No.
Querer no es poder, salvo para Dios, según los teólogos, pues le
basta con desear algo para que en un solo acto ese algo sea real. Los
mortales sabemos por amarga experiencia que entre el querer y el poder
media siempre un tiempo que puede llegar a la eternidad. Palinuro, por
ejemplo, siempre ha querido ser guapo, sabio y rico y hételo aquí feo,
ignaro y pobre como las ratas. No; querer no es poder y por más que
crees una asociación, club o grupo llamados "Podemos", no estarás más
cerca de tu objetivo que si este fuera el horizonte.
Hace
unos días, pasadas las elecciones generales, Pablo Iglesias repetía su
muletilla preferida, a modo de macro de Word: "nosotros salimos a
ganar". O sea, que quiere ganar. Dicho con desparpajo, como si lo diera
por seguro. Ayer, sin embargo, Carolina Bescansa, quien parece menos
enemistada con la realidad, decía que, en estos momentos, Podemos no
está para imponerse en las elecciones. Sin embargo, aseguraba
que trabajarán intensamente para ganarlas en diciembre. Claro, no va a
ser la Casandra de la jefatura ni a dejar en ridículo a su líder.
Fundamenta su juicio transitoriamente negativo en una encuesta propia,
encargada por Podemos, que refuta de plano la de Metroscopia del domingo
para El País y dibuja un resultado distinto a esta: da ganador
al PP con un 27% del voto y hace empatar a C's, el PSOE y Podemos en un
confuso pelotón entre el 19 y el 21%. Obviamente, uno de los dos sondeos
tiene que ser falso, aunque también pueden serlo los dos. Imposible es
que ambos sean ciertos. Así que el lector elegirá y lo hará, sin duda,
por preferencias subjetivas. Las mismas que usan los de Podemos cuando
vierten dudas sobre los sondeos ajenos pensando que no afectarán a los
suyos.
La expresión de salimos a ganar, en su aparente contundencia, no pasa de ser una tontería. ¿O es que alguien entra en una competición, la que sea, a perder?
Solo los que hacen tongo, pero esos no cuentan. Claro que tampoco es
una tontería mayor que las proferidas por el mismo Iglesias en la
reciente campaña catalana, en la que no ha parado de decir disparates.
Con el resultado de que la responsable de Podemos, Ubasart, ha
presentado la dimisión siendo la que menos de estos ha dicho porque no
le han dejado abrir la boca.
¿Enseñanzas
del castañazo sin paliativos de las elecciones catalanas? Ni una. Ayer,
este líder inasequible al dislate soltaba otro mayúsculo al pedir por carta un debate a cuatro en TV con Rajoy, Sánchez, Rivera y él mismo,
para darse pote. Muestra así otra vez ese fondo autoritario, de mala
fe, despreciativo, arrogante y hasta cruel que parece ser su verdadero
carácter. En su línea de maltratar al pobre Garzón, más infeliz que un
niño de Dickens, lo ignoró sin contemplaciones (aunque los dos declaren
compartir fraternalmente la misma trinchera), como hizo con el candidato
de UPyD. Al fin y al cabo, él juega en primera división, según el
sondeo de su amiga Carolina Bescansa. Y, ya embalado, potenció el
dislate, ignorando también a los nacionalistas, muchos de los cuales
pueden enseñarle el catón de la democracia y el respeto al adversario.
Y
como, en política, tus meteduras de pata son puntos que se anotan los
demás, hasta Sánchez -quien tampoco es precisamente un Churchill- le dio
una lección declarándose dispuesto a debatir con quien quisiera y sobre
lo que quisiera. Eso es elegancia, habilidad, quedar bien y no como un parvenu provinciano, envidioso de los grandes, como los Verdurin del genial Proust.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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