miércoles, 9 de diciembre de 2015

El miedo a la libertad / Ángel Montiel

Estamos pagando una televisión pública que cuando llegan las elecciones desaparece como referente informativo principal. Tiene que ser una privada, La Sexta, la que confirme la pervivencia del periodismo en nuestro sistema democrático. Ni siquiera hay atisbo de sonrojo en quienes dirigen el mastodonte, pues se trata de comisarios políticos que renuncian a la decencia profesional por un plato de lentejas, y sólo son elegidos tras pasar el test de la ignominia y mostrar las señales precisas de que están dispuestos a humillar a sus propias plantillas. El debate del pasado lunes, sea cual sea la opinión que cada cual tenga sobre su fórmula y desarrollo, es una afrenta para TVE, que es el medio que debería garantizar el rigor, la equidad, la independencia y la pluralidad que caracterizan al buen periodismo, pues se trata de la televisión de la que todos somos accionistas. 

La dinámica de La Sexta viene a denunciar de manera implícita no ya sólo el secuestro de la televisión pública a manos del Gobierno Rajoy sino su asesinato. TVE se apaga en etapa electoral mientras se encienden las privadas (sobre Tele 5 no puedo opinar porque la tengo desconectada) y lo peor es que desde Torrespaña intentan pasar su inacción como gesto de neutralidad. Mientras hierve la actualidad en programas como Más vale tarde, El Objetivo, Salvados, Al Rojo Vivo y otros, TVE se limita a seguir las elecciones desde el programa de Bertín Osborne, manteniendo además el esquema del bipartidismo, al que se prestó interesadamente el líder del PSOE, Pedro Sánchez, quien con la aceptación de su aparición en ese programa facilitaba que Rajoy lo siguiera y no estuviera del todo ausente de la campaña en que pone en juego su presidencia. 

Han acabado con la credibilidad del otrora intocable Informe Semanal, han facilitado que se hagan chufas de ciertas piezas de los telediarios, han relegado a la alta madrugada el único informativo de calidad y solvencia incontestables, el de La Dos, han escondido El Debate en horas impracticables y han reunido en la mesa de La Noche en 24 Horas a toda la carcundia más básica que abreva en la oficina de prensa de Génova con unas pocas guindas más o menos neutralizadas que hacen la función de testigos falsos. Es un horror y una vergüenza. La Dos, en su conjunto, todavía parece permanecer a salvo, pero la programación es tan caótica y despersonalizada que el espectador ha de alcanzarla a voleo, sin posibilidad de retener su lógica y estructura. 

En esa autista representación de una realidad ya caduca, pues es innegable el protagonismo de las fuerzas emergentes, TVE se dispone a emitir el debate a dos que organiza la Academia de Televisión, pero en otras ocasiones ha podido hacer pasar ese choque como de su cosecha porque era la única cadena que lo emitía; el hecho de que La Sexta, en esta ocasión, no renuncie a conectar la señal, deslucirá también a la pública, y más cuando ésta se resiste insistentemente a complementar los debates y las 'noches electorales' con comentaristas que expresen la pluralidad de la sociedad española. 

Cuando las elecciones catalanas, TVE interrumpió la comparecencia de Albert Rivera, que representaba a la primera fuerza no nacionalista, y no llamó la atención sobre la absoluta ausencia del PP para la explicación de los resultados, mientras en La Sexta se prolongaban hasta la madrugada dos mesas de análisis en las que participaba todo el espectro político catalán, desde la CUP hasta el propio PP. 

La costosa TVE renuncia de manera continuada a hacer periodismo libre y plural, y tanto en la noches electorales de las europeas, las autonómicas y municipales o en las recientes catalanas era preciso atender a La Sexta porque era la única cadena que ofrecía información minuciosa y contextualizada junto a un debate abierto, no sólo sin miedo a la libertad, sino con regusto y disfrute de ella. O sea, periodismo. 

El Gobierno de Rajoy se ha apropiado de la televisión de todos y no sólo la tiene como máquina de manipulación y sonajero sino que como consecuencia de esto ha acabado neutralizándola hasta el punto de que nadie espera mucho de ella en etapas tan trascendentes como las electorales. 

Nada importaría si se tratara de una televisión del PP, pero es de todos, y su ausencia y protagonismo en el debate electoral es otro elemento para el descrédito de un instrumento imprescindible. La clave está en gestos como el que tanto se le ha celebrado a Rivera durante el pasado lunes cuando exhibió la portada de El Mundo en que se daba noticia de los sobres de Bárcenas con dinero negro destinados, entre otros, al propio Rajoy. Esa imagen es el triunfo del periodismo libre frente a los silencios cómplices que amparan la corrupción. Hay, pues, que salvar a TVE de las garras de estos bárbaros y de los que vengan.

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