Hasta dos tercios de los nuevos inquilinos de las bancadas de
Congreso y Senado en enero de 2016 serán nuevos; una renovación a fondo,
probablemente sin precedentes desde 1982, que tiene más de
reconocimiento de una frustración que de apertura a la esperanza. El
Parlamento que inició la X Legislatura con mayoría absoluta del PP (la
segunda para los populares, la de Aznar el año 2000 y la que ahora
concluye) y la quinta de la democracia (el PSOE de Felipe González
disfrutó de tres consecutivas, 1982, 86 y 89) concluye con manifiestos
signos de fatiga de materiales, con una democracia muy averiada tal y
como acreditan todas las encuestas con bajísimas valoraciones de
líderes, de partidos y de las propias instituciones.
Para los ciudadanos la política y la corrupción son los problemas 2 y
3, después del paro. Y las valoraciones de Gobierno, oposición y
Parlamento apenas alcanzan el 3, las más bajas de la democracia. A lo
largo de la legislatura se ha producido el relevo del jefe de la
oposición, la ruptura de la coalición catalana CiU, y un notable
desgaste en la mayor parte de los otros grupos.
El último debate, el de la sesión de control del gobierno, fue tan
decepcionante y áspero como los anteriores: una autoestima y
autoevaluación del presidente Rajoy que roza lo ridículo, y una aspereza
de los opositores que encadenaron la acusación de “mentiroso” para
referirse a Rajoy sin la más mínima concesión al trabajo de estos cuatro
años.
La legislatura tuvo dos partes, una primera de reformas, azuzadas por
Europa y el riesgo de colapso, y otra afectada por los casos de
corrupción y más en concreto, por los papeles de Bárcenas que desde
enero de 2013 han abrumado al Gobierno y a su Presidente anclado en la
negación de las manifiestas irregularidades financieras del PP, que
manchan a buena parte de sus dirigentes con Rajoy a la cabeza. Bárcenas
ha pesado tanto como la mayoría absoluta. Y como colofón unos
Presupuestos para el 2016 que han merecido un suspenso de Bruselas que
arruina la pretensión del PP de presentarse como el campeón de la
ortodoxia y la recuperación. Ni ortodoxos ni recuperación consistente.
La mayoría absoluta del PP supuso un depósito de confianza de los
ciudadanos que ahora se sienten, en buena parte decepcionados. Por eso
Rajoy ha perdido el 40% de sus votantes que pueden mandarle a la
oposición y a poner punto final a su larga carrera política.
La nueva legislatura arrancará en enero con un tablero político
renovado, incierto, nuevo para el que PP y PSOE están poco y mal
preparados. Y frente a ellos unos partidos nuevos, sin experiencia, que
prometen más de lo que pueden dar y que tendrán que afrontar realidades y
dilemas que no imaginan.
En resumen cuatro años perdidos para la política, aunque la sociedad
española ha conseguido afrontar la crisis con resultados esperanzadores,
con datos como la exportación que revelan una sociedad viva, y con una
renovación política que, al menos, apunta esperanza de un cambio hacia
el realismo y una nueva política.
(*) Periodista
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