La izquierda es un gallinero lleno de gallos. Una pelea de saloon
en una película del Oeste. Una reyerta de beodos a la luz de la luna.
¿Nadie se para a pensar en el glorioso ridículo que están haciendo las
distintas opciones? ¿Creen sus estrategas que la gente no tiene otra
cosa que hacer sino seguirlos en sus enfrentamientos, acuerdos,
disensiones, peleas y cambios de denominaciones? Ultimas noticias de
este hervidero en el que los insultos tienen más peso que las ideas.
Gaspar
Llamazares, de Izquierda Abierta, causa irritada baja en Ahora en
Común, plataforma de IU y Alberto Garzón, pretextando algún agravio.
Acto seguido se reúne con media docena de relevantes personalidades de
la izquierda entre las que se da una carga elevada de narcisismo. El
ex-juez Garzón los ha convocado con la intención de constituir una nueva
plataforma de confluencia de la izquierda, mirabile dictu, libre
de "personalismos". Éramos pocos... y todos cabezas de ratones; de
ratones mediáticos. Si los hados no lo impiden, de esta corrala sale una
nueva oferta electoral de izquierda que solo servirá para restar votos a
las otras.
A
su vez, esas otras parecen presas de un frenesí autodestructivo. Garzón
el joven se enfrenta en singular combate con Pablo Iglesias. Y, por si
Ahora en Común no le funciona, ha inscrito en el registro como partido
una Unidad Popular en Común.
Unidad. Popular. En Común. Términos de moda, probados, con
connotaciones positivas al estilo moderno. Pero lo que hay detrás de esa
expresión es la vieja IU y, dentro de IU el más viejo rockero del PCE
de los Gulag Boys. Ese fondo es el que lleva a Garzón a decir que
el enemigo es el PSOE, lenguaje y propósito de los tiempos de Dimitrov y
la IIIª Internacional. Nombres nuevos para corazones viejos.
Los
de Podemos, ya que no los cielos, asaltan los medios que, para muchos,
son los verdaderos cielos. Iglesias y Errejón explican su fracaso
catalán con una carta abierta a los militantes,
puesto que va dirigida a l@s querid@s compañer@s. Está bien este
procedimiento de rendir cuentas vía epistolar. Tiene algo de
caudillista, salvo que sirva para abrir un proceso colectivo de
reflexión sobre lo ocurrido cuya conclusión podría ser la contraria de
la que mantiene la misiva. En esta los autores dicen haber sabido desde
el principio que Cataluña era algo distinto pero que los elementos no
les dejaron obtener el buen fruto que su atinada posición merecía. No es
cierto. Fueron a Cataluña cargados de dogmas y prejuicios sobre la
nación y la patria, y sin tener ni idea en dónde se metían. El resultado
es el que se merecen. El resto de la carta, por el estilo. La
conclusión, en todo caso, parece ser que la marca Podemos prevalece y es
el lábaro indudable de la victoria al que todos los demás están
cordialmente invitados a seguir. De unidad, nada.
Esta
trifulca deja al otro partido de la izquierda dinástica, el PSOE, en
una envidiable posición de "centralidad del tablero". Con tres opciones y
media para elegir, nunca ha estado tan claro el voto útil. Como se
presenta la derecha, en dos bloques que, en realidad, viene a ser uno
por tratarse de opciones muy similares, la fragmentación del voto de la
izquierda es suicida pues lleva camino de dar las elecciones ganadas al
contrincante. Si la derecha gana las elecciones por la desunión de la
izquierda, esta debiera cometer hara-kiri. El único que puede vencer al
PP es el PSOE (por eso lo considera el verdadero rival) y, en las
circunstancias actuales, quizá ello solo sirva para que se dé una
coalición PSOE-PP o PSOE-C's y encima hayamos de estar agradecidos.
¿Lo
más irritante de esta patológica incapacidad de la izquierda para
unirse? La sospecha de que, en el fondo, tampoco quiere hacerlo puesto
que las elecciones se pierden pero los puestos, no. Muchos cargos
públicos siguen siéndolo y su situación vital apenas cambia. A
diferencia de la gente, cuya vida cotidiana se verá muy negativamente
afectada por otros cuatro años de gobierno de esta derecha
neofranquista.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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