jueves, 22 de octubre de 2015

Nuevas reformas estructurales para el desarrollo industrial / Ángel Tomás *

La economía se diferencia de las ciencias naturales en que no posee la certeza matemática, real e inequívoca de aquellas en el acierto y consecución de los objetivos pretendidos. Algunos economistas  suelen olvidarse de la experiencia que otorgan los fracasos  anteriores, así como de los hechos que los ocasionaron. Un plan estructural de la máxima trascendencia requiere: cuantificar su necesidad, análisis experimental, planificación analítica integral, capacidad de implantación, cobertura financiera, y… sobre todo  "imaginación".

Es necesario evitar que los políticos elijan a economistas con el solo objetivo de facilitarles ideas y soluciones para contentar y favorecer el crecimiento de su electorado.

Lo necesario son las ideas rentables, que solo pueden aportarlas los economistas teóricos con acreditada experiencia, y que si han permanecido ocultos en sus gabinetes de trabajo, ofrecen mayor garantía y seguridad, de lo contrario emprender con poca meditación, si bien se sostiene al principio, cae con el transcurso del tiempo.

Todas las crisis económicas de amplia repercusión, han traído como uno de los más importantes resultados negativos, la "desindustrialización". El desempleo, la caída del PIB, el desequilibrio de la balanza comercial exterior, el deterioro de las finanzas y la morosidad, han sido las secuelas  sufridas generalizadas. Aunque el desarrollo industrial ha de basarse en su capacidad  de cubrir las necesidades de los humanos y su interrelación social,  no solamente deben apoyarse en la lógica, sino también, en las imperfecciones de la realidad, el progreso científico y la innovación. Si no se considera en toda su amplitud, la actividad industrial puede desembocar en el fracaso parcial o colectivo, provocando recesión y pérdida patrimonial en sus balances al encontrarse huérfana de medidas y soluciones capaces de hacer frente a los cambios de tendencias.

Los países de economía desarrollada y los emergentes, quieren lanzar y volver al crecimiento compensador del receso provocado por la crisis, a la disminución del desempleo, a sanear sus finanzas y a elevar el PIB. Eso requiere ingenio, creatividad y trabajo sin descanso que haga posible potenciar y crear "nuevos sectores manufactureros", estableciendo políticas industriales  consecuentes con la nuevacoyuntura. Sin embargo la productividad, la innovación técnica, y la formación profesional, necesitan una actualización continuamente renovada, sobre cuyos pilares construir un seguro y eficiente tejido manufacturero en sus distintas especialidades, lo cual requiere promoción, inversión y sobre todo tiempo.

Durante los años de gran bonanza, se perdió el tiempo y se careció de visión de futuro para hacer frente y superar los efectos de la crisis sobre el descenso del consumo mundial y sus tendencias a largo plazo, que han ocasionado pérdida del tejido empresarial y de su peso en la economía, desempleo, morosidad e inestabilidad financiera. El consumidor ha dirigido sus ingresos hacia el ahorro y los servicios, ocasionando una caída de la producción manufacturera alarmante.

Podemos afirmar que el comercio mundial ha entrado en decrecimiento preocupante, como lo demuestra el transporte de mercancías marítimo, aéreo y terrestre (los datos publicados por Báltic Exchange londinense que recogen la disminución del precio de los fletes del comercio mundial por el Báltico en más del 40%  en tres semanas, así lo demuestran). Es inaplazable un giro político-económico basado en un estudio y un marketing global, para la creación de nuevas actividades industriales que cubran las tendencias cambiantes del consumo, sin olvidar la formación tecnológica continuada de la productividad.

Sin embargo, grandes potencias afectadas por la recesión pretenden el cambio radical de su actividad industrial hacia la promoción de la " industria pesada ". Esta es imprescindible y tiene ya su asentamiento y experiencia en determinados países, pero la industria manufacturera cubre un consumo fluido y necesario imprescindible, si bien, estancado como consecuencia de la caída del consumo global y del abandono de la innovación, que no solo ha afectado a la producción pesada sino a la ligera, con su repercusión en la facturación de materias primas (MP), el empleo y la exportación.

Estos graves desajustes de la economía y el peligro de recesión, han hecho meditar y decidir, en principio, el cambio del sector productivo, no exento de alto riesgo.

Veamos un claro ejemplo sobre lo expuesto, China. China, segunda economía exportadora y financiera, en la actualidad, solo ofrece dudas e incertidumbre, y es posible  que pierda el liderazgo como comprador en el mercado de materias primas, como así lo estima  también The New York Times. El gigante asiático está obligando a otros sectores empresariales a remodelar su situación estructural y a abrirse nuevos mercados. Ejemplo de ello son Rusia, que se había acercado a China ante la caída de los precios energéticos y las sanciones impuestas por occidente, Brasil, otros países latinoamericanos y Australia, principales proveedores de minerales y otras MP, con exportaciones que han disminuido por encima del 25%; o Alemania, como suministrador de maquinaria herramienta y equipos, cuya exportación ha sufrido una ligera caída.

La crisis China se debe esencialmente a su exagerado y descontrolado  desarrollo de los últimos veinte años, impulsor también del de otras economías, ahora en reestructuración. Tal vez los economistas chinos, al proponer un cambio en el sector industrial, habrían necesitado más meditación y visión de futuro. Posiblemente necesite un nuevo y renovado impulso a su tradicional sector manufacturero, ya que la industria pesada necesita tiempo, no inferior a cinco años, para su planificación, inversión, renovación e I+D, y la actual coyuntura por la que atraviesa puede impedirlo y conducir al fracaso.

Su actual industrialización, estancada, debe ser encaminada hacia una más avanzada y de alta gama, de una inteligente y nueva tecnología de rápida implantación orientada hacia las nuevas y cambiantes tendencias del consumo, sin olvidar la diferenciación competencial, una más eficiente productividad y un ajuste de beneficios, que le permita seguir siendo el líder del mercado del consumo y del suministro a la gran industria. Las reformas e implantación de nuevas estructuras, olvidadas durante el crecimiento son la única salida a la paralización económica.


(*) Economista y empresario

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