martes, 6 de octubre de 2015

Sin secretos / Ángel Montiel

Wikilleaks confirmó que muchas de nuestras sospechas eran atinadas. El escándalo de aquellas revelaciones no se produjo por los contenidos de los correos diplomáticos, que ya suponíamos, sino por el hecho de que éstos fueran secretos. El secreto, no el contenido, es el escándalo. De modo que, si de partida todo se intuye y al final todo se sabe ¿para qué recurrir al secreto cuando éste es el único factor que añade escándalo?

Esta es la razón de que Bruselas no tenga pudor en hacer públicos sus mensajes al Gobierno español. Le acaba de decir: “Los Presupuestos del Estado que habéis aprobado no se atienen a nuestras exigencias. Pero podéis presentaros con ellos a las elecciones. Así, los ciudadanos picarán y os votarán. Ahora bien, cuando forméis el nuevo Gobierno debéis reformarlos (actualizarlos’, dicen) de acuerdo a nuestros criterios”. 

Esto lo anuncian en voz alta, sin valijas diplomáticas de por medio. Y los votantes lo escuchamos. También los partidos de la oposición. Si gana una opción distinta al PP, asimismo tendrá que ‘actualizar’ los Presupuestos, pero no en el sentido que la izquierda o Ciudadanos dicen que lo harán, sino en la línea de austeridad que pide Bruselas. Y todos sabemos, por la experiencia, que así será.

Pero, de momento, iremos a las urnas y votaremos, en muchos casos hasta con entusiasmo, unos Presupuestos falsos o unas promesas imposibles para su reforma. Nos lo dicen a la cara porque saben que lo sabemos. De antemano. Y así se evitan que haya un secreto que pueda ser descubierto con escándalo. Nos conciben como borregos, aunque esto no sea ya ningún secreto.

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