Hay que remontarse a las elecciones de 1977 y 1979, casi como de otra
era, para encontrar un panorama de ofertas tan abierto como el de ahora.
La gente tiene en donde elegir; tanto que parece algo desconcertada.Y
los partidos, las ofertas, ultiman sus preparativos en zafarrancho final
de escuderías.
Sánchez ha fichado o pescado a Irene Lozano para la lista por Madrid y como asesora directa suya. Es un salto tan prodigioso que nadie se ha atrevido a llamarlo transfuguismo,
quizá por pensar que eso solo se da en el orden municipal o porque, en
realidad, la legislatura está acabando. Pasar de número dos de UPyD,
camino del ocaso de los dioses, a casi número dos del PSOE y hasta ministrable
y por teléfono es signo de los tiempos de las telecomunicaciones.
Añádanse esas confusas declaraciones sobre las intenciones del PSOE con
la reforma laboral y se entenderá que hay mar de fondo en el partido o
en lo que quede de él. Las redes lo prueban. Cunde el temor de que el
PSOE está tirando de los votantes del PP en preparación de una coalición
con la derecha civil, la incivil o, incluso, las dos. Probablemente
esta perspectiva tranquiliza a los mercados que desean deshacerse de
Rajoy al precio que sea y cuanto antes pero no quieren aventuras por las
izquierdas.
Perdidas
las ilusiones de una alianza con los barandas de la izquierda de
Podemos, Garzón se lanza a la constitución del baluarte Ahora en común
que está edificado sobre otros anteriores, primero IU y, más abajo, el
PCE. Tres capas en total. Le faltan para llegar a las nueve de la vieja
Ilión, pero todo se andará con el paso del tiempo. El joven dirigente se
pronuncia en contra de la política espectáculo. Debe de referirse a la abundante presencia mediática de sus rivales. No creo que se refiera a la sociedad del espectáculo, de Guy Debord porque su queja, me malicio, no es por el hecho del espectáculo en sí sino porque lo representan otros y no él.
Los
amos del espectáculo, los de Podemos, lo son tanto que han acabado
confundiendo los medios con los fines. Los fines son ahora los medios,
estar en los medios, vivir literalmente en ellos en una especie de reality show, a punto de convertirse en una serie, algo así como vidas rebeldes.
Pero el principio de la realidad, armado con una temible piqueta, está
afectando la escasa solidez de una estructura sostenida tan solo en la
esperanza de triunfos arrolladores, convertidos en resultados mediocres o
catástrofes sin paliativos, como la catalana. Los sondeos les son tan
desfavorables que se han sacado uno propio como premio de consolación.
Su reto ahora es llegar a diciembre, no como una opción de gobierno sino
de mera alianza parlamentaria.
El
PP es un desbarajuste de camarote de los hermanos Marx. Los diputados
se insultan en el hemiciclo; los ministros se ponen de chupa de dómine;
cada cual va a su bola; el presidente viaja por la estratosfera
machacando el inglés; y los cargos intermedios están buscando sitio
desesperadamente ante un resultado que los deje con la mitad de la
representación. Adios cargos, sueldos, sobresueldos, dietas, subsidios y
otras gravosas cargas del servicio público. Cómo estará la cosa que han
ido a preguntar a C's las condiciones de una posible coalición y
Rivera, como Herodías, ha pedido la cabeza del Bautista Rajoy.
Con permiso del PSOE, C's resulta ser el comodín. Por eso, la pelea real es entre estos dos partidos. Los otros tres irán de outsiders,
uno por la derecha y otros por la izquierda. PSOE y C's tienen muchos
elementos en común. Los iconográficos son obvios: Sánchez y Rivera se
parecen, siendo uno como el otro unos años antes o después. Los otros
tres se diferencian bastante de estos y entre sí. Rajoy parece sacado de
un Blanco y Negro de primeros del siglo XX, Iglesias recuerda un grafitti y Garzón semeja un camafeo.
En
cuanto a los discursos, hay menos parecido, pero lo habrá porque ambos
lo buscan. C's no tiene programa digno de tal nombre, sino una sarta de
propuestas inconexas pero de cierto impacto social y vistosidad. El PSOE
parece inclinado a adoptar igual actitud: mensajes breves, claros,
aislados. Nada de un cuerpo de doctrina, un programa que nadie lee y
solo te lo sacan cuando lo incumples. Frente a esta alada ligereza, las
otras tres propuestas son tres fracasos casi avant la lettre. La
de Podemos porque lleva pinta de ser un mazacote indigesto cargado de
ideología. La de IU porque nadie la entiende. La del PP porque, aunque
todo el mundo la entiende, nadie la cree.
De
todas formas lo anterior es hablar por hablar. En dos meses pueden
pasar muchas cosas. Y pasarán. Por ejemplo, es de esperar que haya más
información sobre C's, que es un partido oscuro y rodeado de misterio.
Los catalanes lo conocen hace ya nueve años y suelen sostener que es
igual que el PP o peor. Pero ha duplicado su representación en el
Parlamento. O sea, no lo conocerán tan bien. La cuestión es si el
partido puede repetir en las elecciones generales la hazaña catalana.
Para decidir algo aquí hace falta mayor información. Y esa mayor
información puede influir en sus expectativas de voto en un sentido o en
el otro.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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