Después de setenta y dos horas de cerco y de ataques del resto de los
partidos, al que están dando por amortizado, el líder de la oposición
Pedro Sánchez, ha asegurado este jueves que si no gana a Rajoy y al
Partido Popular considerará que ha fracasado. En el programa de
Telecinco de Ana Rosa Quintana, Sánchez, que viene siendo atacado no
solo por el Partido Popular, sino por Ciudadanos y por Podemos, en esa
estrategia de esas dos formaciones políticas, de arañar los votos desde
el centro y desde la izquierda, ha asegurado que no se resigna a ser
segunda fuerza política, no ya la tercera como le vienen situando varias
encuestas, sino que su objetivo es ser el más votado para poder formar
gobierno y desplazar del poder al PP.
“Si no gana el PSOE las elecciones, para mí será un fracaso. No me
resigno a ser segunda fuerza política en este país porque el 70 por
ciento de la ciudadanía quiere cambiar”, ha señalado Sánchez. Según el
candidato socialista, los ataques que está recibiendo de sus rivales
refuerzan la tesis de que “no habrá cambio” si no gana su partido y que
seguirá gobernando Mariano Rajoy porque Ciudadanos pide el voto para
apuntalar al PP. Dentro del PSOE, se está produciendo un cierre de filas
en torno al candidato entre muchos votantes que dudaban (lo que llaman
“efecto conmiseración”) si dar su voto a Ciudadanos o a Podemos. Según
la última encuesta del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) el
PSOE, que en las últimas generales se quedó con seis millones y medio de
votos, habría perdido 792.000 votos que habrían ido a Ciudadanos y
654.000 que habrían migrado a Podemos (algo más de 13.000 habrían
apostado por UPyD) y, según los expertos, sería difícil que siguiera
perdiendo más votantes centristas, o de izquierdas.
Esta sería la razón del convencimiento de Sánchez de que al final,
mejorarán las encuestas Lo que es cierto es que a poco más de una semana
de las elecciones, aumentan los nervios entre los responsables de los
diferentes partidos políticos, se entrecruzan los mensajes, se intenta
desestabilizar al contrario y se adapta la estrategia a cada momento,
dependiendo de los tracking (resultados parciales de sondeos diarios) de
cada partido y de la evolución del voto, que sigue muy volátil. Aún
siendo eficaz contar con esos sondeos parciales que, al fin y al cabo,
mide la temperatura diaria de cómo está la situación, hay que tener en
cuenta lo que los expertos denominan “espiral del silencio“.
La “espiral del silencio” es una teoría de ciencias políticas y
comunicación propuesta por la politóloga alemana Elizabeth Neumann en su
libro “La Espiral del silencio”. Opinión pública: nuestra piel social,
donde estudia la opinión pública como una forma de control social en la
que los individuos adaptan su comportamiento a las actitudes
predominantes sobre lo que es aceptable y lo que no. La teoría de la
espiral del silencio parte del supuesto básico de que la mayor parte de
las personas tienen miedo al aislamiento y, a manifestar sus opiniones
primero tratan de identificar las ideas, para luego sumarse a la opinión
mayoritaria o consensuada. En esta disyuntiva la principal fuente de
información serán los medios de comunicación y estos definirían el clima
de opinión sobre los asuntos de que se trate… En este sentido los
individuos sondean continuamente el clima de opinión con lo que Neumann
denomina sentido cuasi-estadístico observando qué relación gradual
guardan sus opiniones con los del espacio público, alentándoles si se
acercan al mayoritario o cohibiéndoles si detectan que pueden formar
parte de las minorías. Lo que significa que si se les pregunta cuando
más cerca se está de un acontecimiento electoral, el individuo tiende a
no decir la verdad o a guardar silencio.
Inmediatamente después del debate a cuatro (tres y medio dice con
cierto humor, un experto que insiste en que Rajoy acertó no asistiendo
porque no tenía nada que ganar y todo que perder y que, probablemente,
Sánchez se equivocó participando), el PP que había empezado una táctica
de no entrar en dura confrontación con el PSOE, en un intento claro de
fomentar el bipartidismo, cambió de estrategia, y empezó a atacar al
candidato socialista, dándolo por amortizado, aunque, ahora, ha vuelto a
frenar sus críticas temiendo que sea Ciudadanos el beneficiado por esos
ataques a un PSOE que, cercado y criticado por todos (especialmente por
los hombres de Rivera y de Iglesias, los destinatarios de ese pacto
que, en un momento determinado, ha propuesto Sánchez para lo que sería
un gobierno de transición para afrontar la reforma electoral, la reforma
de la Constitución, y una nueva ley de Educación ) puede aprovechar esa
situación a su favor.
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