lunes, 7 de diciembre de 2015

Sin miedo a perder / Ángel Montiel

Decíamos ayer que el PP murciano ha preparado a sus huestes para celebrar los cinco diputados que le otorgan las encuestas como un éxito. Perdería tres respecto a los que ha tenido en la última legislatura, pero es que ocho sobre diez fue, esto sí, tocar los cielos. Conservar la mitad de las existencias en reparto y doblar al conjunto de la oposición en tiempos de llanto y crujir de dientes resultaría una heroicidad. Cinco diputados sería, pues, la cota del éxito, equiparable a las barridas anteriores, y ahora con más mérito, ya que a la fuerza de avance de las épocas felices le sucedería la capacidad de resistencia en la era de la adversidad. 

Ahora bien ¿qué consecuencias tendría un resultado menos optimista para los populares? Si hemos de creer la quiniela que dibuja la encuesta del CIS también debiéramos incluir ese 40% de votantes que detecta a los que declara ´indecisos´. Demasiados ´indecisos´. Y cada vez cunde más la impresión de que Ciudadanos podría dar la campanada; nadie está en disposición de negar de manera rotunda la posibilidad de que acabe ganando las elecciones. ¿Qué pasaría, digo, si el PP, en vez de cinco, alcanzara sólo cuatro o tres diputados? Algo se movería en el interior de ese partido por mucho que la apariencia muestre a una organización inalterable en cualquier circunstancia. Podrían surgir voces que reclamaran responsabilidades, pero ¿a quién?

Hemos visto que, según Pedro Antonio Sánchez, «la lista la hace Madrid». Es decir, él no tendría responsabilidad directa sobre el resultado de las elecciones generales. No es cosa suya. Es cierto que Teodoro García, el cabeza de la candidatura, pertenece a su núcleo duro, y el dos, Juan María Vázquez, es una guinda que hace las veces de lo que en la huerta se llama ´la pará´, pero el resto es una sartenada de migas con tropezones, la fauna que reside bajo el puente de las aguas turbulentas, donde se ve la mano testamentaria de Valcárcel, todavía presidente del partido, más algunas incrustraciones directas de ciertos círculos de poder en Génova. ¿Quiénes merecerían, en tal caso, los tirones de orejas? 

¿Valcárcel, que es ya como una sombra vaga que sólo se expone públicamente en espacios previamente despejados, un Fraga Iribarne que ha encontrado su Galicia en Bruselas? ¿O Madrid? ¿Y qué Madrid? ¿Cospedal, Soraya, Pastor, el declinante trajinoso Martínez Pujalte...?

Pero las preguntas no son esas. Si se mira bien al PP, no se trata de quién o quiénes tendrán que asumir responsabilidades sino quién o quiénes estarían en disposición de pedirlas. Lancemos un foco panorámico: nadie. El campo está despejado. Los ´garristas´ se están yendo o permanecen desactivados, y fuera de ese núcleo sólo aparecen aquí o allá algunas personalidades sin tirón orgánico a las que, además, resultaría fácil colocar la etiqueta de ´descontentos´, una palabra de fuerte impregnación peyorativa, pues en el PP no se puede estar descontento sino que es preciso rebosar de felicidad para no parecer sospechoso de cualquier cosa. 

La cita inmediata a las elecciones generales es el congreso regional del PP. Sea cual sea el resultado del 20D, todo ha quedado listo para que no brote algún tipo de oposición interna que pueda trastocar la hoja de ruta. 

Pero en este esquema el PP no está solo. Su viejo colega de batallas, el PSOE, participa de la misma singularidad a este respecto. Porque, a ver: también para los socialistas es tranquilizador, tal y como vienen las cosas, el ´patito´ que les otorga la encuesta del CIS. En un contexto en que Pedro Sánchez descendería de los cien diputados, el PSRM mantendría su cuota aun si el PSOE fuera superado por Ciudadanos, cosa probable, pues los socialistas no parecen ir ni p´alante ni p´atrás. Si para el PP el triunfo significa perder tres, para el PSOE sería quedarse como está. ¿Quién exigiría responsabilidades a la actual dirección si el resultado fuera inasumible? 

No hay a la vista nadie en condiciones de hacerlo, pues la oposición ´tripartita´ (el concepto es, claro, una licencia) que en su día tuvo González Tovar ya no existe. Joaquín López está en el nido; Jesús Navarro, también, y Roberto García, a estas alturas, ya se sitúa fuera de juego. El último resistente es Pedro López, pero éste necesitaría de una lanzadera nacional, que podría venir sólo en el caso de una rebelión en armas no se descarte de Susana Díaz flanqueada por Carme Chacón. Y aún así, el partido-estructura es difícil que diera un vuelco, a no ser que se produjera una situación de siniestro total y los de Pedro Sánchez tuvieran que protagonizar una diáspora.

En definitiva, PP y PSOE en la Región de Murcia están preparados en su actual esquema de poder para afrontar los peores resultados, pues han llegado hasta aquí teniendo la precaución de deshacerse previamente, de unas u otras maneras, de sus respectivas oposiciones internas. El nivel de catástrofe tendría que ser muy acusado para que sus actuales dirigentes se vieran obligados a saltar al vacío.


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