jueves, 13 de agosto de 2015

El modelo de desarrollo aún no ha entrado en la campaña electoral / Antonio Sánchez-Gijón *

La próxima discusión sobre la contribución de España al rescate griego en el Congreso de los Diputados, posiblemente ayude a centrar la atención de las fuerzas políticas sobre lo que a España le queda por hacer para sí misma, si quiere alcanzar las cotas de recuperación económica que aún no ha alcanzado, y consolidar las que ya alcanzó.
Lo que lle­vamos de ve­rano lo han em­pleado los par­tidos y sus lí­deres en ha­blar y dis­cutir de todo menos del factor que puede con­di­cionar la ac­ción del pró­ximo go­bierno, que en con­creto con­siste en cómo con­so­lidar un cre­ci­miento que le ase­gure los re­cursos fis­cales que va a ne­ce­si­tar; en cómo con­tri­buirá a hacer más com­pe­ti­tiva la eco­no­mía, y en cómo piensa si­mul­ta­near la crea­ción de em­pleo con el au­mento ‘per ca­pita’ de la pro­duc­ti­vi­dad, sin el que no hay com­pe­ti­ti­vidad que valga.
O España entra en un ciclo de desa­rrollo tec­no­ló­gica y cien­tí­fi­ca­mente más avan­zado, es de­cir, más ca­pi­ta­l-in­ten­sivo, o se­guirá atada al grado de desa­rrollo que hasta ahora se con­si­dera a me­dida de las ca­pa­ci­dades tra­di­cio­nales de un país de la pe­ri­feria eu­ro­pea. Un país como el que lle­gará a ser Grecia si su res­cate pro­duce en unos años el des­pegue de su me­diocre eco­nomía ac­tual.
Ese en­foque de los pro­blemas de la eco­nomía es­pañola no entra en las preo­cu­pa­ciones ac­tuales de las fuerzas po­lí­ti­cas. Desde las elec­ciones au­to­nó­micas y lo­cales de mayo pa­sado, viven en­si­mis­madas en sus pro­blemas in­ter­nos, en sus cálculos sobre cómo al­canzar par­celas de poder que aún no les han sido asig­nadas por las ur­nas, y en unos juegos tác­ticos que les per­mitan quedar bien si­tuados dentro de las coa­li­ciones de go­bierno que ten­drán que formar si quieren tocar po­der.
Por otro lado, no es se­guro que el pró­ximo go­bierno pueda desa­rro­llar su po­lí­tica eco­nó­mica sobre los mismos ‘fundamentales’ que han per­mi­tido la ace­le­ra­ción de la sa­lida es­pañola de la cri­sis: 1) de un lado un pe­tróleo ba­rato, 2) de otro un auge sin pre­ce­dentes de los in­gresos por tu­rismo, 3) más im­por­tante aún, haber rea­li­zado en los úl­timos años un ajuste sa­la­rial trau­má­tico, 4) haber te­nido ac­ceso a la fa­ci­lidad fi­nan­ciera pro­vista por el Banco Central Europeo.
Aún en el caso de que los be­ne­fi­cios de esos ‘fundamentales’ se pro­lon­gasen unos años más, la cues­tión del salto cua­li­ta­tivo de la eco­nomía y la pro­duc­ti­vidad es­pañolas se­guiría abierta. Nada ilustra mejor este punto que la bre­vedad del pe­riodo de su­pe­rá­vits por cuenta co­rriente y el re­torno a la ba­lanza co­mer­cial ne­ga­tiva, de mo­mento com­pen­sada por los fac­tores 1, 2, 3 y 4, arriba men­cio­na­dos. Sin ol­vidar las ven­tajas de un euro re­la­ti­va­mente dé­bil, que ha fa­vo­re­cido las ex­por­ta­ciones eu­ro­peas.

Consensos ne­ce­sa­rios… e im­pro­ba­bles
El salto cua­li­ta­tivo de la eco­nomía es­pañola no se pro­du­cirá mien­tras las prin­ci­pales fuerzas po­lí­ticas no ha­llen un con­senso sobre una serie de po­lí­ti­cas.
El con­senso sobre una de ellas, la edu­ca­ción, pa­rece bas­tante im­pro­ba­ble, dado que ese tema se ha cons­ti­tuido en di­visa de las iden­ti­dades ideo­ló­gicas de los dos prin­ci­pales par­ti­dos. Contra una LOMCE neo­nata, el PSOE ya ha pro­me­tido que una de sus pri­meras de­ci­siones si forma go­bierno será de­ro­garla.
El con­senso sobre otra cues­tión di­rec­ta­mente re­la­cio­nada con el desa­rrollo eco­nó­mico fu­turo (la lle­gada de ca­pi­ta­les) puede quedar con­di­cio­nado o im­pe­dido por el nuevo es­pectro de fuerzas po­lí­ticas del es­ce­nario es­pañol, cuya irrup­ción ha can­ce­lado el bi­par­ti­dismo y ha abierto un pa­no­rama po­lí­ti­co-i­deo­ló­gico lleno de in­te­rro­gan­tes.
Es el caso de las au­to­no­mías y de las ciu­dades donde han en­trado a go­bernar fuerzas po­pu­listas ad­versas al desa­rrollo ca­pi­ta­lista, en coa­li­ción, o con el apoyo, de uno de los dos par­tidos his­tó­ricos del con­senso cons­ti­tu­cio­nal: el PSOE.
Una señal de ad­ver­tencia sobre las di­vi­siones que la so­cial­de­mo­cra­cia, hasta ahora en­car­nada por el par­tido so­cia­lista, puede su­frir en el fu­turo, esté o no en el pró­ximo go­bierno, es el cisma abierto en el PS de Madrid, pre­ci­sa­mente como con­se­cuencia de una inusual alianza del li­de­razgo del PSOE con fuerzas po­pu­listas y ra­di­ca­les.
Otra cues­tión que anuncia di­senso en lugar de con­senso es la re­forma de la cons­ti­tu­ción. El par­tido po­pu­lar, que apenas ha em­pe­zado a re­co­nocer la ne­ce­sidad de re­vi­sarla, la con­templa como la opor­tu­nidad de eli­minar dis­fun­cio­na­li­da­des, du­pli­ci­dades y equí­vo­cos, mien­tras que el PSOE quiere una re­forma que dé nuevos fun­da­mentos cons­ti­tu­cio­nales a ‘otra’ or­de­na­ción te­rri­to­rial del es­tado.
Esta úl­tima pro­puesta, plan­teada por el PSOE como res­puesta y al­ter­na­tiva al se­pa­ra­tismo ca­ta­lán, llega de­ma­siado tarde para in­cidir de al­guna forma sobre el lla­mado “proceso so­be­ra­nista’ o de in­de­pen­den­cia, plan­teado por los na­cio­na­listas ca­ta­la­nes.
El men­saje fe­de­ra­lista del PSOE ne­ce­si­taría calar pro­fun­da­mente en la opi­nión pú­blica de Cataluña, para que in­ci­diese real­mente en el agi­tado am­biente de con­fron­ta­ción que está di­vi­diendo a esa so­ciedad y, sen­ci­lla­mente, no hay tiempo para que tal fór­mula sea to­mada por una ma­yoría de ca­ta­lanes como al­ter­na­tiva a la in­de­pen­dencia o a la con­ti­nuidad del es­tado au­to­nó­mico. Este es un de­bate que apenas en­cuentra eco en el so­cia­lismo ca­ta­lán, y que sus­cita el es­cep­ti­cismo o la des­con­fianza de las otras fuerzas cons­ti­tu­cio­na­lis­tas.
En este año elec­to­ral, el cre­ci­miento eco­nó­mico ha pa­sado, de de­pender de la com­pe­ti­ti­vidad ex­te­rior, a ha­cerlo res­pecto del con­sumo in­terno, el cual ha te­nido un apre­ciable auge en el úl­timo año. Puede que el im­pulso po­pular a ‘tocar bie­nes­tar’ se viese mo­de­rado por un nuevo go­bierno del PP, de­seoso de se­guir sus po­lí­ticas de con­so­li­da­ción fiscal y de altas tasas de in­ver­sión pro­duc­tiva, pero su coa­li­ción con Ciudadanos, o con el PSOE, obli­garía a una re­vi­sión de la re­es­truc­tu­ra­ción eco­nó­mica lle­vada a cabo hasta ahora.
Por otra parte, un go­bierno PSOE-Podemos, o in­cluso uno PSOE-Ciudadanos, muy pro­ba­ble­mente fre­naría las re­formas eco­nó­mi­cas, y haría muy di­fícil la re­duc­ción de la deuda.
El in­di­cador que me­dirá en los pró­ximos años el éxito o el re­la­tivo fra­caso de la po­lí­tica eco­nó­mica es­pañola, ne­ce­saria para dar el salto cua­li­ta­tivo desde el nivel de “economía pe­ri­fé­rica” a “economía cen­tral” en Europa, es si avanza o no en una es­cala de pro­duc­ti­vidad de­ter­mi­nada; por ejem­plo, la pro­por­cio­nada por el World Economic Forum (Global Competitiveness Report 2014), que co­loca a España en el puesto 35º en el mundo y el 16º en Europa.
Las dos de­va­lua­ciones de la mo­neda china de esta se­mana, con su pre­vi­sible im­pacto en el co­mercio mun­dial, y por lo tanto sobre la com­pe­ti­ti­vidad re­la­tiva de cada actor del mer­cado, no serán mo­tivo de de­bate de cara al pe­riodo elec­toral es­pañol, aunque ejem­pli­fi­quen los desafíos con que inexo­ra­ble­mente se en­con­trarán los ga­na­dores de las elec­cio­nes, y a los que de mo­mento no están pres­tando mucha aten­ción.

(*) Periodista

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