“#EspañaEnSerio
Hemos pasado de ser el enfermo de #Europa a ser ejemplo de
recuperación. El cambio ya se ha producido en #España”. Así decía el
mensaje que lanzaba el Twitter de Mariano Rajoy mientras éste se
disponía a intervenir en un mitin en Estepona. Ignoramos si el community manager que gestiona la cuenta del presidente recibe descargas
eléctricas cuando los tweets no son lo bastante triunfalistas, pero lo
único rescatable de todo el enunciado es el ‘hashtag’ inicial. Porque la
situación sigue siendo muy seria, peliaguda, y aún lo será más en las
próximas décadas si se sigue apostando por un modelo rudimentario y
fracasado.
Los
populares tienen enfrente las elecciones más duras a las que jamás
se hayan enfrentado, y su maquinaria de propaganda, encabezada
por la prensa amiga, se ha puesto manos a la obra para que las cifras
macroeconómicas oculten la terrorífica realidad social de
nuestro país.
Como le hacían a Alexander DeLarge en ‘La Naranja
Mecanica’, nos mantienen atados de pies y manos, sin permitirnos
cerrar los párpados, mientras ante nuestros ojos desfila una
procesión de cifras incrustadas en mensajes precocinados. El
más repetido de todos ellos: ‘España ya crece a un ritmo superior al
3%, más que Alemania’. Muy bien. ¡Aplausos enlatados! Etiopía
también crece: a un 9,5% la última década. Y Angola a un 10%. ¿Son
estos países los referentes?
Cuando se parte de la desolación
más absoluta, es sencillo agrandar la Economía. También es fácil
hacerlo sobre la base de la desigualdad, los bajos salarios, el
despido barato y la precarización del empleo. Lo difícil es
hacerlo con unos cimientos sólidos, diversificando las
actividades, garantizando la persistencia de una sociedad
próspera que consuma y fabricando productos que se demanden por su
calidad y por su identidad. ¿Tenemos que estar agradecidos al
Gobierno por conseguir una subida del PIB regada con la sangre del
Estado del Bienestar, cuyos fundamentos han podado hasta lo
inimaginable?
Recortes aparte (por cierto: el eje
Bruselas-Berlín, implacable, pide más ajustes y profundizar en la
reforma laboral), Rajoy y sus chicos no han hecho absolutamente
nada para cambiar los mimbres. Se recupera la actividad
constructora y el turismo de ‘balconing’ y litrona nos saca del
pozo. Sin tecnología, sin inversión en I+D, sin asomo de valor
añadido en un sistema esclavo de los florentinos y botines,
España sigue sentenciada a naufragar en el bucle
burbuja-crisis-burbuja que venimos padeciendo desde la
reconversión industrial.
La sociedad se ha cansado de tanta
mediocridad, irresponsabilidad y falta de previsión. Se ha
cansado del ciclo del dinero fácil que lleva a la ruina, y del que
sólo se benefician unos pocos. Aunque tarde y mal, ha decidido
dejar de ser como el sándalo, que perfuma el hacha que lo hiere
(gracias, Tagore, por tus bellas metáforas).
La demoscopia
dice que el absolutismo del PP, y por extensión el bipartidismo,
está dando sus últimos estertores. #EspañaenSerio quiere un
cambio, y ha decidido encumbrar a dos formaciones emergentes
que, aunque no refundarán el modelo de riqueza –ninguna de las dos
ha hecho propuestas serias y con altura de miras en este ámbito- sí
propiciarán una regeneración política de la que, con suerte,
podría nacer una nueva concepción de la Economía. Si no valen como
solución, al menos que sirvan como castigo.
(*) Periodista
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