Decíamos ayer que el PP murciano ha preparado a sus huestes para
celebrar los cinco diputados que le otorgan las encuestas como un éxito.
Perdería tres respecto a los que ha tenido en la última legislatura,
pero es que ocho sobre diez fue, esto sí, tocar los cielos. Conservar la
mitad de las existencias en reparto y doblar al conjunto de la
oposición en tiempos de llanto y crujir de dientes resultaría una
heroicidad. Cinco diputados sería, pues, la cota del éxito, equiparable a
las barridas anteriores, y ahora con más mérito, ya que a la fuerza de
avance de las épocas felices le sucedería la capacidad de resistencia en
la era de la adversidad.
Ahora bien ¿qué consecuencias tendría
un resultado menos optimista para los populares? Si hemos de creer la
quiniela que dibuja la encuesta del CIS también debiéramos incluir ese
40% de votantes que detecta a los que declara ´indecisos´. Demasiados
´indecisos´. Y cada vez cunde más la impresión de que Ciudadanos podría
dar la campanada; nadie está en disposición de negar de manera rotunda
la posibilidad de que acabe ganando las elecciones. ¿Qué pasaría, digo,
si el PP, en vez de cinco, alcanzara sólo cuatro o tres diputados? Algo
se movería en el interior de ese partido por mucho que la apariencia
muestre a una organización inalterable en cualquier circunstancia.
Podrían surgir voces que reclamaran responsabilidades, pero ¿a quién?
Hemos
visto que, según Pedro Antonio Sánchez, «la lista la hace Madrid». Es
decir, él no tendría responsabilidad directa sobre el resultado de las
elecciones generales. No es cosa suya. Es cierto que Teodoro García, el
cabeza de la candidatura, pertenece a su núcleo duro, y el dos, Juan
María Vázquez, es una guinda que hace las veces de lo que en la huerta
se llama ´la pará´, pero el resto es una sartenada de migas con
tropezones, la fauna que reside bajo el puente de las aguas turbulentas,
donde se ve la mano testamentaria de Valcárcel, todavía presidente del
partido, más algunas incrustraciones directas de ciertos círculos de
poder en Génova. ¿Quiénes merecerían, en tal caso, los tirones de
orejas?
¿Valcárcel, que es ya como una sombra vaga que sólo se expone públicamente en espacios previamente despejados, un Fraga Iribarne que ha encontrado su Galicia en Bruselas? ¿O Madrid? ¿Y qué Madrid? ¿Cospedal, Soraya, Pastor, el declinante trajinoso Martínez Pujalte...?
Pero las preguntas no son esas. Si se mira bien al PP,
no se trata de quién o quiénes tendrán que asumir responsabilidades
sino quién o quiénes estarían en disposición de pedirlas. Lancemos un
foco panorámico: nadie. El campo está despejado. Los ´garristas´ se
están yendo o permanecen desactivados, y fuera de ese núcleo sólo
aparecen aquí o allá algunas personalidades sin tirón orgánico a las
que, además, resultaría fácil colocar la etiqueta de ´descontentos´, una
palabra de fuerte impregnación peyorativa, pues en el PP no se puede
estar descontento sino que es preciso rebosar de felicidad para no
parecer sospechoso de cualquier cosa.
La cita inmediata a las
elecciones generales es el congreso regional del PP. Sea cual sea el
resultado del 20D, todo ha quedado listo para que no brote algún tipo de
oposición interna que pueda trastocar la hoja de ruta.
Pero en
este esquema el PP no está solo. Su viejo colega de batallas, el PSOE,
participa de la misma singularidad a este respecto. Porque, a ver:
también para los socialistas es tranquilizador, tal y como vienen las
cosas, el ´patito´ que les otorga la encuesta del CIS. En un contexto en
que Pedro Sánchez descendería de los cien diputados, el PSRM mantendría
su cuota aun si el PSOE fuera superado por Ciudadanos, cosa probable,
pues los socialistas no parecen ir ni p´alante ni p´atrás. Si para el PP
el triunfo significa perder tres, para el PSOE sería quedarse como
está. ¿Quién exigiría responsabilidades a la actual dirección si el
resultado fuera inasumible?
No hay a la vista nadie en condiciones de
hacerlo, pues la oposición ´tripartita´ (el concepto es, claro, una
licencia) que en su día tuvo González Tovar ya no existe. Joaquín López
está en el nido; Jesús Navarro, también, y Roberto García, a estas
alturas, ya se sitúa fuera de juego. El último resistente es Pedro
López, pero éste necesitaría de una lanzadera nacional, que podría venir
sólo en el caso de una rebelión en armas no se descarte de Susana
Díaz flanqueada por Carme Chacón. Y aún así, el partido-estructura es
difícil que diera un vuelco, a no ser que se produjera una situación de
siniestro total y los de Pedro Sánchez tuvieran que protagonizar una
diáspora.
En definitiva, PP y PSOE en la Región de Murcia están
preparados en su actual esquema de poder para afrontar los peores
resultados, pues han llegado hasta aquí teniendo la precaución de
deshacerse previamente, de unas u otras maneras, de sus respectivas
oposiciones internas. El nivel de catástrofe tendría que ser muy acusado
para que sus actuales dirigentes se vieran obligados a saltar al vacío.
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