El eco del No-Do del lunes al que algunos llaman debate cada a cara
no cesó hasta la agresión a Rajoy, como un rayo que reventó la última
semana de campaña. El martes vi y escuché en la tele a Rajoy, por la
mañana, tomarse un vino en La Rioja y dar una charla en la que parecía
un jubilado en la cena de despedida, y daba aspecto de abatido. Poco
después compartí tres cuartos de hora con Pedro Sánchez. Le conozco hace
años, de cuando no era un pope del PSOE, y le encontré frío, distante
de todos, apagado y con rictus de preocupado.
Los discursos oficiales de PP y PSOE no se compadecen con lo que te
cuentan a micrófono cerrado los que acompañan a los líderes en la
campaña. Una mujer del equipo de Rajoy me confiesa que al terminar el
combate el lunes, “en Génova sentimos escalofríos. Un desastre. ¿Sabes
lo que me consuela hoy?, que varias personas me han dicho que no
pensaban votarnos, pero que les dio tanta lástima el presidente que
ahora lo van a hacer, porque además creen que el patio no está para
aventuras con desconocidos”.
Uno de los que diseñan la campaña de Pedro
Sánchez me asegura que “la mayoría en casa creemos que Pedro ganó,
aunque es evidente que los dos perdieron y que sobre el papel el
espectáculo benefició a Albert y Pablo. Pero nuestra esperanza es que al
final la gente prefiera malo conocido que bueno por conocer y haya una
sorpresa que nos permita a PP y PSOE salvar la cara. Ser segundos ya
será un buen resultado. Y si además estamos por encima de los 100
escaños, miel sobre hojuelas”.
Y a la vista de ello, me reafirmo en la conclusión del lunes a
vuelapluma: ninguno de los dos dio el nivel mínimo exigible para quien
aspira a ser presidente del Gobierno de España. En el caso de Sánchez,
me asombra aún su incapacidad para haberle respondido a Rajoy que no le
insultó. La decencia es un atributo personal con carga negativa, claro
que sí. Es, según la RAE, “el aseo, la compostura y adorno
correspondiente a cada persona o cosa. La dignidad en los actos y en las
palabras, conforme al estado o calidad de las personas”. Yo también
creo que el comportamiento del presidente esta legislatura ha sido
indecente.
En política y en los debates las cosas son como parecen, no siempre
como son. Y como Rajoy entró al trapo, sorprendentemente inexperto, como
un novato y respondió, él sí, desde el insulto, Sánchez desaprovechó la
oportunidad de dejarle doblemente en evidencia. Primero aclarándole
serenamente, con argumentos y hechos probados, el por qué de su
indecencia. Necesitaría mucho espacio aquí para desgranar sus conductas
evidentemente incompatibles con la decencia en la vida pública, y además
son conocidas de todos. Y después, aclarándole que no le había
insultado, sino que había hecho una descripción de la realidad.
Pero Sánchez, acreditando poco talento, ninguna experiencia y una
sorprendente torpeza, siguió el camino que inexorablemente le llevaba
ante la audiencia a quedar como un propagador de insultos e improperios.
Y Rajoy siguió por ese camino, y ambos se enzarzaron en una contienda
de taberna de quinta que hizo del cara a cara un espectáculo
desagradable, porque convertir la discrepancia en un tenso y violento
intercambio de sandeces faltonas solo conduce al fracaso y al
alejamiento del ciudadano que esperaba argumentos y propuestas. Y muchos
lo recibimos, nosotros, como insultados en nuestra inteligencia. No
respetaron a la audiencia, ante la pasividad del moderador, que no fue
capaz de reconducir el debate ni de conseguir que nos hablaran de
Cataluña, uno de los problemas serios que habrá de afrontar quien gane
las elecciones. Si Rajoy y Sánchez, Sánchez y Rajoy, solo tienen esto
que ofrecernos a los ciudadanos, apaga y vámonos. A punto de terminar la
campaña, el mismo día que se estrena ‘La Guerra de las Galaxias’, el
debate fue como si reestrenaran ‘Curro Jiménez’. El bipartidismo se
agota, es el reverso, el lado oscuro que está a punto de finiquitar.
PS: La última que evidencia la urgencia de reformar la ley electoral.
Desde el martes a las cero horas no se pueden publicar encuestas. Una
bobada más en la que se nos falta el respeto. Las encuestas son un
elemento más de los que dispone el ciudadano para conformar su propio
criterio antes de ir a votar. Nos hurtan a nosotros ese elemento para la
reflexión pero ellos, los partidos, disponen hasta el sábado de
encuestas y trackings que pagan con nuestro dinero, y con ellas aprietan
o aflojan, ajustan los mensajes y los titulares. O sea que ellos pueden
enterarse a nuestra costa de aquello que a nosotros nos impiden
conocer. Debieran prohibirles votar hasta que cambien la ley electoral,
juegan con ventaja e información privilegiada mientras nos piden el
voto. Cada elección hay que repetirlo. Que urgente es la regeneración
democrática.
(*) Periodista
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