miércoles, 7 de octubre de 2015

Cuatro años de involución e incompetencia / Ramón Cotarelo *

Hoy toca completar lo que se empezó ayer: el balance de este cuatrienio valleinclanesco y la obra de arte total daliniano.

En cuanto al gobierno de Rajoy, a lo ayer señalado se añaden tres consideraciones: a) sobre la corrupción, b) sobre el nacionalcatolicismo y c) sobre Cataluña.

a) La corrupción ha sido el chapapote de este gobierno. Las tramas, los rostros de los facinerosos, los escándalos, las trémulas declaraciones públicas de unos políticos lanzados a decir tonterías incomprensibles como el finiquito en diferido o trabalenguas como ciudatans o Don Trancredo, los desmentidos que eran confirmaciones, la representación plástica de los lujos y privilegios de una manga de sinvergüenzas, gastos suntuarios, cacerías en las sabanas africanas, lujos de alto copete muy ostentosos normalmente pensados para este tipo de patanes. El hartazgo de una población que malvive con lo justo o hasta por debajo de lo justo es colosal. Y la conciencia de que la crisis no es tal, sino una estafa de los ricos y los políticos ladrones, mayoritariamente (aunque no solo) concentrados en el PP. Hasta Rajoy admite ya no haber sido "suficientemente rápido y diligente contra la corrupción", lo cual es genial dicho por el presidente del partido que ha puesto en marcha la corrupción y se ha beneficiado de ella.

b) El nacionalcatolicismo. La iglesia sigue siendo más que nunca un Estado dentro del Estado. Y con el Estado a su servicio. Los ministros juran sus cargos ante un crucifijo. Alguno de ellos usan recursos públicos para condecorar estatuas de la Virgen. Él sostiene que condecora a la Virgen porque atribuye a su representación en madera propiedades mágicas, igual que muchos aborígenes en Papúa y Nueva Guinea creen que sus tótems tienen unas u otras propiedades. La Iglesia está ya en la enseñanza no universitaria como asignatura evaluable, en la que se enseñan milagros, pero no cómo hacerlos. Los curas mandan en todas partes y, merced a una reforma de la Ley Hipotecaria, de Aznar, ha arramblado con todo tipo de propiedades inmobiliarias, edificios, monumentos, tierras, fincas, huertos, prácticamente gratis. La Iglesia tiene hoy más propiedades que en tiempos de Mendizabal. Ha comprado la mezquita de Córdoba por 60 euros, una noticia que obliga a preguntarse si España, como nación, no debiera pedir hora al psiquiatra. 
 
La Iglesia ha impuesto su estilo. Ha conseguido un nuevo estatus privilegiado para su escuelas privadas, subvencionadas con dineros de todos que se niegan a los colegios del sistema público. De separación de la Iglesia y el Estado, ni hablar y, por supuesto, la sociedad perfecta se financia por entero con cargo a los contribuyentes. A todos. El truco de la casilla de la declaración del IRPF no engaña a nadie. Aunque lo intenta. Es un sistema de financiación perfecto desde el punto de vista de cualquier teoría económica pues consiste en que los ingresos son seguros, ciertos, crecientes y siempre negociables al alza mientras que los gastos no existen. No hay más gastos que las compras de bienes y materias primas. La Iglesia no paga un solo impuesto, por ningún concepto. Es el vampiro de la sociedad española. Impidió durante siglos que España se constituyera como nación y ahora impide que sobreviva como Estado.

c) Cataluña. Cuando Rajoy llegó a La Moncloa, la confrontación entre el Estado y Cataluña estaba creciendo. Había venido gestándose desde 2006, desde la idea de reformar el Estatuto catalán que acabó siendo el nuevo Estatuto de 2006, puesto en marcha por Maragall en Cataluña, aprovechando que había un gobierno socialista en Madrid. La norma sufrió un afeite considerable en el Congreso de los Diputados, en la Comisión de asuntos constitucionales, presidida por Alfonso Guerra quien, con la maldita gracia que tiene, salió por la TV presumiendo de haber dado al texto un buen "cepillado". Un pacto medio a traición entre el PSOE y CiU de Mas, que costó una crisis en el socialismo catalán, permitió salvarlo. Sometióse luego a referéndum, obteniendo una aprobación con un muy alto índice de abstención pero solo para que el Tribunal Constitucional lo despojara del resto de sus aristas en una sentencia de 2010 que los catalanes vieron como un ataque a us libertades. 
 
En este sentido, Rajoy podría sostener que la exacerbación del independentismo catalán podría ser otra herencia zapateril. Pero no es del todo cierto. Esa exacerbación vino provocada en mayor medida por la actitud cerradamente centralista, unitaria, catalanófoba, contraria al Estatuto, del PP aun en la oposición. Fue el PP el que hizo campaña de boicoteo a los productos catalanes y el que recurrió el Estatuto ante el Tribunal Constitucional. Luego, ya en el gobierno, esa pulsión anticatalana ha tomado tintes patológicos. Todos los puentes con Cataluña volados desde 2011. Ningún diálogo, ninguna negociación desde 2012. Ninguna entrevista con Mas desde 2014. Pura animadversión, hostilidad, agresividad. Amenazas. Se cumplirá la ley. Con la soberanía (esa que el gobierno ha entragado a los gringos en la base de Morón) no se juega y tampoco con la igualdad entre los españoles. 
 
Y esto dicho por alguien que no cree en la igualdad de las personas ya que de sí mismo piensa, contra toda prueba en contrario, que es un ser racional. Los demás, no. En especial si piensan y algo además que a él no le guste. Tanta estupidez carpetovetónica, tanta fanfarronería hispana, tanta cerrazón borgoñona hicieron dispararse como un cohete el independentismo catalán por reacción. Los catalanes comprendieron que, con gente como Wert en el gobierno (y el gobierno está lleno de Werts o de necios aun más engolados que él) no tenían nada que hacer en España. Cuando un millón y medio de personas salió a la calle en la Diada de 2012, Rajoy dijo que se trataba de una algarabía. Un año después, en el mismo día y con parecidas asistencias, dictaminó que en Cataluña hay más catalanes que independentistas.

Que en España hayamos tenido a alguien con este nivel mental de presidente del gobierno es algo que las generaciones futuras no entenderán del todo.
 
 
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED

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