domingo, 13 de diciembre de 2015

¿Le pasa algo al PSOE? / Ángel Montiel

Hubo un tiempo en que los candidatos del PSOE a las autonomías y, sobre todo, a los municipios, trataban de reducir el peso de las siglas y promover sobre ellas la imagen personal de quienes optaban a los cargos. En algunos pueblos e incluso en grandes ciudades, véase Murcia en 2011, el logotipo del PSOE desaparecía de los carteles electorales o aparecía minimizado o escondido. 

La segunda legislatura de Zapatero fue letal para los socialistas. Hay que recordar, sin necesidad de que nos pongamos dramáticos, que ZP no sólo hundió a España sino sobre todo al PSOE. Y algo más, hizo desaparecer de un plumazo el crédito que a malas penas todavía mantenía la clase política. La ley de matrimonios homosexuales no será suficiente para hacer olvidar aquella impostura, la gran engañifla de la vacua palabrería izquierdista en su versión pijoprogre derrotada con un simple tirón de orejas en un pasillo de las instituciones europeas. El 15M surgió contra aquel engendro, no contra el PP. 

Los socialistas, para curarse de tanta tontuna, recurrieron al pasado y tiraron de Rubalcaba, pero éste era el perfecto jefe de la KGB, el experto en alcantarillas que elevado a la superficie quedaba en nada. Ahora van por Sánchez después del regreso al pasado, que proclama desde los carteles el regreso al futuro. 

Sánchez ha recuperado la marca. Después de tantas ocultaciones -hubo un tiempo en que no ponían PSOE, sino «Socialistas» junto a un rosa desprendida del puño- han vuelto a la imagen de la Transición, y con tanto orgullo que las siglas ocupan una cuarta parte de la superficie del cartel, en imitación de la cabecera de una de esas revistas mensuales de tendencias cuyos contenidos no se leen pero crean estilo de hogar cuando son dispuestas, a modo de lámparas, en la mesa de diseño del comedor junto a libros de arte en tapa dura o ediciones de Taschen. Y, en efecto, el mensaje es la marca. No hay más. 

¿Cuál es la idea fuerza del PSOE en estas elecciones? El PSOE. «Somos el PSOE», parecen querer decir. Ya, pero qué PSOE. Sánchez arrastra con todos los pesoes. Tira de Felipe González, sin reparar en que hoy es el prototipo de las puertas giratorias y en que su misión venezolana nos recuerda que fue el amigo principal del corrupto Carlos Andrés Pérez, y más recientemente el defensor en solitario de la honestidad de Jordi Pujol. Mala compañía para avalar los reproches a Rajoy por esa banda. Tira de Rubalcaba, de quien dice recibir consejos que evidentemente el comisario de los bajos fondos no se aplicó a sí mismo. Y retorna a Zapatero para defender lo indefendible, pues en esa fase fue cuando el PSOE perdió la credibilidad para todos los siempres al instalar definitivamente la idea de que en la oposición dicen exactamente lo contrario de lo que acaban haciendo desde el Gobierno. Las contrarreformas del último tramo de ZP fueron la validación para las que, a renglón seguido, aplicó el PP con apenas unos retoques. 

Sánchez, sin embargo, ha ofrecido algunas señales alentadoras. Liquidó a esa vulgaridad de Tomás Gómez, frenó al vacuo Carmona, un político de teletienda, y tiene encendida a Susana Díaz, que es el repuesto del sistema de corrupción estructural mediante el que el PSOE ha prolongado su poder en Andalucía, hija protectora de los Chaves, Griñán y Gaspar Zarrías, ese trío. Visto quiénes esperan a Sánchez para acuchillarlo a la vuelta de la esquina del 20D habría que hacer algo para preservarlo, porque lo que vendría a sustituirlo es mucho peor. 

La oferta del PSOE para estas elecciones es el propio PSOE en la confianza de que ya, al cabo del tiempo y a la vista de los desmanes y de la corrupción del PP, llegará su hora atendiendo a la ya superada inercia de que las elecciones no se ganan sino que se pierden. Al perderlas el PP, ganaría el PSOE. Han lustrado algunas propuestas fagocitando a Podemos, como antes hizo Zapatero con IU, pero aun así presentan la imagen de copia frente al original, y por lo demás los esquemas del programa parecen diseñados en paralelo al PP, sobre políticas y cifras, pero sin ruptura estructural. La idea más fuerte expresada por Sánchez es que «quien diga que va a bajar los impuestos, miente», lo cual será verdad, pero poco estimulante. Detrás de este PSOE no hay más que el reclamo de la marca y detrás de la marca, poco más. Por eso van como van.

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