domingo, 30 de agosto de 2015

Misión imposible: Las vacaciones de Felipe y Letizia / Jaime Peñafiel *

Esto pudieron pensar Felipe y Letizia cuando el pasado miércoles aparecieron, después de doce días “missing”, en un cine de Manoteras, un barrio de Madrid, en la sesión de las 21.30, para ver “Misión Imposible. Nación secreta”, de Tom Cruise.

“¡Pobrecillos! Pocos días de vacaciones. Van al cine y tienen la mala suerte de que nadie les haga una fotografía”, podía leerse en un tuit.

Y es que después de los doce días sin saber donde podía encontrarse la Familia Real, nadie se cree ya nada. Todo ha sido desplantes, misterio y arrogancias, a propósito de las polémicas vacaciones. Y mentiras. Nadie entiende como Felipe, nada más llegar a Palma, declarara a las autoridades baleares “no sabemos cuanto vamos a estar”.

Bien lo sabía. Ocho días. Ni uno más. Un viaje como el realizado por Letizia y las pijas de sus hijas, con escala en Estambul, no se improvisa.

Cierto es que (¿para despistar?) el rey se quedó esa noche del 8 en Palma. A la hora en que su consorte y las niñas eran vistas en el aeropuerto de la capital turca, a esa hora, precisamente, y para que se le viera bien, Felipe cenaba en la Plaza de Gomila, de Palma, en el restaurante Nitos, con Jaime Anglada, un cantante, dicen que famoso, en el circulo real y cuatro regatistas más.

Se ignora cuando abandonó Palma para reunirse con su familia ¿en el Golfo de Tarento? Solo ellos y dios lo saben. A diferencia de todas las familias reales europeas, que no les importa ser captados por los fotógrafos, nadie entiende por qué tanto misterio y polémica en torno a la española.

Los ciudadanos de Dinamarca, Suecia, Noruega, Luxemburgo, Bélgica, Holanda, Mónaco y Gran Bretaña han sabido, en todo momento, donde se encontraban sus reyes.

Isabel II: en Balmoral; los soberanos de Luxemburgo, Enrique y María Teresa, en la Provenza; Carlos Gustavo, Silvia, la princesa heredera Victoria y su marido Daniel, en el Palacio de Solliden y en la Costa Azul; los belgas Felipe y Matilde en la isla francesa de Yeu y en el castillo de Ciergnon, en el sureste de Bélgica; Guillermo y Máxima, en la localidad de Kranide, en la costa del Peloponeso griego; Alberto y Paola, en la villa que poseen en Cannes; Guillermo y Kate, en el palacio de Anmerhold; los daneses Margarita y Henri en el castillo de Gresten, a 15 kilómetros al norte de la frontera alemana y en los viñedos del sur de Francia, propiedad del consorte danés; Harald, Sonia, Haakon y Mette Marit, a bordo del yate real Norge, llegaron Córcega y Portofino y más tarde en la Fortaleza de Vardohus, al noreste de Noruega. Por último, Charlene de Mónaco, en Mónaco. No hay mejor sitio en la Costa Azul francesa.

Las vacaciones de todos ellos, con luz y taquígrafos pero, sobre todo, con transparencia de la que carece, a pesar de todo lo pregonado, la Casa Real española.

¡Joderos que no nos habéis localizado!

(*) Periodista

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