lunes, 28 de septiembre de 2015

27-S: España sin Gobierno / Ángel Montiel

Anoche, a la hora del recuento de las catalanas, me metí en el cine para ver la última de Woody Allen, y cuando salí, a las 9.30, constaté que el Gobierno de España debía haber hecho lo mismo, pero en su caso en sesión doble o triple, pues no se vio ministro en los maratones de televisión. Ni ministro ni miembro alguno de la dirección del PP, salvo el joven Casado, que como es el nuevo está para los mandaos. La película es buena, pero no para tanto.

Parece raro que desapareciera el Gobierno entero cuando desde él tanto se nos ha venido advirtiendo a lo largo de las últimas semanas sobre la gravedad de la cosa catalana. Durante la campaña han hecho intervenir a Merkel, a Cameron y hasta a Obama, y cerraron con Sarkozy. Sólo les ha faltado el Papa. Pero el día clave, Rajoy y su pandi se fueron al cine. Por suponer. ¿Es que no hay quien dé la cara por esto o es que los catalanes ya son independientes y el Gobierno de España no tiene nada que decir sobre lo que ocurre en el país vecino?

¿No tenía el PP una secretaria general que se llama María Dolores de Cospedal o es imaginación mía? Y en Cataluña ¿no había una presidenta del partido que responde al nombre de Alicia Sánchez Camacho? ¿Dónde se metieron? Dejaron solito al galán de Hospitalet mientras se consumía tristemente en las llamas.

A lo mejor es que lo de Cataluña era verdaderamente grave, pero para el PP. Tan grave que, como no procedan ya al relevo de Rajoy, el día de las elecciones generales se van a tener que esconder otra vez, pero en tal caso para siempre. Dice Raúl del Pozo que la operación de repuesto ya está en marcha y que en ella concurre un ala de la sede de la calle Génova, algunos patronos del Ibex-35 y un diario digital a punto de aparecer que viene con dossier de estreno. Sea lo que sea, ellos sabrán, pero con Rajoy, kaput. Se lo está comiendo Ciudadanos con alegría, juventud y desprejuicio, cualidades a las que en el PP no llegan y que son indestructibles.

La película de Woody Allen es igual las otras suyas en las que pone a un muerto, pero en esta sin embargo gana el bien sobre el mal, cuando lo frecuente es que sus tramas imiten la vida. Que gane el mal es, sin duda, lo más inquietante, pero similar impresión deja que gane el bien cuando el bien es tan repelente. No lo digo sólo por la película.


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