Este martes se inició de hecho la cuenta atrás de las elecciones
autonómicas catalanas, convertidas en plesbicitarias, cuya campaña se
abre dentro de un mes, el viernes 11 de septiembre, festividad de la
Diada catalana, la Fiesta oficial de Cataluña, en la que se conmemora la
caída de Barcelona en manos de las tropas borbónicas durante la Guerra
de Sucesión, el 11 de septiembre de 1714, tras catorce meses de sitio.
Esta victoria provocó la abolición de las instituciones catalanas, tras
la promulgación de los Decretos de Nueva Planta, en 1716.
Se ha escogido pues una fecha significativa para el inicio de una
campaña electoral que, pase lo que pase, puede considerarse como
histórica y para la que todos los partidos ya están preparando sus
programas en plena polémica, abierta por el PP, sobre una reforma de la
Constitución que delimite las competencias del Estado central y de las
Autonomías. Algo que ha sido interpretado por los nacionalistas como un
intento de recentralización. Durante la campaña el candidato popular
Xavier García Albiol, o el propio Rajoy, intentarán demostrar lo
contrario: que no hay un plan político de vuelta atrás, al tiempo que se
“venderá” un nuevo modelo de financiación que será muy beneficioso para
Cataluña.
Por su parte el dirigente del PSOE, Pedro Sánchez, que al igual que
Rajoy se implicará de lleno en la campaña, tiene previsto, a pesar de
las tensiones que produce en muchos sectores de su partido, poner al día
la propuesta de un pacto fiscal, similar al que tiene el País Vasco. La
negativa a discutir un pacto fiscal como última propuesta de Artur Mas a
Mariano Rajoy para terminar lo que los nacionalistas creen con una
clara discriminación de Cataluña con respecto a otras Autonomías. Dentro
del PSOE, tres importantes barones socialistas (Javier Fernández de
Asturias, Ximo Puig de Valencia y Susana Díaz de Andalucía ) se oponen
tajantemente a ese pacto fiscal que supone, dicen, un privilegio frente
al resto de los territorios.
De cualquier forma, al punto que ha llegado Artur Mas y los suyos no
parece que un sistema nuevo de financiación o, incluso, un pacto fiscal
frene el movimiento independentista que han puesto en marcha y que dadas
las actuales circunstancias es motivo de gran preocupación en Europa,
hasta el punto que son muchos los medios europeos que habían acogido con
curiosidad y con simpatía los primeros discursos independentistas
catalanes y que ahora los contemplan de forma crítica y con una cierta
inquietud por el efecto “contagio” que pueda producir en otros países de
la Unión Europea.
Por ejemplo es la crónica que publica este lunes el diario alemán
Handelsblatt sobre el presidente de la Generalitat, el político
conservador, dice que, “desde hace cinco años, el levanta ante las
cámaras su prominente mentón como jefe de gobierno de la parte nordeste
de España”. Es el personaje al que el periódico alemán no tiene reparos
en presentarlo como “Presidente golpista”, que, con un plan endurecido
para la secesión de España “quiere romper con la Constitución sin
escuchar al Rey que le ha advertido que dé marcha atrás”. Esto, vaticina
el periódico, podría acabarse a finales de septiembre y la caída
amenaza con ser profunda.
De hecho, Mas, de 59 años, va por el mejor camino para pasar de
hombre de Estado a enemigo público. Ha declarado que las elecciones
anticipadas al Parlamento regional, que acaba de convocar, tienen
carácter plebiscitario. Todos los tribunales españoles, también el
Supremo catalán, han calificado esto como una clara ruptura con la
Constitución. ”Unas elecciones no pueden ser un plebiscito”, insiste
también el presidente del gobierno español, Mariano Rajoy.
Pero a Artur Mas, termina diciendo el periódico, esto le da igual.
Prefiere incluso ir un poco más allá: “No necesitamos la mayoría
absoluta para proclamar la independencia, tan solo necesitamos un escaño
más en el Parlamento”, dice. Sin embargo, ni siquiera el actual
Estatuto de Autonomía catalán puede ser modificado sin una mayoría de
dos tercios. Posiblemente, Mas especulaba justamente con este tipo de
reacciones, esperando exasperar así los ánimos de sus seguidores. “En
efecto- sostiene el periódico- tanto a él como a sus amigos
secesionistas se les está acabando el oxígeno a nivel político. Bajo la
impresión que causan nuevos partidos como Podemos, los catalanes vuelven
a hablar ahora más de los problemas económicos y sociales, así como de
la corrupción”.
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