Reclasificaban suelo para construir urbanizaciones en la huerta,
destinadas a jóvenes, sin disponer siquiera del informe preceptivo y
vinculante de la Confederación Hidrográfica que garantizara el
suministro hídrico. Es decir, se saltaban la ley. Lo dice el Supremo. Y a
renglón seguido sacaban la pancarta del “Agua para todos” so pretexto
del regadío e iban por mítines y actos públicos presumiendo de promover
la ‘vivienda joven’. Combinaban a la perfección la figura del político
con la del promotor urbanístico, tanto monta.
Hubo uno, Berberena, que de gestor de Joven Futura pasó a ser
concejal de Urbanismo, es decir, cambió de ubicación en la ventanilla
para validar en la Administración lo que patrocinaba en el sector
privado. La puerta giratoria al revés. Otro, Roque Ortiz, quien por
entonces estaba al frente de la pública Urbamusa y a quien en el actual
mandato le adjudicaron las competencias de Vivienda, se las acaba de
soltar como si quemaran a su compañero de bancada Rafael Gómez, tal vez
advertido de que venía la sentencia del Supremo.
Y el consejero que no
se percató de que faltaba un papelito (bah, una simple formalidad) era…
¡chachachán! Bascuñana (¡cuádrense!). ¿Quién si no? Miguel Ángel Cámara
era el alcalde, pero no lo busquen aquí. Es casi seguro que no asistiera
a los plenos en que se aprobó la marrullería. Tenía por costumbre salir
al cajero (ah, no, al cajero no; a cualquier otro sitio) cuando en el
orden del día, redactado por él mismo, aparecía alguna cosa rara. Cámara
está ahora desaparecido, pero si alguien le pregunta dirá: “Yo hice lo
que me decían los técnicos”. Es su frase. Se refiere a los técnicos que
él nombraba.
¿Escuchan el eco de aquella voz inolvidable? “Este Gobierno está
promoviendo la vivienda joven, señor Saura”? Y todavía hacen que se nos
enternezca el corazón con sus discursos de amor encendido a la huerta
murciana, chin, chin, chipirrín, después de reclasificarla
irregularmente. ¿Son o no son unos genios?
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