La TINA ha
fracasado o por lo menos requiere una revisión profunda. “There is not
alternative” fue el lema del radicalismo liberal para poner en “otro”
sitio a los sindicatos y a los reguladores intervencionistas. El mensaje
caló tan profundamente que la socialdemocracia lo incorporó a su
ideario de gestión económica: Finanzas públicas saneadas y absoluta
libertad de maniobra para los agentes económicos. Los poderes
financieros lo aprovecharon para lucrarse y empobrecer a la sociedad.
Ni
siquiera los laboriosos industriales escapan a la codicia y a la
irracionalidad. El automóvil para el pueblo, el Volkswagen, con
su propuesta de sustitución del motor de gasolina por el diesel
para ahorrar combustible, escondía también una trampa ecológica
descarada y un atentado a la libre y leal competencia. La EPA
estadounidense, una odiosa agencia estatal, denuncia el fraude
alemán.
Entre tanto en una idílica ciudad del norte de Alemania, Ottenstein, se cierra la escuela municipal por falta de niños. El ayuntamiento ofrece alojamiento y terrenos gratuitos a cualquier solicitante que cumpla la condición de ser padre de familia con su correspondiente prole.
La demografía es un grave problema en Alemania. En los años de posguerra las autoridades promovieron una política social encaminada a que las mujeres se quedaran en el hogar. Escasas ayudas a la mujer trabajadora, al contrario que en Francia o UK. Pero las alemanas eligieron trabajar fuera de casa y la natalidad se frenó y aunque las ayudas aumentaron luego considerablemente no se consiguió invertir el crecimiento demográfico. La tasa de fertilidad en Alemania es de 1,4% frente al 2% en Francia o el 1,6% de media en la UE. Envejecimiento de la población y escasez de mano de obra. Las cifras barajadas oscilan entre 800.000 y 1.000.000 trabajadores.
Durante el Tercer Reich los nazis importaron once millones de personas para trabajar como esclavos; la revolución rusa de 1917 y el colapso otomano provocaron cinco millones de refugiados. La canciller Merkel ofrece la apertura de fronteras. Admiración por su gesto y alarma por el “efecto llamada”. Rechazos dentro y fuera de Alemania. Los países del este europeo no aceptan cuotas de refugiados. Una carga insostenible y además difícil de retener porque los inmigrantes no quieren quedarse ni en Hungría ni en Polonia. Su anhelado destino es Alemania, a lo sumo Suecia. ¿Cómo contenerles? ¿Más muros como el de Berlín?
La UE dispone de medios y también de determinación cuando llega el caso. El rescate griego es una última prueba. El factor demográfico tampoco es un imposible. Un millón es una cifra relativamente modesta con respecto a la población activa europea. Naturalmente su incorporación al mercado de trabajo exige un esfuerzo logístico nada desdeñable y por supuesto alienta el rechazo de los colectivos xenófobos. Además en aquellos países con elevadas tasas de paro como el nuestro habrá que ordenar muy bien las colas de los desempleados para que no se produzca una discriminación contra los propios nacionales.
Las previsiones estratégicas europeas y norteamericanas han fallado como ocurrió cuando la desintegración de Yugoeslavia. La guerra de Siria dura cuatro años. Millones de refugiados buscan cobijo en los países limítrofes, Turquía, Líbano y Jordania, pero la asistencia adolece de recursos y el vaso se ha desbordado. Esta vez el mensaje no estaba escrito en las estrellas sino marcado en los caminos que conducen a Europa, la única tierra de acogida.
Siria, más de cuatro años de guerra, 23 millones de habitantes, cuatro millones de desplazados, una catástrofe humanitaria que reclama soluciones. Los desafíos de la Guerra Fría se amortiguaron con diplomacia y concesiones mutuas. Las cruzadas occidentales en Irak y Libia han dejado enormes heridas cuya cauterización en el oriente medio reclama el concurso de un Putin humillado por embargos y prohibiciones y sobretodo no dispuesto a perder su influencia con el régimen de El Assad ni con el de los ayatolas. La respuesta no puede esperar.
Es la hora de Europa. Compasión para los refugiados y simultáneamente la sustitución de la TINA tatcheriana por políticas activas que levanten el potencial de las economías. La naturaliza humana, como dijo el gran Maquiavelo, es irracional y de ahí su ambiciosa propuesta: “Racionalizar el uso que pueda hacerse del Estado”.
Los árboles del Retiro empiezan a otoñear, el día 27 elecciones en Cataluña, salón naútico en Mónaco con cita para los grandes yates mientras pateras y embarcaciones de goma transportan esperanzas en otras aguas del Mediterráneo .
(*) Economista del Estado
Entre tanto en una idílica ciudad del norte de Alemania, Ottenstein, se cierra la escuela municipal por falta de niños. El ayuntamiento ofrece alojamiento y terrenos gratuitos a cualquier solicitante que cumpla la condición de ser padre de familia con su correspondiente prole.
La demografía es un grave problema en Alemania. En los años de posguerra las autoridades promovieron una política social encaminada a que las mujeres se quedaran en el hogar. Escasas ayudas a la mujer trabajadora, al contrario que en Francia o UK. Pero las alemanas eligieron trabajar fuera de casa y la natalidad se frenó y aunque las ayudas aumentaron luego considerablemente no se consiguió invertir el crecimiento demográfico. La tasa de fertilidad en Alemania es de 1,4% frente al 2% en Francia o el 1,6% de media en la UE. Envejecimiento de la población y escasez de mano de obra. Las cifras barajadas oscilan entre 800.000 y 1.000.000 trabajadores.
Durante el Tercer Reich los nazis importaron once millones de personas para trabajar como esclavos; la revolución rusa de 1917 y el colapso otomano provocaron cinco millones de refugiados. La canciller Merkel ofrece la apertura de fronteras. Admiración por su gesto y alarma por el “efecto llamada”. Rechazos dentro y fuera de Alemania. Los países del este europeo no aceptan cuotas de refugiados. Una carga insostenible y además difícil de retener porque los inmigrantes no quieren quedarse ni en Hungría ni en Polonia. Su anhelado destino es Alemania, a lo sumo Suecia. ¿Cómo contenerles? ¿Más muros como el de Berlín?
La UE dispone de medios y también de determinación cuando llega el caso. El rescate griego es una última prueba. El factor demográfico tampoco es un imposible. Un millón es una cifra relativamente modesta con respecto a la población activa europea. Naturalmente su incorporación al mercado de trabajo exige un esfuerzo logístico nada desdeñable y por supuesto alienta el rechazo de los colectivos xenófobos. Además en aquellos países con elevadas tasas de paro como el nuestro habrá que ordenar muy bien las colas de los desempleados para que no se produzca una discriminación contra los propios nacionales.
Las previsiones estratégicas europeas y norteamericanas han fallado como ocurrió cuando la desintegración de Yugoeslavia. La guerra de Siria dura cuatro años. Millones de refugiados buscan cobijo en los países limítrofes, Turquía, Líbano y Jordania, pero la asistencia adolece de recursos y el vaso se ha desbordado. Esta vez el mensaje no estaba escrito en las estrellas sino marcado en los caminos que conducen a Europa, la única tierra de acogida.
Siria, más de cuatro años de guerra, 23 millones de habitantes, cuatro millones de desplazados, una catástrofe humanitaria que reclama soluciones. Los desafíos de la Guerra Fría se amortiguaron con diplomacia y concesiones mutuas. Las cruzadas occidentales en Irak y Libia han dejado enormes heridas cuya cauterización en el oriente medio reclama el concurso de un Putin humillado por embargos y prohibiciones y sobretodo no dispuesto a perder su influencia con el régimen de El Assad ni con el de los ayatolas. La respuesta no puede esperar.
Es la hora de Europa. Compasión para los refugiados y simultáneamente la sustitución de la TINA tatcheriana por políticas activas que levanten el potencial de las economías. La naturaliza humana, como dijo el gran Maquiavelo, es irracional y de ahí su ambiciosa propuesta: “Racionalizar el uso que pueda hacerse del Estado”.
Los árboles del Retiro empiezan a otoñear, el día 27 elecciones en Cataluña, salón naútico en Mónaco con cita para los grandes yates mientras pateras y embarcaciones de goma transportan esperanzas en otras aguas del Mediterráneo .
(*) Economista del Estado
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