Es la credibilidad. El PP la perdió en las últimas legislaturas y es
imposible que le sea concedida de nuevo si la única percha en que
colocarla es la de la fe, salvo si se trata, claro, de la CROEM y
adláteres, cuyo manifiesto conformista por el «Ave Ya» ha quedado
obsoleto en dos días tras las concesiones posteriores del Gobierno
regional a Ciudadanos. Pero éstos también han debido poner algo de fe en
las modificaciones estructurales sobre la entrada del Ave a Murcia
arrancadas al Gobierno, pues parece curioso que el consejero Bernabé,
sin un duro en el bolsillo, pueda recomponer sobre la marcha y durante
una conversación de mesa redonda con los diputados de ese partido, los
trazados, las acometidas prioritarias y hasta el derribo virtual de
puentes ya licitados.
De pronto, lo que parecía quimérico "cumplir ya,
en sucesivas fases presupuestarias, el famoso Protocolo de 2006" se
revela mágicamente factible a pesar de que algunos diputados del PP se
desgañitaban hasta hace unas horas advirtiendo de la imposibilidad por
la inexistencia de las plusvalías con que financiarlo y llamando
irresponsables a quienes reclamaban el cumplimiento de lo firmado. Y de
pronto, cuando ya estaban a punto de emisión las calificaciones de
´antimurcianos´ para quienes ponían pegas al ´Ave Ya de Cualquier Modo´,
escampa y nos ponemos en los alrededores de 2006.
No es extraño
que, después de haber comprobado el fondo vacío, nos quedemos mirando de
hito en hito el sombrero de donde ha salido el conejo para intentar
desentrañar las mañas del truco. Si el Gobierno regional disponía de
antemano de algún acuerdo con Fomento o Adif, parecería demasiado
sofisticado que se lo hubiera guardado para entregárselo en mano a
Ciudadanos. Hoy, el líder de este partido, Miguel Sánchez, escenifica el
acuerdo estampando su firma junto a la del presidente, Pedro Antonio
Sánchez, en el Palacio de Aguirre, en Cartagena. O sea, que la cosa no
va de buenas palabras, sino con un documento por delante.
Pero si
no es así, si no hay una aceptación previa de Madrid, la confianza de
PAS y Bernabé en trabajarse después a su colega nacional de Fomento para
conducirla a lo comprometido con Ciudadanos aparecería como una
temeridad, pues regresaríamos a la política del ir tirando, de huida
hacia adelante y de improvisación permanente que caracterizó a los
últimos Gobiernos de Valcárcel, con las consecuencias conocidas.
La falta de credibilidad no afecta, de momento, a las personas de un Gobierno que cuenta tres meses, sino a la experiencia de un partido, el PP, que en sus veinte años anteriores ha manejado todo tipo de jugarretas para vender proyectos de máxima ambición que en la práctica totalidad de las ocasiones han quedado en sucesivos anuncios de prensa, empantanados, a medias o enmarañados en los juzgados. Se entiende, pues, el escepticismo que rodea este caso, ya que no hay una ´cultura´ previa que valide lo que se expresa desde el Gobierno como voluntad, y menos cuando en lo referido al Ave son incontables los incumplimientos, retrasos y evidencias de mala gestión, cosa esta última previsible si atendemos a que a algunos de los antecesores de Bernabé en Fomento era para echarles de comer aparte.
No obstante, la cierta antipatía a
que ha dado lugar este último proceso surge de que se ha pretendido que
las derivas de los Gobiernos sobre el Ave queden sumergidas mediante la
criminalización de los defensores históricos del soterramiento "a los
que, según el momento electoral, se añadían oportunamente unos u otros
partidos" tratando de hacerlos pasar por activistas políticos de
inconfesable ideología o por ciudadanos egoístas incapaces de sufrir
incomodidades en sus barrios en pro de un bien general al que debían
someterse aun a costa de demediar la capital. Ese intento ha resultado,
como poco, de muy mal gusto, sobre todo si al final había un conejo en
la chistera.
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