sábado, 26 de diciembre de 2015

Un gran discurso mucho más allá que lo que es un ‘Juego de Tronos’ / José Oneto *

Desde el Salón del Trono del Palacio Real de Madrid, uno de los más importantes escenarios de la grandeza de España como Nación, el Rey Felipe Vl ha dirigido un mensaje de tranquilidad, de seguridad y de esperanza al país con ocasión del tradicional Mensaje Navideño y, después de las elecciones generales del pasado domingo en las que, por primera vez, desde la implantación de la democracia en nuestro país, ha salido un endiablado puzzle político en el que ningún partido ha obtenido escaños suficientes para poder gobernar con una mayoría cómoda.

Ante el clima de inquietud en el que vive el país, el Rey ha querido transmitir “un mensaje de esperanza en que la reflexión serena, el contraste sincero y leal de las opiniones, y el respeto tanto a la realidad de nuestra historia, como a la íntima comunidad de afectos e intereses entre todos los españoles, alimenten la vigencia de nuestro mejor espíritu constitucional”. Se ha referido a su discurso de proclamación en el que manifestó que en la España constitucional caben todos los sentimientos y sensibilidades, caben las distintas formas de sentirse español; de ser y de sentirse parte de una misma comunidad política y social, de una misma realidad histórica, actual y de futuro, para hacer después una referencia a Cataluña, sin citarla: “La ruptura de la ley, la imposición de una idea o un proyecto de unos sobre la voluntad de los demás españoles, solo nos ha conducido en nuestra historia a la decadencia, el empobrecimiento y al aislamiento”.

Don Felipe que quiso transmitir el mensaje de que estamos ante una gran Nación, una Nación con una gran Historia que en parte estaba representada en el Palacio Real desde el que hablaba, insistió en que había que apreciar los logros de España, valorar su pluralidad política y diversidad lingüística y reconocerse en todo lo que comparten los españoles sobre el cimiento de la Constitución. Insistiendo en la grandeza de España quiso destacar que estamos ante “una gran nación definida por una cultura que ha traspasado tiempos y fronteras, por las artes y por una literatura universal; enriquecida por nuestra lengua común, junto a las demás lenguas de España, que también explican nuestra identidad. Un país que a lo largo de los siglos han tejido pensadores, científicos, creadores, y tantos y tantos hombres y mujeres; y por el que muchos de los cuales han dado su vida por España.” Y, también, ante un gran Estado, cuya solidez se basa hoy en unos mismos valores constitucionales que compartimos y en unas reglas comunes de convivencia que nos hemos dado y que nos unen; un Estado que reconoce nuestra diversidad en el autogobierno de nuestras nacionalidades y regiones; y que tiene en el respeto a la voluntad democrática de todos los españoles, expresada a través de la Ley, el fundamento de nuestra vida en libertad”.

En resumen: un gran discurso en el que el Rey ha querido poner el acento en la grandeza de un país con una gran Historia , un gran estado, y una Constitución que es un punto de partida para lo que hay que afrontar en las próximas semanas y meses. Estamos pues, en algo más que en un ‘Juego de Tronos’, esa serie que se ha convertido en el icono de una nueva clase política, pero que tiene poco que ver con la realidad . Aquí, el juego es otro y tiene que pasar por la Constitución de 1978.

Con toda seguridad este ha sido el discurso más difícil de los que ha tenido que pronunciar el Rey Felipe VI , desde su subida al Trono tras la abdicación de su padre, el Rey Juan Carlos, en el mes de Junio de 2014 . El más difícil por las circunstancias políticas en que se produce, por el mapa electoral que a partir de ahora conforma el Parlamento, y por la nueva etapa que se abre en España en la que se tendrá que abordar, entre otros temas, la reforma de la Constitución. El papel que ahora le corresponde al Monarca para elegir a un candidato que forme un Gobierno, que en la etapa de su padre fue de puro automatismo, jugando con el esquema simple del bipartidismo, se ha complicado, y las entrevistas en el Palacio de la Zarzuela serán mucho más complicadas que la ceremonia de sacar la protocolaria foto.

En efecto, el papel previsto para el monarca por la Constitución, de árbitro y moderador, ha sido siempre poco más que formal, ya que el jefe del gobierno siempre había sido el líder del partido que había ganado las elecciones. Ahora, con el marco político fragmentado que es lo que ha salido de las urnas, las consultas que empezarán en el mes de enero en el Palacio de La Zarzuela como escenario no serán, sólo para sacar una foto protocolaria. Mucho han cambiado las cosas desde año y medio cuando dimitió el Rey padre, igual que mucho ha cambiado la situación, desde el discurso de Nochebuena de 2014 en el que el nuevo Rey tuvo que abordar el procesamiento de su hermana Cristina, a la que ha privado del título de Duquesa de Palma y pedir ejemplaridad para la clase política en pleno huracán de la corrupción.

Hoy la situación política es más complicada que entonces. El bipartidismo ha recibido un rejón de muerte, las principales ciudades del país (Madrid, Barcelona, Valencia, Santiago de Compostela, Zaragoza y Cádiz) están en poder de plataformas de izquierdas, estamos ante una crisis institucional de la que se intenta salir con un Gobierno que sea capaz de hacer frente a importantes retos políticos, económicos y sociales y Bruselas, que ha pedido la formación de un gobierno estable, contempla con preocupación la evolución de los acontecimientos, después del giro a la izquierda de Portugal y de la difícil evolución económica de Grecia, factores que, junto con el español, y la negativa de Italia de respetar los objetivos de déficit establecidos por Bruselas, va a influir en el futuro de la eurozona.

Aunque su papel es puramente representativo (por eso ha querido este año escoger como escenario de su discurso navideño el Salón del Trono, del histórico Palacio Real de Madrid) si algo tiene este Rey es una información exhaustiva de lo que pasa, una formación muy completa para analizar los problemas que le rodean, una prudencia que la ha puesto de manifiesto en este año y medio que lleva en el poder y, sobre todo, una extrema habilidad, para que, por lo menos hasta ahora, en el debate político nacional, no se haya abierto claramente la polémica sobre la forma de Estado, sobre Monarquía y República.

(*) Periodista

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