Cada vez que se habla de despliegue de soldados españoles en guerras
del cercano y lejano Oriente tenemos que decir que ‘no’ porque esas no
son nuestras guerras. Máxime cuando ninguna de ellas tiene que ver con
nuestros intereses estratégicos, económicos y culturales, al contrario
de lo que ocurre con las grandes potencias occidentales implicadas en
esos conflictos, como son los de Afganistán, Siria o Irak.
Y recordamos todo esto porque se acaba de producir un atentado de los
talibanes afganos en Kabul y en las inmediaciones de la embajada de
España -en el que han muerto dos policías españoles-, en un tiempo en el que,
en plena campaña electoral española se debate la oportunidad de enviar
tropas españolas a Siria, Irak o al Sahel a raíz de los atentados
terroristas de París del pasado 13 de noviembre.
Esas nos son nuestras guerras, ni tiene España el potencial militar
para actuar en ella, ni debemos correr riesgos de muertes -en Afganistán
han sido 101 los muertos españoles- porque quienes si tienen y muchos
intereses económicos -petróleo entre otras cosas- y estratégicos y por
otra parten disfrutan de un potencial y presupuesto militar importante
son los que tienen que actuar, como es el caso de EEUU, Gran Bretaña y
Francia, en el ámbito de la OTAN.
Por lo tanto no son nuestras guerras, nos han costado muchas vidas y
en el caso del público apoyo de Aznar a la guerra de Irak cerca de 200
muertos y mil heridos en el atentado islamistas del 11-M en Madrid. Lo
que constituye un precedente lo suficientemente importante para que
España -que además acogió en su territorio, de la mano de Zapatero, el
escudo anti misiles de USA en Rota-, no vuelva a las andadas. Porque
sabido es que las fronteras españolas son muy permeables a la entrada de
radicales islámicos y si nuestro país asume protagonismo en esos
conflictos nos puede costar muy caro, como ocurrió el 11-M de 2004.
Si a ellos añadimos los graves problemas nacionales en la economía,
el paro -de los más altos de Europa- y el secesionismo catalán, veremos
que España no está para meterse en guerras ajenas y lejanas, lo que no
quita que podamos colaborar logísticamente o como base militar. Pero
enviar tropas, aviones y barcos a las zonas de guerra, cuando además el
presupuesto militar español está bajo mínimos, pues nada de nada. Y si
después de las elecciones el nuevo gobierno decide meterse en dicho
berenjenal militar se equivocará. España no es país para guerras, ni son
esos conflictos de su incumbencia, ni estamos preparados para ello. Y
lo del ataque a las inmediaciones de la embajada española en Kabul es
toda una señal. De manera que atentos y no a la guerra por lo que
pudiera pasar.
(*) Periodista
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