¿Ha sido
éxito o fracaso lo del PSOE en las pasadas elecciones? Se trata de un
acertijo quimérico para el que todas las respuestas son falsas y, a la
vez, verdaderas. Con los números crudos en la mano, está claro que los
socialistas han obtenido el peor resultado de su historia. Pero teniendo
en cuenta las circunstancias, con el bipartidismo quebrado y sufriendo
un liderazgo tan errático como inconsistente, haberse mantenido como
segunda fuerza política es para darse con un canto en los dientes.
Sin
embargo, haber sorteado el desastre absoluto en la ordalía de los
comicios les ha situado, paradójicamente, en una encrucijada
sin camino correcto.
A mano derecha tienen la posibilidad de
una gran coalición ‘a la alemana’, confluyendo con el PP para
garantizar una legislatura sin sobresaltos. Violar este tabú
serviría en bandeja el discurso al club anti-casta: Garzón e
Iglesias tendrían los mítines hechos y la S del acrónimo de la rosa,
ya difuminada, desaparecería para siempre en el imaginario
colectivo. ¿Injusto? Sí. ¿Inevitable? También.
Luego está el
sendero de la izquierda, el que, a priori y atendiendo a sus raíces
históricas, debería ser natural para el partido. Una vía que
equivale a meterse desnudo, como el T-800 de ‘Terminator 2’, en un
bar de carretera lleno hasta la bandera de moteros rebosantes de
alcohol y esteroides. Un auténtico campo minado de
extremistas, extremistas que dicen no serlo, ex-extremistas y
nacionalistas periféricos, que serían los que al final
cortarían el bacalao.
Ni que decir tiene que entrar en este
laberinto haría de la legislatura algo parecido a un episodio de
‘La que se avecina’ sin gracia, con el Ibex-35 temblando, los
mercados metiendo caña y los tertulianos de 13tv rezumando lava y
gases tóxicos. Hasta que al final una llamada furiosa de frau Merkel
acabaría con el cambalache de 5 ó 6 partidos –no sé si he hecho
bien los cálculos, soy de letras- señalando fecha para unas
elecciones anticipadas. Y así volvemos al punto de inicio, solo
que con una prima de riesgo desbocada, los inversores huyendo en
masa y Rouco Varela hiperventilando.
Los de Pedro Sánchez
están en una situación que, filosóficamente, se plantea como un
dilema: tienen dos opciones y ninguna de las dos lleva a buen puerto.
Quizá habría sido mejor que los indecisos hubiesen dado la espalda
al partido y así poder asumir una buena catástrofe depuradora, en
lugar de seguir agonizando y enfrentarse a un desafío para el que
su líder no está preparado. Porque no se sabe si de éxito o de
fracaso, pero el PSOE se está muriendo.
(*) Periodista
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