El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ha descartado por quinta
vez en menos de dos semanas que vaya a producirse en España una
desaceleración económica en los próximos meses y ha mantenido que el
empleo va a ir bien hasta final de año. El presidente se expresaba así solo unas horas antes de que el
presidente del Banco Central Europeo revisara a la baja sus
previsiones de crecimiento para este año y el que viene.
Mientras Rajoy vuelve a poner de ejemplo las reformas adoptadas
durante su mandato para justificar su confianza en las previsiones del
Gobierno sobre crecimiento, por lo que va a perseverar en sus
políticas económicas, Draghi anunciaba sólo unas horas después que el
BCE revisa a la baja las previsiones de crecimiento en la eurozona. Y
lo hace tanto sobre las previsiones para este año como para los dos
próximos.
Para Draghi no hay duda de que la recuperación va a proseguir a un
ritmo menos vivo que con anterioridad. Este debate sobre las
previsiones se produce por las incertidumbres que vienen generando la
ralentización de la economía china, las dudas sobre los datos que
ofrece el país asiático y, por supuesto, por las incertidumbres que
sigue generando el futuro económico de Grecia.
Sorprende que mientras la crisis y las incertidumbres llevan a Rajoy a
decir que se mantiene en sus trece, que creceremos lo previsto debido
a la fortaleza que han conseguido sus reformas, el BCE se vea obligado
a rebajar una décima las previsiones de crecimiento para este año, y
otras dos tanto el año que viene, como en el 2017.
En cambio según el BCE este año la economía de la zona euro crecerá
una décima menos de lo previsto para quedarse en un 1,4 %. Estima que
crecerá en el 2016 un 1,7 %, frente al 1,9 % previsto en junio y en el
2017 el crecimiento sería del 1,8 %, frente al 2 % que estimaron a
mediados de año.
Ante estas incertidumbres, Draghi ha mantenido los tipos de interés de
los préstamos del BCE en su nivel histórico más bajo, añadiendo que
está dispuesto a introducir más estímulos monetarios y a modificar el
programa de compra de deuda.
Esta modificación consiste en aumentar hasta el 33 %, desde el 25 %,
el límite de deuda pública que pueda comprar de cada emisión, aunque
el tope mensual se sigue manteniendo en 60.000 millones de euros.
La buena reacción del mercado griego, con una subida de la bolsa de
Atenas de casi el 4 %, la que mejor ha reaccionado a las medidas del
BCE, evidencia el apoyo de los mercados a las medidas.
Se explican las medidas porque, ante la imposibilidad de adoptar
medidas directas de estimulo de la economía, Draghi ha tenido que dar
otro de los últimos pasos que él puede dar, para evitar la
ralentización de la zona euro. De hecho, el Banco Central y el Fondo
Monetario Internacional vienen alertando del riesgo de la
ralentización.
Draghi, que había evitado anticipar su presencia pública después de
las vacaciones, por lo que no ha acudido este año a Jakcson Hole, a la
habitual reunión informal de fin de verano de los gobernadores
centrales de todo el mundo, ha vuelto a insistir en la necesidad de
que los gobiernos apliquen medidas de estímulo al crecimiento.
Ante el rechazo de los gobiernos, en especial de Alemania, a liderar
una política activa de relanzamiento, Draghi ha confesado que dentro
de sus limitaciones el BCE está dispuestos a actuar, preparado para
actuar y con capacidad para hacerlo. Pero de momento sigue siendo el
único que con sus decisiones parece convencido de que resulta
necesario hacer algo.
(*) Periodista
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