Pues parece que de la tensa y extensa reunión del Consejo
Interuniversitario se ha deducido que el Consejo Interuniversitario
sirve para nada y que lo mejor es clausurarlo. Han llegado a esa
conclusión a la vista de que cada uno de sus componentes trae ya el voto
puesto de casa y de nada sirve el debate, las argumentaciones y los
informes. Pero por esa regla de tres deberían disolverse la Ásamblea
Regional, la Liga de Fútbol Profesional o mi comunidad de vecinos.
Creo que se infravaloran. El Consejo Interuniversitario es muy útil.
Sirve para que se puedan constatar las representatividades suplantadas o
las delegaciones condicionadas, especialmente en esta fase de
dispersión de la hegemonía política. Vemos así que la reducción de
miembros nominales del PP obliga a quienes disponen de plaza en el
Consejo a través de otras instancias a pronunciarse a favor de la opción
de ese partido para compensar su pérdida de posición.
Por ejemplo, el
presidente del Consejo Social de la Universidad de Murcia, Javier Ruano,
votó en contra de los intereses de esa institución enarbolados por el
rector, José Orihuela. ¿Pero que podía votar Ruano, que ha sido nombrado
por el PP? ¿A quién representa Ruano sino al partido del Gobierno y al
Gobierno mismo bajo la noble definición de su cargo?
Visto, pues, que las identidades aparecen camufladas, además del
Consejo Interuniversitario deberíamos cerrar también el Consejo Social
de la UMU. Y de ahí en adelante.
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