miércoles, 23 de diciembre de 2015

Nuevas elecciones a la vista / Ramón Cotarelo *

La Constitución es un texto sacrosanto que ha dado a España no sé cuántos años de dicha, ventura y prosperidad; que fue fruto de la presciencia de los patricios de la transición; merece nuestro respetuoso acatamiento y solo puede reformarse con un consenso igual al del momento constituyente, sin que hasta hace una semana se haya oteado en el horizonte necesidad alguna de tocarla. 

Hoy, 48 horas después de las elecciones, el presidente de los sobresueldos ofrece a Sánchez la reforma de la Constitución a cambio de mantener la poltrona monclovita, como el que ofrece unos retales a precio de saldo. Además de un presunto corrupto y un incompetente, el buen hombre es un chalán de feria, dispuesto a hacer lo que sea con tal de mantener el momio. Es imposible encontrar un ejemplo similar de indignidad y bajeza. La Constitución, el arca de la alianza del pueblo soberano, a cambio de un plato de votos.

Sánchez no puede apoyar la investidura de Rajoy. Ningún demócrata puede hacerlo, y mucho menos el que lo ha llamado indecente, cosa que este indecente se tragará, igual que pone la Constitución en almoneda para seguir en el poder  contra toda razón y sentido común. A estas alturas debiera haber dimitido. En realidad debió dimitir al comienzo de la legislatura, al mentir al país entero sobre su programa. 

Tampoco puede Sánchez aceptar la sugerencia del camarada Rivera, consistente en permitir un gobierno de Rajoy con la abstención del PSOE, y de C's, es de suponer. Es también imposible, por más que la propuesta se ampare en esas preocupaciones por la gobernanza del reino que no quieren decir nada. El PSOE hizo campaña electoral prometiendo derogar la legislación más reaccionaria, clasista, agresiva y estúpida del PP, la reforma laboral, la LOMCE, la Ley Mordaza, etc. Algunas de estas normas son tan desatinadas y autocráticas que es la oposición en su conjunto la que coincide en la necesidad de derogarla. En realidad, la legislación más injusta del PP se puso en marcha por decreto-ley y tiene poco que ver con la democracia. El del sobresueldos ha sido un sistema de dictablanda entreverada de corrupción. Con todo es impensable una legislatura en la que el gobierno en minoría solo puede derogar todo lo que hizo él mismo antes cuando estaba en mayoría. 

Por esa misma razón, el PSOE tampoco puede abstenerse y dejar gobernar al PP en minoría con otro candidato que no sea Rajoy porque nadie puede gobernar contra sí mismo. 

Todo el mundo se da cuenta, incluso el pájaro de los sobresueldos, de que, si el PP quiere tener algún peso, habrá de cambiar de candidato.  Por eso ha reaparecido el encizañador mayor del reino, Aznar, a propiciar una salida de Rajoy del escenario, a ver si es posible salvar algo de la presunta banda de malhechores antes de que cunda el sálvese quien pueda.  Rajoy no solamente no puede formar gobierno sino que todo lo que tarde en hacer las maletas y volverse a Pontevedra, llevándose a su padre, el dependiente cuyos cuidados costeamos todos los españoles, será empeorar la ya muy mala posición del gobierno y el PP.

A fuerza de infamias, estupideces, corrupciones y mendacidades, Rajoy ha hecho imposible un gobierno de la derecha y el relevo de Rivera, el chico de moda de los mercados y los platós televisivos, no ha llegado a tiempo. Si el PSOE hace el mínimo gesto por prolongar el mandato de Rajoy y el PP, lo más probable es que acabe desapareciendo. 

Considérese la posibilidad de una coalición de izquierda, cosa que, paradójicamente, solo será posible si los diputados independentistas catalanes de CDC y ERC la apoyan. Está claro que lo menos que estos pedirían a cambio sería un referéndum de autodeterminación en Cataluña. Sin embargo, no será necesario llegar a ese extremo porque ya Podemos que, junto a Unidad Popular-IU, formaría parte necesaria de ese gobierno lo exige, sabiendo que Sánchez se quemaría a lo bonzo antes de aceptar el derecho de autodeterminación de los catalanes.

Incidentalmente, tengo para mí que Podemos (quien rechazaba ese referéndum en las elecciones catalanas de 27 de septiembre, razón por la cual las perdió) defiende la autodeterminación de los catalanes para quedar bien con ellos, sabiendo que ningún gobierno español la aceptará. Pero nada más. Más que una exigencia realista es un brindis al sol para hacer amigos.

Dada la composición del Congreso de los Diputados, todo apunta a que no habrá posibilidad de constituir gobierno y será preciso convocar nuevas elecciones, lo que parece, en cambio, que van a evitar los catalanes, ya al borde de un  acuerdo para tener gobierno en la Generalitat. En algunos grupos políticos, sin embargo, se piensa que unas nuevas elecciones los beneficiarían. Los de Podemos, por ejemplo, creen haber quedado por debajo de sus expectativas y aspiran a morder más votos al PSOE y, por tanto, ganarle las elecciones. Es el viejo sueño anguitista del sorpasso de la Socialdemocracia. No lo consiguió en su tiempo pero ahora lo confía a la combatividad de sus hijos espirituales, sus discípulos ideológicos, los que surgieron en IU pero luego abandonaron la casa del Padre. 
 
Lo más probable es que esto no suceda precisamente porque Anguita ya ha comenzado a impartir sus sabias consignas: unión de Podemos y Unidad Popular-IU, como si pudieran equipararse y no fueran una suma absurda que cristalizará de nuevo en una izquierda testimonial de escasa fuerza parlamentaria y poca utilidad. El problema de esta izquierda es la escasísima razón de ser del comunismo que se aloja en su seno, sin que nadie sepa exactamente cuáles sean sus propuestas hoy día. El comunismo ya no es una teoría, ni una ideología. Vuelve a ser una utopía lo que no es malo en sí, pero como programa electoral deja que desear.

Mientras en el Estado se debate acaloradamente  sobre la geometría variable de coaliciones fantásticas, abstenciones resignadas y apoyos parlamentarios insólitos, el gobierno de la Generalitat, siguiendo su hoja de ruta bien puede hacer una Declaración Unilateral de Independencia (DUI) en los próximos tiempos. Confrontado el Estado con un acto de esta naturaleza mientras el Rey anda de consultas para proponer un nombre de presidente al Parlamento (supongo que Iglesias lo habrá llamado ya para ofrecerse), lo más probable es que el Congreso se reúna en un pleno solemne y extraordinario para tomar conocimiento de la Declaración catalana y contraponerle otra Declaración Española de Dependencia. Lo que no se me alcanza es cómo conseguirán los españoles impedir la actualización de la Declaración catalana sin un gobierno y con el que hay en funciones

Se avecinan tiempos interesantes. Esta situación, casi como de impending doom, que otros vivirán como impending boom, en la que todas las posibilidades están abiertas, queda retratada en un rapidísimo intercambio en una rueda de prensa de Römeva. Le pregunta un periodista si, una vez constituido el gobierno de la Generalitat, tomará en consideración una propuesta de referéndum y Römeva responde de inmediato: "¿hay una propuesta de referéndum?"
 
El gordo cae en Barcelona
 
En forma de preacuerdo entre la CUP y Junts pel Sí. Por fin. Se ha hecho esperar, pero ha valido la pena. Un pacto que habrá de corroborar la asamblea cupaire el próximo domingo y que contiene tres elementos principales (tres premios) y una pedrea: a) Mas es presidente con plenitudo potestatis. Muy acertado. Con independencia de otras consideraciones, el hombre lo merece. b) Programa de choque y emergencia para acometer la tarea de recuperar lo perdido por culpa de la crisis y su gestión neoliberal. c) Acuerdo sobre no desahucios que, aparte de ser de justicia, atraerá a la gente de En Comú.

Enhorabuena a tod@s. A Junts pel Sí, a la CUP, a tod@s los que, poniendo por delante los intereses de Cataluña, han sabido ser flexibles. Y enhorabuena a los cientos de miles de militantes, votantes y simpatizantes que han aguantado tres meses de indecible tensión en un clima de entendimiento y moderación ejemplares, sin que nadie perdiera los nervios salvo ocasionalmente. Un gran ejemplo.

Un abrazo a David Fernández. Permítaseme este pequeño desahogo personal.

Siempre confié en que el acuerdo sería posible. Y lo ha sido.

El momento es estratégico. Un gobierno fuerte en Cataluña, con respaldo parlamentario más que suficiente para defender los intereses de Cataluña y un absoluto desgobierno en España. En el Estado, un partido que es más una asociación de malhechores, dirigida por un presunto corrupto, cobrador de sobresueldos, ha perdido unas elecciones que tampoco ha ganado nadie porque sus rivales, sin ser corruptos ni tan detestables como el partido del desgobierno, son bastante desastrosos, tanto los de la "vieja política" como los de la "nueva" que es más vieja que la vieja. Y mucho más ridícula, por cierto. 
 
Acabo de oír por la radio que, rebosante de ínfulas, Pablo Iglesias ha llamado a todos los demás cabezas de listas (excepto a Garzón, lo cual retrata su miseria moral), que no se le han puesto al teléfono, excepto su amigo Rajoy quien le ha dicho que ya lo llamará cuando le toque. ¿Nadie en Podemos tiene un adarme de sentido común para hacer ver a este engreído que no solamente no ha ganado las elecciones sino que, en el fondo, las ha perdido y que debe esperar el turno a que lo llamen?

Ridículos típicamente hispánicos aparte, la ironía de la historia quiere que en España sea prácticamente imposible formar gobierno y que, de poder formarse en la izquierda, la llave la tengan los independentistas catalanes. Realmente es un sarcasmo al que, con toda probabilidad, lo más tenebroso y oscuro del nacionalismo español (tanto del PP como del PSOE) intentará sobreponerse con alguna forma de gobierno de salvación nacional de las de siempre.

Al final se ha producido la paradoja que Palinuro lleva meses anunciando: un gobierno fuerte cap à la independencia en Cataluña y ningún gobierno en España o muy débil, incapaz de hacerle frente.
 
 
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED

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