Los catalanes son como el niño del
cuento, el que dijo que el rey iba desnudo... y la organizó. Han hecho
algo parecido y con una simple declaración, como quien no quiere la
cosa. El sistema político español ha crujido. El rey, en pelota picada,
ha llamado a los líderes de los demás partidos a cubrirse todos las
vergüenzas mutuamente. Y eso que, según este genio monclovita, lo de
Cataluña era una algarabía, atinado juicio que deja bien claro su nivel mental.
Todos
los dirigentes han acudido al llamado del presidente de los
sobresueldos con mucha unción, respeto por el Estado y responsabilidad
ante la historia. No tienen sentido del ridículo. Los que más han
rivalizado en su incondicional entrega a la derecha nacionalcatólica han
sido el PSOE y Ciudadanos. Junto con la banda de presuntos ladrones del
partido del gobierno forman el frente unido de la reacción contra todo
lo que se mueva. Dos beneficiarios directos del corrupto régimen que
gestionan hace cuarenta años y un aspirante a participar en el condumio,
el lindo don Diego Rivera.
También a Podemos se le notaban los deseos
de pisar la moqueta de La Moncloa. Trataron de disimularlos
presentándose como audaces mensajeros de la diosa de la Justicia,
portadores de una regla de San Benito de la "regeneración democrática"
que el responsable político de la Gürtel jamás podrá admitir, cosa que
ellos saben muy bien. Y ninguno, al parecer, ha tenido la decencia de
preguntarle para qué los llama a hacer frente ahora a un problema que él
ha generado con su incompetencia, su catalanofobia, su incapacidad para
forma de diálogo alguna, su espíritu franquista y comportamiento
corrupto y aliento de corrruptos.
Hubiera
sido una foto excelente: los cuatro panchos defendiendo la unidad de la
Patria bajo la sacrificada guía del amigo de Rato y Bárcenas. Menudo
cartel electoral, que hubiera garantizado una mayoría superabsoluta a la
a la oligarquía propietaria del corrupto reino de España. Pero no fue
posible. Podemos se desmarcó del frente de salvación nacional. Su íntima
esencia española lo empuja a participar en la cruzada contra los nuevos
cátaros, los catalanes, pero su acendrado olfato para la conveniencia
electoral, le aconseja separarse de esta reunión de servidores civiles
de cuarto de banderas. A diferencia del PSOE, en Podemos se entiende que
es imposible ganar a la derecha reaccionaria en su propio territorio,
de exaltación de la unidad patria impuesta a cristazos.
Pero,
para no perder votos en España cuando el bloque nacional español los
acuse de ambiguos y criptocatalanistas, los de Podemos argumentan que
son los verdaderos garantes de la unidad patria. Tratan de hacer
comprender a los neofranquistas y sus aliados que, si se arriesga una
propuesta de referéndum en libertad, el resultado será favorable a los
intereses unionistas. No es el modo más noble de defender la opción del
referéndum pues pretende instrumentalizarlo no como un medio neutral
para dilucidar una cuestión sino como una astuta jugada, una especie de
gambito para ganar la partida al independentismo simulando que se le da
satisfacción.
Para
hacerse perdonar estos coqueteos con el soberanismo, los dirigentes de
Podemos, en perfecta sintonía con el movimiento nacional español, buscan
a la desesperada algún razonamiento que, negando el derecho de Cataluña
a la secesión, los haga diferenciarse de los líderes de los demás
partidos, tan desnudos como él mismo, como el rey y como la cabra de la
legión. Dice Iglesias que el Parlamento no tiene competencias para
declarar la República. ¡Ah! ¿No? Y ¿quién si no? ¿Los círculos de
Podemos? ¿Tele K? ¿El núcleo irradiador? ¿Quién cree Iglesias que
proclamó la Commonwealth británica, la república estadounidense,
la francesa, la alemana, las españolas? El Parlamento, el Congreso, la
Asamblea Nacional, las Cortes. Eso, ¿quién si no? Búsquese otra teoría
porque esa no solamente no es respetable sino que, además, no cuela.
Quizá
el argumento de Podemos sea que el Parlament fue elegido el 27 de
septiembre en elecciones ordinarias y carece de competencias
constituyentes. Lo mismo le sucedió a las Cortes españolas en 1977, que
fueron ordinarias hasta que ellas mismas decidieron ser constituyentes. O
bien quizá estos grandes críticos sostengan que el 47,8% del voto no
faculta para tomar una medida de tal envergadura. Nadie, en cambio, ha
oído crítica alguna respecto al hecho de que con el44,6% el PP sí puede
desmantelar el Estado del bienestar.
El rey está desnudo y el chambelán, también.
Los
tres partidos de la España cañí tienen ya preparada una batería de
recursos ante el Tribunal Constitucional -ese tribunal presidido por un
antiguo militante del PP y colaborador de FAES- para interponerlos en
cuanto el Parlament apruebe algo que no les gusta. Podemos,
inteligentemente, se desmarca de esa intención, pero lo hace por un
(sano) instinto, aunque sin saber explicar por qué. Se lo dirá Palinuro gratis et amore:
porque, si el Tribunal se pronuncia negativamente sobre una decisión
del Parlament y este decide desobedecerlo -pues la hoja de ruta parte de
que las autoridades españolas carecen de jurisdicción en su territorio-
tendremos el conflicto servido en términos de intervención en Cataluña,
pero no la capacidad de respuesta proporcional que se requiere.
A la
derecha nacionalcatólica del PP y sus compañeros de viaje C's y el PSOE
puede interesarles esta escalada porque propiciaría la proclamación del
Estado de excepción y, por ende, la eliminación de las elecciones. En
cambio a los de Podemos esto no les interesa en absoluto, pues serían
los segundos en padecer las circunstancias. Los primeros serían los
independentistas, si bien da la impresión de que tendrían mejor y más
sólida y extensa defensa que aquellos.
¡Esos
malditos catalanes que, con su obstinación, desvelan la impudicia de un
régimen de arbitrariedad neofranquista que quiere hacerse pasar por una
democracia!
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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