Hoy se dará el debate organizado por El País y retrasmitido por la televisión.
Es
una idea excelente por la que debemos felicitar al periódico que no
solamente favorece la democracia y el debate, sino que también deja en
evidencia la vergonzosa política de manipulación de este desgobierno que
padece el país y la cobardía de su presidente, el de los sobresueldos.
Cobardía muy razonable, desde luego. A ver quién se atrevería a ir a
que, en presencia de todos los españoles, le pidan explicaciones por la
corrupción que ha amparado y de la que presuntamente se ha beneficiado a
base de sobresueldos, o por el hecho de que esté costeando con dineros
públicos los cuidados a su padre dependiente, él que ha suprimido la
subvención a las dependencias ajenas.
Efectivamente,
un debate imprescindible que debiera ser obligatorio y en el que los
votantes podrán comparar los talantes y los programas de los candidatos.
Pero
ese mismo debate presenta una tacha innoble, un defecto de origen que
lo invalida. Falta el cabeza de lista de la quinta opción de ámbito
estatal, Alberto Garzón, líder de Ahora en común, esto es, en
realidad de IU. No se le ha invitado. Es verdad que el debate se produce
en el ámbito privado de un periódico, que no está obligado a aplicar
un criterio de proporcionalidad que le obligaría a incluir a Garzón,
pues IU tiene representación parlamentaria. Y lo mismo pasa con UPyD.
Exactamente,
¿qué razones hay para impedir el acceso de Garzón al plató? Ninguna. Si
acaso que IU es una organización pantalla del Partido Comunista de
España y las fuerzas políticas conservadoras o vagamente liberales, como
El País, nunca han visto con simpatía a los comunistas. Palinuro
tampoco y no tiene la menor intención de votarlos. Pero, al mismo
tiempo, considera que censurar, acallar, silenciar una fuerza política
legal y parlamentaria por el hecho de que no se simpatiza con ella no
tiene nada de democrático. Es una decisión arbitraria, injusta y censora
que resta todo mérito al debate.
Al
comienzo de la transición, el gobierno de Suárez acarició la idea de
celebrar las primeras elecciones democráticas de 1977 con el Partido
Comunista en la ilegalidad. Los socialistas de entonces amenazaron con
no presentarse si no se permitía que los comunistas lo hicieran y eso
garantizó la presencia del PCE en esas elecciones. Esta actitud no
alcanzó también a otras fuerzas políticas a la izquierda del comunismo,
lo cual fue un baldón para el carácter democrático de aquellas
elecciones. Pero los comunistas pudieron concurrir.
Entiendo
que el PSOE y Podemos están moralmente obligados a exigir la presencia
de Garzón en ese debate y a renunciar a su participación si no se
produce. Por mi parte, jamás votaré a una opción política que no muestre
respeto por el juego limpio ni defienda los derechos democráticos de
los adversarios como si fueran los suyos.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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