Anoche, a la hora del recuento de las catalanas, me metí en el cine
para ver la última de Woody Allen, y cuando salí, a las 9.30, constaté
que el Gobierno de España debía haber hecho lo mismo, pero en su caso en
sesión doble o triple, pues no se vio ministro en los maratones de
televisión. Ni ministro ni miembro alguno de la dirección del PP, salvo
el joven Casado, que como es el nuevo está para los mandaos. La película
es buena, pero no para tanto.
Parece raro que desapareciera el Gobierno entero cuando desde él
tanto se nos ha venido advirtiendo a lo largo de las últimas semanas
sobre la gravedad de la cosa catalana. Durante la campaña han hecho
intervenir a Merkel, a Cameron y hasta a Obama, y cerraron con Sarkozy.
Sólo les ha faltado el Papa. Pero el día clave, Rajoy y su pandi se
fueron al cine. Por suponer. ¿Es que no hay quien dé la cara por esto o
es que los catalanes ya son independientes y el Gobierno de España no
tiene nada que decir sobre lo que ocurre en el país vecino?
¿No tenía el PP una secretaria general que se llama María Dolores de
Cospedal o es imaginación mía? Y en Cataluña ¿no había una presidenta
del partido que responde al nombre de Alicia Sánchez Camacho? ¿Dónde se
metieron? Dejaron solito al galán de Hospitalet mientras se consumía
tristemente en las llamas.
A lo mejor es que lo de Cataluña era verdaderamente grave, pero para
el PP. Tan grave que, como no procedan ya al relevo de Rajoy, el día de
las elecciones generales se van a tener que esconder otra vez, pero en
tal caso para siempre. Dice Raúl del Pozo que la operación de repuesto
ya está en marcha y que en ella concurre un ala de la sede de la calle
Génova, algunos patronos del Ibex-35 y un diario digital a punto de
aparecer que viene con dossier de estreno. Sea lo que sea, ellos sabrán,
pero con Rajoy, kaput. Se lo está comiendo Ciudadanos con alegría,
juventud y desprejuicio, cualidades a las que en el PP no llegan y que
son indestructibles.
La película de Woody Allen es igual las otras suyas en las que pone a
un muerto, pero en esta sin embargo gana el bien sobre el mal, cuando
lo frecuente es que sus tramas imiten la vida. Que gane el mal es, sin
duda, lo más inquietante, pero similar impresión deja que gane el bien
cuando el bien es tan repelente. No lo digo sólo por la película.
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