jueves, 24 de septiembre de 2015

Desaladora: transparencia a remolque / Ángel Montiel

La Ley regional de Transparencia obliga a que el Gobierno informe del orden del día de sus Consejos y a publicar, tras la celebración de éstos, la totalidad de los acuerdos adoptados y los informes que los respaldan. Nada de esto se cumple en el Consejo del 13 de julio. En la web de la Transparencia sólo se reseña que el Gobierno ha hecho una ‘toma de razón’ de los informes de Intervención y Servicios Jurídicos de la Comunidad sobre la desaladora de Escombreras, pero se oculta si ese ‘darse por enterado’ incluye la puesta en marcha de lo que en esos informes se indica y, desde luego, no se muestran dichos informes. ¿Y qué resuelven éstos?

Tres puntos: 1. Debe disolverse el Ente Público del Agua y declarar esta empresa en concurso de acreedores (lo que significa que la Comunidad ha de hacerse cargo de sus obligaciones). 2. Deben valorarse las responsabilidades patrimoniales en que han incurrido los gestores por las irregularidades que los informes advierten. Y 3. Deben remitirse dichos informes a la Fiscalía por si aprecia delitos penales.

En la rueda de prensa posterior a aquel Consejo sólo se informó acerca del tercer punto: el Gobierno había aprobado enviar los informes al Ministerio Fiscal, una decisión que ya era público que estaba pendiente y que el Gobierno tomaba con retraso, pues debiera haberla ejecutado en su primera reunión tras la toma de posesión del presidente y los consejeros. Ya en septiembre se insinuó que el Ente Público del Agua estaba en proceso de disolución, pero no se dieron a conocer las cifras que esto supondrá para las arcas públicas. Y ahora, una vez constituida en la Asamblea Regional la comisión de investigación sobre la desaladora se dice que la Administración está haciendo indagaciones sobre las responsabilidades de los gestores. 

Puede que Ciudadanos haya solicitado el acta del Consejo de Gobierno que ‘tomó razón’ de los informes, pues por el incumplimiento de la Ley de Transparencia se desconoce si sólo se tomó en consideración el tercer punto, relativo a la remisión a la Fiscalía (y esto tal vez por el conocimiento público de esa indicación), y si hubo desentendimiento inicial de los otros dos. Y es que es muy curioso, digo, que de la existencia de la auditoría interna sobre las ‘responsabilidades patrimoniales’ nos hayamos venido a enterar el mismo día en que se constituye la comisión parlamentaria de investigación.

El capítulo de las ‘responsabilidades patrimoniales’ podría afectar a la gestora presidida por el entonces consejero de Agricultura y Agua, Antonio Cerdá, y a todo su Consejo de Administración. Pero no cabe duda de la identidad de los impulsores políticos de este presunto desmán cuyo coste para el erario se calcula en tres veces la repercusión que está teniendo el aeropuerto de Corvera y sobre el que existe la extendida creencia de que, bajo pretexto del interés público, venía a satisfacer el abastecimiento de la urbanización Novo Carthago, también bajo sospecha y con similares protagonistas.

Sería muy decepcionante para quienes apoyan al actual Gobierno y creen en la buena voluntad de su presidente que éste se acabara pillando las manos por intentar paliar con actuaciones controladas y poco transparentes los desaguisados de la etapa Valcárcel. Si los perjudicados por la cuestión desaladora somos los ciudadanos, que vamos a pagar unos cuantos cientos de millones de euros por nada, la obligación del Gobierno consiste en ponerse en vanguardia de la investigación en vez de dejarla en manos de la oposición. Es decir, deberían contar y denunciar todo lo que saben en vez de ir a remolque, y así acabaríamos antes.

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