El programa
Salvados con Jordi Evolé conforma uno de esos proyectos de investigación
que como un hábil partero alumbran lo mejor de la actualidad, noticias y
opiniones oportunas y de calidad, todo un ejercicio en favor de la
democracia. El intercambio de opiniones entre sus dos útlimos
contertulios, Pablo Iglesias y Albert Rivera, ha ofrecido a la
ciudadanía una imagen de proximidad de estas dos personalidades
políticas; un mensaje que ha llegado limpio a los votantes.
Rivera
más inclinado por una economía de mercado como instrumento para
el crecimiento del producto, pero a su vez compasivo con los menos
afortunados en el reparto de la riqueza y absolutamente
intransigente con la corrupción.
Prioridad por el reparto de
la riqueza en el caso de Iglesias. Un fin en sí mismo ético y social y
al mismo tiempo un acelerador del crecimiento en la medida en que
los menos ricos, dada su mayor propensión al consumo, aumentan la
demanda interna.
El agente distribuidor no sería otro que el
“Estado”, lo que implica una amplia intervención en la economía.
Los ejemplos recientes de este modelo no han conseguido
prácticamente ninguno de esos objetivos.
El planteamiento
de Iglesias en esta España miembro de la UE y de la eurozona no es el
más adecuado para aplicarle las recetas venezolanas o las que
tuvieron lugar en Rusia y en los países del este de Europa. Iglesias
conoce, o debe conocer, que ese monopolio del Estado será
difícilmente compatible con nuestra actual condición de estado
miembro de la UE donde prevalecen las normas de competencia y están
proscritas las ayudas de Estado. El Estado centralizado tiene una
nata inclinación a auto exculparse.
Lo que sí es válido es
la denuncia de la desigualdad y la urgencia de robustecer y
consolidar el crecimiento de la economía. Propuestas que también
entran en el ideario de Rivera pero sostenidas por la disciplina en
la administración de los recursos públicos y privados.
El proceso de integración económica de la eurozona, fiscal y
monetaria, se encuentra en la encrucijada de apostar por una
estrategia keynesiana – estímulos adicionales a la demanda
interna- o una estrategia a la alemana – férrea disciplina
presupuestaria- con la estabilidad como piedra angular para
garantizar un adecuado funcionamiento.
Phillippe Legrain,
inglés y europeísta, ha afirmado, lo subraya W. Munchau, que la
última cosa que necesita la UE es esa mayor integración
económica y monetaria en la versión alemana. Mucho más razonable
es seguir como estamos, dice el economista británico.
Las propuestas de Alemania en todas las discusiones sobre el futuro
de la unión fiscal o de la unión bancaria lo que proponen es un
cumplimiento riguroso de las reglas, es decir, equilibrio
presupuestario a ultranza y saneamiento financiero, pero ningún
compromiso sobre una mutualización de los riesgos, garantía de
los depósitos y asistencia financiera, en caso de dificultades
de cualquiera de los socios.
En definitiva, Alemania no se
compromete a una asistencia institucional pero tampoco está claro
que políticamente pudiese convertirse en un garante del resto
de la UE. Tampoco apuesta por convertirse en la locomotora de la
eurozona, lo que le exigiría estimular su demanda interna,
reducir el déficit presupuestario y, por supuesto, sus
excedentes de balanza comercial con sus socios europeos y el
resto del mundo.
El proceso de unión económica monetaria está
condicionado por el ritmo que marque Alemania. Ahora bien al mismo
tiempo la situación actual permite ver como Italia o España juegan
con mayores déficits presupuestarios que están estimulando sus
demandas domésticas y el crecimiento de la economía. Una
situación, la actual, en la que predomina el empirismo de la
flexibilidad que compatibiliza exigencias políticas (empleo) y
una moderada disciplina fiscal.
En la construcción del
edificio europeo las iniciativas esbozadas por Rivera resultan
más realistas que las de Iglesias, todavía anclado en una
mentalidad universitaria “progresista”. Bravo por el cara a cara
administrado sabiamente por el periodista Evolé. España no corre
el riesgo de quedarse huérfana de dirigentes políticos.
He
tardado tiempo en reunir a mis contertulios de El Retiro. Quería
conocer sus opiniones. Rivera les pareció más convincente y
próximo a la realidad e Iglesias menos peligroso pero todavía lejos
de sintonizar con los problemas del día a día.
(*) Economista del Estado
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