Al cirujano y escritor Atul Gawande se le conoce sobre todo por un libro
llamado ‘El efecto checklist’. En esa obra explicaba cómo algo tan
sencillo como las listas de comprobaciones nos han permitido abordar lo
más complejo, desde construir rascacielos y pilotar aviones a salvar
vidas en las mesas de operaciones. Ciudadanos condicionó la investidura
de Pedro Antonio Sánchez a un acuerdo que, en lo sustancial, era una
lista de comprobación de la voluntad de regeneración política del PP.
Ambos partidos firmaron un pacto de investidura inédito en la Región que
dio la presidencia a Sánchez, aunque desde el primer momento quedó
patente que Ciudadanos no iba a ser el sostén del gobierno regional sino
un partido de oposición con aspiraciones mayores a medio plazo. La
estrategia fijada por Albert Rivera en todos los territorios autonómicos
estaba claramente orientada a las elecciones generales.
Rivera no
quiere ser bisagra. Aspira a La Moncloa y eso pasa por superar al PSOE.
No quiere ser el bastón de Rajoy, sino ocupar su plaza. Otra cuestión es
que lo consiga. De momento sus expectativas crecen a medida que se
congelan las de Pedro Sánchez y bajan las de Pablo Iglesias, al menos en
los sondeos. Al primero le erosionan sus variopintas alianzas de mayo,
para afianzarse internamente en un partido donde la sombra susanista es
alargada y, al segundo se le esfuma el atractivo telegénico que le
propulsó en las europeas tras una progresiva crisis de identidad que le
ha hecho entrar en barrena.
Pero dicho todo eso, nunca el voto fue tan
volátil y quien hoy figura como favorito puede cosechar en diciembre un
batacazo. La Moncloa está al alcance de tres (PP, PSOE y Ciudadanos) y
el cuarto (Podemos) puede ser decisivo. Rajoy dio carta de naturaleza
esta semana a lo único seguro, el inminente fin del bipartidismo, al
reunirse por primera vez en la historia de la democracia con dos líderes
extraparlamentarios para conformar un frente contra el desafío
separatista en Cataluña.
Este juego de tronos en el tablero nacional tendrá repecursiones en la política regional, más allá del control de la delegación del Gobierno o la Confederación Hidrográfica. Si las urnas conducen en Madrid a un pacto entre el PP y Ciudadanos, se relajará la tensión de alto voltaje que existe aquí entre ambos. Si por el contrario fragua un alianza PSOE-Ciudadanos, el PP puede tener serios problemas. En este segundo escenario todo queda mucho más abierto. En sus análisis internos los partidos regionales lo contemplan todo, desde una moción de censura a una convocatoria anticipada de elecciones. Para los líderes regionales, el 20D también es una reválida. Aunque se vote a candidatos nacionales, Pedro Antonio Sánchez, Rafael González Tovar, Óscar Urralburu y Miguel Sánchez saldrán debilitados o reforzados. Son conscientes. A alguno se le nota la ansiedad por la expectativa de cambio. A medio plazo ninguno tiene asegurado su liderazgo. De hecho, en todos los partidos murcianos ya hay políticos moviéndose intramuros por lo que pueda pasar. Tienen nombre y apellidos. Sus jefes de filas lo saben, en algunos casos. En otros, lo sospechan.
La comparecencia voluntaria del presidente Sánchez, para hacer balance de sus primeros cien días, no solo pretendía ser un ejercicio de rendición de cuentas ante la opinión pública. A sabiendas de que le lloverían palos desde la oposición, también era un acto de afirmación en clave interna de quien quería transmitir que ha cuajado en tres meses y tiene suficientes logros que exhibir pese a los problemas derivados de su exigua mayoría parlamentaria. La estrategia de la oposición también es cristalina. Se le va a restregar la presencia de concejales imputados, un día sí y otro también, trasladándole toda la carga de responsabilidad por la previsible prórroga de los Presupuestos. Si finalmente no hay cuentas públicas que debatir, noviembre va a ser el mes de las comisiones de investigación de la desaladora de Escombreras y del auditorio de Puerto Lumbreras. Si en octubre saltaron chispas, este mes puede arder Troya. Queda mes y medio de batalla política a cara de perro.
(*) Periodista y director de 'La Verdad'
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