Lo que tienen las campañas es que al instalarse en el escaparate
permanente los candidatos, sus acólitos y los que se resisten a
abandonar y, aunque no están, se hacen notar, es que la poca vergüenza
que suelen acreditar algunos se pierde ya por completo. Viene al caso
estos días de tanto debate por Felipe González y Pablo Iglesias, que
andan a la greña.
El expresidente de Gobierno socialista, Felipe González, decidió
sacar la estaca y atizarle duro a Pablo Iglesias, después que el líder
de Podemos sacara en los dos debates el paso de FG por el consejo de
administración de Gas Natural, que abandonó en febrero de este año
“porque me aburría mucho”, pero sin decir la pasta que le pagaban.
González, en su primer mitin de apoyo a Pedro Sánchez, en Madrid,
advirtió a sus fieles: “No os fiéis de nadie que cobre por asesorar a un
Gobierno como el de Venezuela. Los que hablan aquí de las puertas
giratorias se han olvidado de Venezuela y lo que cobraban por asesorar a
ese Gobierno… ¡Nos quieren dar lecciones de principios los dirigentes
de nuevos partidos que han asesorado a Gobiernos como el de Venezuela
que han llevado a su país al desastre!”.
Cuando lo leí no daba crédito. Vaya por delante que no le falta razón
en el fondo, pero FG carece de autoridad moral para dar lecciones de
ética ni a Pablo Iglesias. Porque Felipe González presidió un Gobierno
que practicó el terrorismo de Estado, y jamás asumió responsabilidad
alguna, dejando que fueran condenados y encarcelados todos los
responsables de su Ministerio del Interior. Y en lo referente a
Venezuela, sus relaciones con Carlos Andrés Pérez, acreditado corrupto
responsable de muchos de los males que llevaron a Chávez al poder,
fueron mejor que excelentes y mucho más que turbias. Y hablando de
corrupción, dirigentes de su partido saquearon los Fondos Reservados, o
sea, se llevaron en beneficio propio el dinero de la lucha
antiterrorista en los años de plomo en los que ETA asesinaba cada año a
un centenar de personas. Y Filesa, el primer gran escándalo acreditado
de financiación ilegal de un partido.
Y su relación de estrepitoso
amiguismo con Polanco y Prisa durante años. Y “esa sinceridad
conmovedora con la que siempre ha mentido”, por citar al gran Paco
Umbral. Y tantas otras cosas por las que pagó con su derrota postrera en
las urnas, pero por las que nunca asumió responsabilidad política
alguna, con una cobardía insuperable dejando a sus subordinados a los
pies de los caballos de los ropones, y montándoselo después de asesor
personal, entre otros, de Carlos Slim, multimillonario de México, ese
país tan demócrata en el que la corrupción alcanza al tuétano del Estado
y en el que no es sencillo hacerse rico sin rozar los tentáculos de los
cárteles asesinos, aunque quizá Slim sea la excepción que confirma la
regla.
Con este currículo político, todo lo que hizo bien queda en segundo
plano. No le cuestiono a FG su derecho a viajar, a ser libre, a
expresarse como crea conveniente, a ganarse la vida, pero sería de
agradecer que no se presente como el salvador de una Venezuela en la que
pasó tantas horas caribeñas de solaz mientras el país se iba a la
mierda, y que no nos diera a los demás, ni a Pablo Iglesias, lecciones
de moralidad. Ya tuvimos suficiente con soportarle, y padecer su
persecución incluso vulnerando la legalidad para que siga repartiendo
carnets de demócrata después de una trayectoria tan salpicada de lo peor
de la política.
Y Pablo Iglesias, que, tiene razón González, debiera dejar ya la
mandanga de las puertas giratorias, no vaya a golpearle una de ella
reventándole la campaña. Porque es verdad su vinculación y la de Podemos
con el chavismo más duro a cambio de pingües beneficios económicos.
Como es verdad que la rutilante estrella de su campaña, la jueza
Victoria Rosell, extitular del Juzgado de Instrucción 8 de Las Palmas de
Gran Canaria, está salpicada por un escándalo. La Fiscalía ha abierto
unas diligencias para aclarar su comportamiento durante la instrucción
de una causa que llevaba contra el presidente del equipo de fútbol
local, Miguel Ángel Ramírez. La sospecha que pende sobre ella es la de
que su pareja, el periodista Carlos Sosa, negoció la venta de una
licencia de radio a Ramírez en plena instrucción de la causa, algo que
debiera haber llevado a la juez Rosell a abstenerse inmediatamente y
dejar el caso. La propia Fiscalía llegó a denunciar un extraño retraso
en la instrucción que estaba realizando la juez, y aún no se ha aclarado
si ese retraso tuvo que ver con el negocio que estaban cerrando el
investigado y la pareja de su señoría.
La reacción de la señora Rosell y de Pablo Iglesias y Podemos ha sido
la misma de la casta de siempre, la misma que tantas veces hemos visto
en el PSOE, el PP, el PNV y Convergencia cuando se han visto afectados
por casos de corrupción. Denuncian una campaña mundial contra ellos,
niegan la mayor, cargan contra los medios que lo denuncian, en este caso
el primero El Mundo, y, dicen que por supuesto no va a moverse
y no piensa renunciar hasta que se aclare el turbio asunto. Y para más
inri, la señora Rosell y Pablo Iglesias han tenido la jeta de decirnos
que ella dejó el Juzgado para saltar a Podemos tres días antes de que el
empresario investigado le apoquinara los 300.000 euracos a su chico.
Como si fuéramos gilipollas y no supiéramos que una operación de ese
calado no se cierra en cuarenta y ocho horas.
Pues eso, que pierden la vergüenza y el pudor, si es que disponen de
ambas, y en campaña es el no va más. Y lo peor son los hooligans que les
jalean a unos y a otros, con eficaz anonimato en las redes sociales.
Pero esto es lo que hay. Mucha jeta en algunas. Y yo me pregunto, ¿qué
necesidad tiene Pedro Sánchez de verse salpicado por los vaciles de FG?
Algún día me lo explicará, quizá pronto si las encuestas tienen razón y
el tsunami andaluz acaba con el en caso de que el 20 D se confirme la
debacle que le vaticinan. Aunque ya se sabe que queda mucho y puede
haber sorpresas.
(*) Periodista
No hay comentarios:
Publicar un comentario