¿Es Grecia
irreformable? Para el reducido y poderoso grupo de políticos y altos
funcionarios de las instituciones europeas más importantes y las del
Fondo Monetario Internacional, la respuesta más probable es ‘sí’: Grecia
es irreformable… Aunque aún le darán otra oportunidad.
El electorado griego acaba de dar la victoria electoral a Syriza, el
partido izquierdista liderado por Alexis Tsipras, quien hace pocas
semanas convocó las elecciones celebradas este domingo, y a continuación
(20 de agosto) dimitió de su cargo para presentarse limpio como
candidato a un nuevo mandato.
En
las elecciones del domingo 20 de septiembre, Syriza obtuvo el
33,8% de los votos, y una expectativa de 145 escaños en el
parlamento. El principal partido de la oposición, Nueva Democracia
obtuvo el 28,5% de votos y 75 escaños. ND había logrado, antes de la
caída de su gobierno en enero, estabilizar la situación
económica de Grecia, mejorar la economía y acordar con la Troika un
plan de rescate, desbaratado poco después por el triunfo electoral
del populista Syriza.
Desde su llegada al poder, Tsipras condujo a su país a un
enfrentamiento radical con la Unión Europea, el Banco Central
Europeo y el FMI (la ‘Troika’), rechazando las medidas exigidas por
ésta como condición para dar a su país un nuevo rescate, el tercero
en cinco años. En un intento vano de negociar con la UE desde una
posición de fuerza, Tsipras sometió la aprobación de esas medidas a
un referéndum, en julio, en cuya campaña pidió activamente el
‘no’ a lo demandado por la Troika. Gracias a su ‘farol’ populista,
el primer ministro consiguió que el
no
alcanzase el
60%. Entretanto había sondeado las posibilidades de que Rusia y
China le ayudasen financieramente a resistir las presiones
europeas. Otro grave error de cálculo. Rusia y China tienen sus
propios e importantes apuros económicos.
Aprobar en el parlamento lo rechazado en referéndum
El
éxito de Tsipras en el referéndum del ‘no’ resultó ser un error
estratégico ante las cancillerías. Ahogado por las
consecuencias financieras de su acción, con varios países de la
Unión pidiendo la salida griega del euro, desacreditado como
político europeo y con el país sometido a un “corralito”
bancario, del que sólo a él había que culpar, Tsipras no tardó en
capitular ante las instituciones que había denunciado como
causantes de la miseria del pueblo griego.
Efectivamente, el 25 de julio, a propuesta de Tsipras, el parlamento
aprobó lo que el pueblo había rechazado en referéndum. Nuevas
negociaciones con la Troika desembocaron en la concesión de un
rescate de €86.000 millones. Consecuencia inevitable de la
capitulación de Tsipras, fue la defección de los sectores más
radicales de Syriza. Yanis Varoufakis, el radical exministro de
Hacienda, que había negociado con la Troika sin éxito alguno, y que
había dimitido después del 5 de julio, abandonó Syriza y dio su
apoyo a Unidad Popular, una fuerza que recoge a los desencantados
del paso atrás de Tsipras ante la Unión. La presidenta del
parlamento y otras figuras principales del partido siguieron sus
pasos.
El partido trata ahora de presentar el rescate acordado con Bruselas
como un éxito político sin precedente. El exministro de Energía,
Panos Skourletis, dijo después de conocer los resultados que “es la
primera vez que un partido ha logrado un duro rescate y resulta
premiado por ello. Hasta ahora, el electorado era radicalmente
anti rescate”.
En días anteriores, cuando no se esperaba una victoria de Syriza
tan importante como la de este domingo, y se especulaba que la
mejor fórmula para enfrentar los problemas griegos con Europa sería
un gobierno de coalición con Nueva Democracia, el partido
conservador claramente pro-europeo que negoció con Bruselas lo que
luego Tsipras desbarató. Ahora no será necesaria una gran
coalición: un portavoz de Syriza dijo al conocer la nueva
composición del parlamento que Syriza formaría gobierno con el
partido moderado Griegos Independientes, que obtuvo el 3,9% de los
votos y 10 escaños. Esta coalición bipartita reduce los riesgos de
inestabilidad del gobierno, la cual se hubiese instalado con un
resultado peor de Syriza.
En la tarde del domingo 20 de agosto Tsipras recibió del presidente
Pavlopoulos el encargo de formar gobierno, y se espera que éste pueda
tomar posesión el lunes por la tarde o a lo más tardar el martes
próximo.
Oportunidad de rehabilitación
La abstención
del 45% del electorado indica una pérdida de confianza en los
partidos, o bien fatalismo sobre las capacidades griegas de
superar la crisis por sus propios medios; o quizás la admisión de
la casi completa dependencia de Grecia respecto de sus acreedores e
instituciones europeas.
Una consecuencia del nuevo gobierno será la probable pretensión
griega de revisar la dureza del programa de reformas acordado ya
con la Unión. Grecia está emplazada ante sus acreedores en octubre
próximo, para examinar las medidas de austeridad ya tomadas, y el
programa de las futuras. El historial que Grecia puede presentar a
la Troika no es brillante: por ejemplo, apenas se ha empezado a
privatizar empresas públicas. Esta es una medida que choca de
frente con la acendrada ideología estatista de Syriza, y cualquier
concesión en este terreno producirá mayores tensiones dentro de
su partido.
Queda por ver si Tsipras puede adoptar la adecuada actitud
negociadora para completar el programa de rescate y poner a Grecia
en vías de crecimiento. Las condiciones financieras son
pésimas. El sistema bancario sigue en crisis, y necesita la ayuda
europea de liquidez, ELA, así como una fuerte
recapitalización. Los programas de inversión de la UE sólo
pueden ser aumentados si Tsipras restaura la confianza entre los
países y personas que hace unos meses auspiciaban el ‘grexit’; entre
éstos últimos, el poderoso ministro alemán de Finanzas, Wolfgang
Schäuble.
Tsipras ha realizado casi un milagro: rehabilitarse ante su
electorado. Ahora falta ver si se rehabilita ante las
instituciones y personas que le habían retirado la confianza, y
que le llevó a apostar por su reencarnación como’activo’ de la
escena europea, en lugar de ‘pasivo’.
(*) Periodista
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