jueves, 3 de septiembre de 2015

El extraño frenazo laboral / Primo González *

Las cifras del mercado de trabajo del mes de agosto han causado un no disimulado gesto de contrariedad en medios oficiales. El discurso invariablemente triunfal que viene repiqueteando desde las instancias gubernamentales, con aire inequívoco de tinte electoral, para tratar de reivindicar los méritos de la gestión económica con la humana pretensión de prolongarla por cuatro años más, ha tenido que doblegarse ante la contundencia de las cifras de paro y afiliación a la Seguridad Social, ambas deslizándose en la dirección no deseada. Es decir, aumento del paro y descenso de los afiliados a la Seguridad Social, estadística esta última que suele identificarse (no sin cierta inexactitud en los términos) con la creación o destrucción de empleo.

Lo cierto es que el paro aumentó en agosto (mes tradicional de subida del desempleo registrado por el organismo público dependiente del Ministerio de Empleo y Seguridad Social) y el número de afiliados cotizantes al organismo previsor ha descendido en poco más de 134.000, la peor cifra (por escaso margen) de un mes de agosto en los tres últimos años. Si la economía está creciendo realmente a ritmo del 3,1%, como diagnostican las estadísticas oficiales, el descenso del número de afiliados a la Seguridad Social durante el mes de agosto se antoja excesivo.

Hay algo que no encaja y, a la postre, resulta necesario revisar las ínfulas triunfalistas que se manejan desde el Gobierno. Equiparar esta disminución de la afiliación a la Seguridad Social con destrucción de empleo no es muy correcto, ya que se trata de situaciones distintas. Pero qué duda cabe que son dos cosas que se le parecen. En todo caso, el final del verano parece haber traído de la mano un parón en la creación de puestos de trabajo, no sólo por la estacionalidad propia de la conclusión de la campaña turística anual sino por el cierre de otro tipo de actividades temporales.

Sucede, sin embargo, que el retroceso de empleo que conllevan todas estas ramas de la actividad estacionales ha sido sorprendentemente mayor que en anteriores ocasiones. Parece que la actividad turística, que se mueve en cifras récord históricas, está siendo menos intensiva en empleo que en etapas precedentes y habría que preguntarse la razón de ello. También sorprende que algunas cifras, como el crecimiento del consumo privado y de la actividad crediticia ligada a la financiación del consumo, no estén generando, como era de esperar, un mayor nivel de ocupación. Hay cifras muy brillantes en algunos sectores (las ventas de coches, por ejemplo) que superan con mucho las de hace un año y las de etapas anteriores, y sin embargo no están reflejándose en una mejora sustantiva de los niveles de ocupación.

La recta final del año no suele ser muy prolífica en creación de empleo pero esta vez estamos ante un momento político complejo que puede generar reacciones novedosas en cuanto a la actividad empresarial se refiere. Los medios empresariales van a auscultar con detenimiento en estas próximas semanas las expectativas políticas y a leer con fruición los resultados de las numerosas encuestas que se van a ir publicando, tanto en el ámbito regional (elecciones catalanas) como en la más amplia jurisdicción estatal, con la llegada, muy a finales de año, de la contienda legislativa, con el turno de las elecciones generales. No parecen existir miedos especiales sobre el futuro devenir de la vida política y sobre las posibles variantes en el manejo de las directrices económicas. La relación de causa y efecto entre el incierto otoño político y la reacción del empleo podría suministrar quizás alguna explicación a este inesperado e inexplicable parón en la mejora del mercado laboral.


(*) Periodista y economista

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