queda mucho y puede haber sorpresas.

(*) Periodista

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