Casi
todo el mundo, incluida la prensa más retrógrada, dio por ganador ayer a
Junqueras sobre García Margallo. No era difícil y sí muy de esperar.
Ignoro quién impuso que el programa se grabara en diferido pero lo más
probable -corríjaseme si yerro- es que fuera el gobierno en una muestra
más del miedo que tiene a todo lo público y directo. Presentar como vivo
un debate enlatado es una burla a los espectadores. Una más.
Subrayo de entrada cuatro discrepancias significativas entre los dos debatientes:
a) García Margallo iba bien provisto de documentos. La mitad de ellos, falsos. Junqueras, con las manos en los bolsillos.
b) García Margallo, de corbata, traje y rígido ademán. Junqueras, descorbatado y más suelto.
c) García Margallo recurrió a las amenazas y malos augurios. Junqueras fue siempre positivo.
d) García Margallo no dejaba hablar al otro y lo interrumpía continuamente. Junqueras respetaba más los turnos de palabra.
Con
todo eso, el debate estaba ganado por forma y estilo. Pero también por
contenido. Hasta tres veces esgrimió Margallo un supuesto texto de
Juncker, el presidente de la Comisión europea, en el que se decía que
una Cataluña independiente quedaría fuera de la UE. Sin embargo, la
traducción española de ese texto parece haber sido manipulada a favor
de la posición española y ha sido retirada por la Comisión, con lo
cual, lo más suave que puede decirse de Margallo es que ha patinado y,
algo más serio, que es un tramposo, como el resto de sus colegas de
gobierno y partido. Por cierto, a favor de Junqueras es que, aunque
cuando se grabó el programa, aún no se sabía de la manipulación, tuvo
olfato lingüístico cuando reparó en el adjetivo autonómico en lugar de regional y cuestionó el documento.
A
partir de este dato, con un ministro de Asuntos Exteriores haciendo
trampas en un debate televisado, este estaba ya sentenciado. Es lo que
tiene el juego sucio: te desautoriza aunque en lo demás tu
comportamiento sea ejemplar.
Que
no lo fue porque, a pesar de la altanería, la impertinencia, la
gesticulación, la intemperancia y petulancia de este descendiente de
militares africanistas, el gobierno español no tiene argumentos de peso
en contra de la independencia de Cataluña. Tiene amenazas, malos
augurios y profecías siniestras que suenan a "duérmete niño que viene el
coco" y que, probablemente tendrán mucha fuerza en su parroquia pero no
impresionan a la gente medianamente informada y normal. La parte grata
del encuentro, sin embargo, quizá por la ocupación diplomática del
ministro, es que las amenazas no fueron las habituales de
hacer-cumplir-la-ley y emplear-todos-los-medios- necesarios-para-ello. Aunque
sea imposible olvidar que, al tiempo, está cocinándose esa reforma de
la Ley del Tribunal Constitucional que ha de permitir inhabilitar o algo
peor a Mas.
El
problema de la nacionalidad española y la ciudadanía europea en el que
el presidente de los sobresueldos ya expuso paladinamente su ignorancia,
sirvió también para que su ministro de Exteriores mostrara que sus
argumentos carecen de consistencia. Tras sacar a relucir normas, leyes,
artículos, tratados y todo tipo de impedimentos jurídicos, al final su
opinión es que los más de siete millones de catalanes no podrán
conservar la nacionalidad española (y, por ende, la ciudadanía europea)
porque eso no es realista, como si el "realismo", signifique lo que signifique, tuviera un peso jurídico específico.
Los
vaticinios sobre una Cataluña fuera de la UE, hechos con ese aire de
pretendida superioridad cuartelera, como todos los futuribles enunciados
por partes directamente interesadas en ellos ("si te vas de casa
tropezarás en la escalera y te romperás los piños" o algo así de
ingenioso) carecen de todo valor y escucharlos aburre más que el bolero
de Ravel. Invito a quienes tengan que aguantarlos a que repitan la
famosa cita de Voltaire en el siglo de Luis XIV y que, más o menos dice: Cataluña, en fin, puede prescindir del universo entero y sus vecinos no pueden prescindir de ella.
Y
a escarbar cebollinos, hombre, con el corralito. Suena verdaderamente
necio justo cuando el correveidile del gobierno en el Banco de España,
el señor Linde, acaba de desdecirse de su ominosa previsión, admitiendo
que el corralito "es imposible" en Cataluña. En mi modesta opinión quizá
sea más probable en España, sobre todo si sigue gobernada por este
partido, presunta manga de malhechores dedicada al saqueo del país y
presidida por un supuesto cobrador de sobresueldos, dotado de una
capacidad mental que a la vista de todos quedó en la entrevista de Onda
Cero.
Reitero
mi impresión: Junqueras vapuleó de lo lindo al engolado Margallo, pero
la entrevista, con las continuas interrupciones del ministro, fue
bastante insufrible y, en todo caso, carece de interés debatir con
tramposos.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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