domingo, 8 de noviembre de 2015

Destituir a un general / Ramón Cotarelo *

El episodio es conocido: Podemos ficha a un general exjefe del Estado Mayor para que vaya de segundo en su lista de Zaragoza. La noticia tiene muchas vertientes y ya cuenta con abundantes comentaristas entre los que destacan los virtuosos indignados, como es habitual en el país. Unos cargan contra Podemos por incluir entre los suyos a un general, firme partidario de la OTAN; otros la toman con el general por ir en la lista de unos zarrapastrosos, enemigos de España. Y los hay que critican a los dos por estos o similares motivos.

Sea como sea, desde el punto de vista de la precampaña electoral, el fichaje ha sido un acierto porque ha tenido amplia repercusión en los medios y ha obligado a otros actores políticos a pronunciarse, en especial, al gobierno que, con una velocidad insólita, ha destituido y expulsado del ejército al militar.

Este último acto es el que Palinuro desea comentar. No en cuanto a la oportunidad o legalidad o pertinencia del cese fulminante sino en cuanto a su sentido profundo, muy revelador de una mentalidad. La mentalidad que traslucen las palabras del ministro de Exteriores quien, quizá por su talante más tosco, dice lo que piensa: "No parece razonable que un general fiche por Podemos".

¿Por qué no? Muy sencillo, porque los militares tienen expresamente prohibido el estar afiliado o colaborar en ningún tipo de organización política o sindical, asistir a sus reuniones ni expresar públicamente opiniones sobre ellas, por el artículo 182 de la Ley 85/1978, de 28 de diciembre, de Reales Ordenanzas de las Fuerzas Armadas, declarado vigente por la posterior Ley 39/2007, de 19 de noviembre, de la carrera militar. Diáfano. Pero la cuestión no es esa puesto que, sabedor el general de que se situaba fuera de la ley, ya había pedido el cese voluntariamente.

La cuestión está en las palabras del ministro que, como los peces, muere por la boca. Porque lo no razonable o irrazonable no parece ser que el militar fiche por un partido político, sino que lo haga por Podemos.

De nuevo: ¿por qué no? Podemos es un partido legal, amparado por la ley. Cualquiera puede militar en él si es admitido y, si los militares pudieran afiliarse a partidos, tanto podrían a Podemos como al PP. ¿Por qué no a Podemos? Es interesante observar, además, que el discurso de Podemos tiene un elemento patriótico, supuestamente genuino y popular, al estilo bolivariano, en el que el fichaje del milico encaja de maravilla.

Pues precisamente por eso. La derecha española más tradicional y reaccionaria -de la que el ministro es muestra de feria- considera que el país es suyo, de su propiedad. Como suyos son la Hacienda que lo financia, le Iglesia que lo bendice, la Justicia que lo ampara y el Ejército que lo defiende. Es el principio HIJE que voy a patentar como nombre para la conversión del país en un cortijo propiedad de la derecha. Esta controla de mil maneras a los inspectores de hacienda, los curas, los jueces y los militares, así como muchos otros estamentos.  
 
Podemos, por muy partido legal que sea, no entra en el contubernio y es una amenaza a la continuidad de esa posesión e instrumentalización de España y sus instituciones al servicio de la oligarquía. Podemos está fuera y, según la mentalidad paranoica de la derecha, es enemigo de España porque todo lo que no sea nacionalcatolicismo es anatema y animadversión a la Patria. Un general fichando a favor de los enemigos de España, en efecto, no sería razonable. Al no ser tal el caso y alentar en Podemos un patriotismo de otro tipo pero tan patriotismo como el del ministro, lo que no es razonable es que un personaje como Margallo sea ministro de nada.  
 
¿Regenerar ésto?
 
Una ola de regeneracionismo invade el país. Como el decimonónico. Con alguna diferencia. El del siglo XIX podía ser -y era- algo ingenuo, poco avisado, no sistemático, pero honrado e impulsado por personas cabales, genuinamente preocupadas por su país, desinteresadas y, en lo fundamental, buenas. Joaquín Costa, Macía Picavea, Lucas Mallada, Rafael Altamira, los krausistas, etc., eran gentes de valía. Tenían sus defectos e insuficiencias, como todo el mundo, pero eran generosos, bienintencionados, desinteresados. Eran un ejemplo.

El regeneracionismo actual, esa regeneración democrática que no se les cae de la boca a los políticos, más parece cosa de charlatanes, trileros, estafadores, cantamañanas cuando no de simples y puros ladrones. No hay ni color. Todos los partidos, todos los dirigentes juran por los huesos de sus antepasados que van a proceder a la regeneración democrática del país. Ha sido necesario que este descendiera hasta convertirse en el cenagal en que chapotea el PP. El partido del gobierno es el principal responsable y beneficiario de este estado de robo, saqueo, engaño y expolio en que se ha convertido España, en donde el estar en política especialmente en la derecha, pero no solo en ella, es sinónimo de llenarse lo bolsillos con el dinero público, enchufar a los parientes y amigos y asegurarse una pensión suculenta que pagan los propios expoliados.

Ni un partido en estas próximas elecciones deja de prometer la regeneración democrática. Lo hace el PSOE, asegurando que no le temblará la mano a la hora de expulsar corruptos. Lo hace Podemos también, que quiere dejarlos fuera de la política. Lo hace IU y, por supuesto, lo hacen estos nuevos falangistas de C's que apoyan gobiernos del PP, como el de Madrid, una cueva de mangantes. Lo hace también el PP, con el crédito que cabe imaginar pueda poseer un partido que los jueces consideran una asociación de malhechores, presidido por un payo acusado de cobrar sobresueldos de origen dudoso.

Pero, ¿son creíbles estas afirmaciones? En absoluto. El PP y el gobierno están presididos por un presunto corrupto que mintió al Parlamento en una comparecencia sin que la oposición haya pedido su dimisión ipso facto. Esa oposición que no ha tenido el coraje de presentar una moción de censura a un gobierno que miente más que habla y ha estado cuatro años trabajando para saquear el país, según confesión subconsciente de la repulsiva señora Cospedal.

El crédito de estos descarados gobernantes se mide por las dos últimas revelaciones de sus latrocinios más repugnantes, los que han tenido ocultos hasta la fecha porque hasta ellos se avergüenzan de su miseria moral.

Rajoy carga a los presupuestos públicos el pago de la dependencia de su padre. Hace falta ser un verdadero sinvergüenza para atender a tu padre con dineros públicos que niegas a los demás dependientes del país. Mientras su progenitor sobrevive, cientos, miles de personas han fallecido en estos años sin haber accedido a recursos de dependencia que el gobierno de Rajoy les ha negado. Pero a su padre se los paga. ¿Cómo va a regenerar nada un tipo así que, por supuesto, ni se le ha ocurrido dimitir cuando lo han pillado a pesar de que hubiera tenido que marcharse a esconderse en algún agujero al que no llegue el sentido de la dignidad y la vergüenza?

La señora Aguirre, verdulera espiritual, Grande de España, la que presumía de poner fin a las "mamandurrias" estuvo diez años cargando la factura de la luz a los bolsillos de sus conciudadanos. Y tampoco hace ademán de dimitir y desaparecer para siempre de la vida pública. ¿Cómo va a regenerar nada esta otra desvergonzada que timaba 200 o 300 euros al mes a la gente a la que teóricamente gobernaba y eso solo en la luz? Será muy de ver -y se irá viendo- qué tal le resultaban los otros capítulos de trinque y la estafa.

Porque es lo único que importa a estos granujas: robar. Ni Patria, ni España, ni democracia, ni religión, ni mandangas. Robar a manos llenas, robar en todo y por todo. Forrarse, llevárselo crudo con el motivo que sea. Como están haciendo ahora mismo.
 
 
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
 

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