El presidente del Gobierno Mariano Rajoy confía en que su paciencia
infinita con el desafío secesionista de Artur Mas le acabará dando la
razón. Así se lo dijo a Raimundo Castro en el Bar Manolo en una de esas
nuevas escapadas callejeras con la que Rajoy nos ha sorprendido a los
periodistas y se ha sorprendido él mismo, porque en contra de lo que
temía los ciudadanos lo acogen y saludan con simpatía y se hacen fotos
con él.
Paciencia, pues, de los españoles con Rajoy, quien ya ha perdido en
lo que va de legislatura tres elecciones -europeas, andaluzas,
municipales y autonómicas- y va camino de perder las cuartas en Cataluña
donde el PP aparece en los últimos lugares de las encuestas. Y mucha
paciencia de Rajoy con el desafío de Mas, convencido de que los comicios
del 27-S no serán buenos para el independentismo.
Sin embargo es más cierto que más que paciencia Rajoy practicó su
deporte favorito del inmovilismo proverbial y que ahora casi le pilla el
toro de la secesión y anda removiendo Roma con Santiago y pidiendo
ayuda a Merkel, Cameron y Obama para que adviertan a Mas de que fuera de
España hace mucho frío. Y les espera la mayor soledad fuera de la UE,
la ONU, la OTAN, el BCE, el euro, Schengen -el informe de la fundación
Alternativas es implacable-, tal y como lo acaba de decir de manera muy
clara el portavoz de la Comisión Europea.
Pero los secesionistas siguen en sus trece y en sus mentiras y
aseguran que si se quedan fuera de la UE la propia UE y España lo
arreglarán, tal y como lo ha dicho el primer candidato de ‘Juntos por
sí’, Romeva, que no escarmienta a pesar del repaso que le dieron en la
BBC. Miente Mas, miente Junqueras, miente Romeva sobre la UE, sobre las
cuentas de la independencia y sobre la posibilidad real de alcanzar la
independencia y ni siquiera en una negociación con el Estado -¿con quién
del Estado, acaso con el Rey Felipe VI?- que nunca se celebrará porque
sería ilegal e inconstitucional.
Y Rajoy tan tranquilo como el santo Job, haciendo alarde de paciencia
pero ahora tarde y mal poniendo toda la carne en el asador para, por
fin, aclarar ante los ciudadanos catalanes la verdad de la relación de
Cataluña -política, económica y social- con el resto de España, algo que
debió hacerse al día siguiente de la manifestación de la Diada de 2012
en la que se insultó a España con la pancarta de ‘España nos roba’.
No sabemos qué van a votar los catalanes ni cuántos piensan hacerlo,
pero tenemos la impresión de que esta campaña, sobre la que algunos
analistas dicen que no alterará mucho los resultados que anuncian las
encuestas, está sirviendo para desmontar muchas mentiras de Mas y sus
aliados. Lo que no sabemos si será suficiente como para que los
catalanes conozcan por fin el verdadero riesgo de la secesión, por más
que los defensores de la ruptura digan que no hay riesgo y que todo es
producto de una campaña del miedo que les llega de Madrid.
Y de Bruselas, Berlín, París, Londres, Washington, Roma, etcétera. Y
decía Mas, después de mucho resistirse a la realidad europea, que si un
país de la UE -como España- se opone a su ingreso en la Unión en ese
caso “Cataluña tendría un problema”. ¿Uno solo?
El problema catalán se llama Artur Mas, que no para de recular. Dijo y
prometió que declararía la independencia de Cataluña con 68 escaños
(mayoría absoluta) del parlamento catalán. Y ahora ya dice que no, que
no romperá la legalidad -para impedir que lo inhabilite el Tribunal
Constitucional- sino que pedirá algo imposible de lograr: negociación
con el Estado para que España le conceda la independencia sin más.
No tiene escapatoria y si logra los 68 escaños lo único que le espera
a Artur Mas es tener que gobernar en Cataluña con ERC y la CUP, lo que
sería asombroso para quien se considera conservador y liberal.
(*) Periodista
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