miércoles, 23 de diciembre de 2015

El suicidio político de Pedro Sánchez / Pablo Sebastián *

Pedro Sánchez ha quemado sus naves en el palacio de la Moncloa al bloquear todo acuerdo con el PP. Y le ha echado más leña a ese fuego ‘purificador’, donde él se va a inmolar, rechazando un pacto tripartito PP-PSOE-Ciudadanos como el propuesto por Albert Rivera en defensa de la unidad y estabilidad de España, lo que Sánchez ha calificado de ‘frentismo’ (sic).

Acto seguido y tras imponer sus ‘líneas rojas’ a PP y a Ciudadanos, Sánchez declaró que hay que suprimir todas las ‘líneas rojas’ (otro sic). Y en un alarde de entusiasmo se ofreció como candidato para presidir un ‘Gobierno progresista del cambio’. Para lo que pide a Pablo Iglesias que retire las ‘líneas rojas’ del referéndum catalán. Las que con tanto esmero pintó Ada Colau a la puerta de Podemos, tras obligar a Iglesias a rectificar su programa electoral.

Además está claro que Pablo Iglesias nunca apoyará a Pedro Sánchez para Presidente del Gobierno, porque no lo considera. Antes incluso propone a ‘un independiente’ para ese cargo, porque en realidad lo que Pablo Iglesias pretende es ser el Alexis Tsipras español y convertir el PSOE en el PASOK con la ayuda de Sánchez.

Como guindas de su pastel de ocurrencias Sánchez desafió a Susana Díaz, a la que recordó que él manda en el PSOE, por eso de ‘la cultura del partido’ que mencionó Felipe González. Y a sus adversarios en la política (PP y C's), a los que acaba de despreciar, les conminó a regalar al PSOE la presidencia del Congreso de los Diputados. Lo que prueba que el tal Sánchez tiene pocas luces o ha perdido la cabeza después de su pésimo resultado electoral. Porque esa presidencia puede recaer en el PP, Ciudadanos o Podemos.

Hacía mucho tiempo -desde que se fue Zapatero- que no habíamos visto en España una colección de tan exotéricas propuestas como las que Pedro Sánchez ha presentado a los españoles en las últimas horas. Y allá el PSOE y sus dirigentes si lo secundan en semejante hoja de ruta en la que se anuncia un pretendido pacto del PSOE con Podemos, que ya rechazan muchos barones socialistas, Susana Díaz incluida.

Puede que, en coherencia con los que han sido sus pésimos resultados electorales, Sánchez fracase en todo y además tenga, tarde o temprano, que presentar su dimisión ante el Comité Federal del PSOE. Porque, en pleno hundimiento electoral del PP, Sánchez perdió las elecciones y ¡20 escaños! respecto al resultado de Pérez Rubalcaba en 2011 (‘Alfredo vuelve ¡nos rendimos!’, dicen algunos dirigentes socialistas).

Sánchez, después de haber declarado que no apoyaría al PP ni a Rajoy nada más terminar las elecciones, sin esperar a su Comité Federal ni a la reunión con Rajoy, cayó en la trampa de Susana Díaz y Pablo Iglesias que sí quieren elecciones anticipadas: ella para ser candidata del PSOE, tras las primarias en las que arrasará; y él para convertirse en líder de la izquierda, una vez que sume los más de 922.000 votos de IU.

El discurso de Sánchez de que a Rajoy le toca intentar formar gobierno es una broma, una vez que él ya ha dicho que no le apoyará ni tampoco se abstendrá en las votaciones de investidura. Semejante imprudencia se ha visto empeorada al calificar de ‘frentismo’ la propuesta de Albert Rivera de abrir una negociación tripartita para así explorar un acuerdo entre PP, PSOE y Ciudadanos a favor de la unidad y de la recuperación económica y social del país, de reformas democráticas -la Constitución incluida- y la búsqueda de la estabilidad.

Y ¿qué tiene que ver todo esto con el frentismo cuando ello implicaría una gran mayoría constitucional de 253 diputados con partidos de la derecha, el centro y la izquierda, frente a los 97 escaños de Podemos y del nacionalismo secesionista? En realidad al líder del PSOE solo le queda una puerta de escape: la propuesta tripartita de Ciudadanos con la excusa del ataque a la Constitución del secesionismo catalán, si CUP acepta la investidura de Artur Mas.

De lo contrario Sánchez consumará su suicidio político y Susana Díaz llegará a Madrid con la bendición del Ibex, la vieja guardia felipista, el Grupo Prisa y la mayoría de los barones del PSOE. Lo que le permitirá: pactar con el PP y Ciudadanos –con el argumento del ‘lobo catalán’-; o desafiar en las urnas a Pablo Iglesias a quien la andaluza presume de haber derrotado en el Sur. Lo que no será nada fácil de repetir en toda España como pronto lo comprobará si, gracias a ella y a Sánchez, hay unas elecciones anticipadas. Porque en semejante ocasión la batalla final será entre PP y Podemos, porque entonces nadie verá al PSOE ni como líder de la izquierda ni con posibilidad de ganar.

(*) Periodista

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